Capítulo 11: Día en la Playa

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Sofía despertó esa mañana de día festivo con una mezcla de emoción y nerviosismo. Jorge la había invitado a la playa, y la idea de pasar el día con él la hacía sentir una mezcla de anticipación y ansiedad. Después de lo que había sucedido la noche anterior, sus sentimientos por Jorge se habían profundizado. Sin embargo, sabía que con Lucía vigilándola, no podía confiar en que el día transcurriría sin problemas.

Se preparó rápidamente, escogiendo un bikini azul que resaltaba sus curvas. Al mirarse en el espejo, no pudo evitar sentirse un poco orgullosa de su cuerpo. Aunque aún estaba lidiando con las nuevas sensaciones y emociones de ser mujer, había momentos como este en los que se sentía poderosa y atractiva. Se recogió el cabello en una coleta alta y se aplicó un poco de protector solar antes de salir.

Jorge llegó a recogerla poco después, con una gran sonrisa en su rostro. Condujeron hacia la playa mientras el sol se alzaba en el cielo, llenando el auto con una cálida luz dorada. La conversación fluyó fácilmente, y Sofía se permitió relajarse un poco, disfrutando del tiempo que pasaban juntos.

Cuando llegaron a la playa, encontraron un lugar apartado cerca del agua y colocaron sus toallas. Jorge se quitó la camiseta, revelando un torso bien definido, y Sofía no pudo evitar admirarlo mientras él se alejaba hacia el agua. Ella lo siguió con una sonrisa, corriendo por la arena caliente y disfrutando de la sensación del sol en su piel.

Sin embargo, apenas sus pies tocaron el agua fría, Sofía sintió un cosquilleo extraño en su piel, como un hormigueo que la hizo detenerse en seco. Miró a su alrededor, esperando que Jorge no notara nada raro, pero él ya estaba sumergido en el agua, chapoteando y riendo.

Con cuidado, Sofía caminó un poco más hacia adentro, y entonces lo sintió: una extraña sensación en su bikini, como si el tejido estuviera desapareciendo bajo sus dedos. Miró hacia abajo y, para su horror, vio que el azul brillante de su bikini estaba desvaneciéndose lentamente, volviéndose transparente antes de desintegrarse completamente.

—¡No puede ser! —jadeó, sus ojos abriéndose de par en par mientras intentaba cubrirse con sus manos. Pero por mucho que intentara cubrirse, la magia de Lucía se aseguró de que no pudiera. Cada vez que trataba de esconderse, algo parecía impedirle mantener sus manos en el lugar adecuado, como si una fuerza invisible las apartara.

Jorge, notando que Sofía se había detenido, nadó hacia ella con preocupación.

—¿Estás bien, Sofía? —preguntó, pero cuando se acercó, su expresión cambió de preocupación a sorpresa al darse cuenta de su desnudez—. Oh, Dios, tu traje de baño... se ha ido.

Sofía, con el rostro enrojecido de vergüenza, miró a Jorge, sin saber qué decir o hacer. Cada intento de cubrirse fue inútil, y pronto se dio cuenta de que no había forma de escapar de la situación. Era otro de los castigos de Lucía, uno particularmente cruel.

 Era otro de los castigos de Lucía, uno particularmente cruel

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—Jorge, no sé qué pasó. Esto es tan... humillante —murmuró, sintiendo que las lágrimas amenazaban con brotar.

Jorge, claramente incómodo pero tratando de mantenerse respetuoso, se quitó su camiseta y trató de dársela, pero algo en la magia de Lucía hizo que no pudiera aceptar ninguna prenda para cubrirse. Cada vez que Jorge intentaba darle algo, la prenda simplemente resbalaba de sus manos o se quedaba atorada.

—No puedo... no puedo cubrirme —dijo Sofía con desesperación en su voz.

Jorge la miró, tratando de ofrecer consuelo con su mirada.

—No te preocupes. Vamos, te llevaré a casa —dijo, tratando de sonar tranquilo a pesar de la situación.

La caminata hacia el auto fue una de las experiencias más humillantes que Sofía había tenido. Las miradas de las pocas personas que estaban en la playa se clavaron en su piel desnuda, y no podía hacer nada más que caminar con la cabeza gacha, sintiendo el calor del sol y la arena bajo sus pies. Jorge caminaba a su lado, manteniendo la vista al frente y tratando de ignorar los murmullos a su alrededor.

Cuando finalmente llegaron al auto, Jorge ayudó a Sofía a subir rápidamente, cerrando la puerta tras ella. Se subió al asiento del conductor, ambos en silencio, y comenzó a conducir hacia su casa. La atmósfera estaba cargada de una mezcla de tensión y deseo reprimido. Sofía podía sentir la mirada de Jorge de vez en cuando, una mezcla de preocupación y algo más que no podía identificar del todo.

Cuando finalmente llegaron a la casa de Sofía, Jorge se giró hacia ella con una expresión de disculpa.

—Siento mucho lo que pasó hoy. No sé cómo explicarlo, pero... —se detuvo, claramente luchando con sus palabras.

Sofía, todavía ruborizada y tratando de evitar su mirada, respondió suavemente:

—No es tu culpa, Jorge. Gracias por estar conmigo.

Antes de que Jorge pudiera decir algo más, Sofía salió rápidamente del auto y corrió hacia la puerta de su casa, deseando más que nada estar lejos de las miradas y preguntas. Una vez dentro, cerró la puerta detrás de ella y se apoyó contra ella, cerrando los ojos y dejando escapar un suspiro tembloroso.

Desesperada por cubrirse, fue directo a su habitación, pero al abrir su armario, se encontró con que estaba completamente vacío. No había nada para ponerse. Lucía había hecho desaparecer toda su ropa. Se sintió atrapada en un ciclo interminable de humillación y vergüenza, sabiendo que este era otro castigo de Lucía.

Sin ropa y con la certeza de que no había nada más que pudiera hacer, Sofía se dejó caer en su cama. El día había sido agotador emocionalmente, y aunque quería enfadarse y gritar, no tenía la energía para hacerlo. Cerró los ojos, permitiendo que el sueño la envolviera, aún desnuda y vulnerable.

Mientras se sumía en el sueño, una parte de ella no pudo evitar pensar en cómo Jorge la había mirado, con una mezcla de pena y deseo. No estaba segura de cómo se sentía al respecto, pero una cosa era clara: su vida como Sofía estaba llena de nuevas emociones y desafíos que nunca habría imaginado.

Y sabía que aún le quedaban muchos días más de castigo por delante.

EL CASTIGO DEL INFIELDonde viven las historias. Descúbrelo ahora