23. Preparativos

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Rusia se despertó temprano, el sol apenas empezaba a filtrarse por las cortinas blancas translúcidas de su habitación en Berlín. Aunque la reunión de la ONU era en unas horas, su mente estaba lejos de los debates diplomáticos. Pensaba en Alemania, en la conversación que habían tenido la noche anterior.

Mientras se arreglaba, un pensamiento cruzó su mente: ¿y si Alemania se arrepentía de haberle invitado a quedarse en su casa? Habían pasado semanas desde su encuentro en la calle, y aunque las palabras de apoyo y los mensajes habían fluido, estar cara a cara siempre era diferente. Rusia se sentía como un intruso, una sombra del pasado que Alemania tal vez preferiría olvidar.

Ya vestido, Rusia bajó las escaleras con pasos lentos, el sonido de sus zapatos resonando en la casa casi vacía. Encontró a Alemania en la cocina, con una taza de café y su mirada perdida en algún punto de la mesa. Parecía estar en otra parte, lejos de la seguridad de su hogar. Cuando Rusia se aclaró la garganta para anunciar su presencia, Alemania levantó la vista y le dedicó una sonrisa breve, pero genuina. Esa pequeña muestra de calidez alivió un poco la tensión en el pecho de Rusia.

Alemania asintió, tomando un sorbo de café, e hizo un gesto hacia la cafetera invitando a Rusia a servirse. La cocina se llenó del suave aroma del café recién hecho, y por un momento, pareció que todo estaba bien.

El evento importante en Berlín sería al día siguiente, y Alemania había estado trabajando incansablemente para que todo saliera perfecto. Aunque ambos se habían acercado mucho desde su último encuentro, Rusia no podía evitar sentirse como una carga más que como una ayuda.

Rusia le había avisado a Alemania que subiría por algo rápido pero Al bajar las escaleras, Rusia se encontró con Alemania en la sala, rodeado de papeles, muestras de decoraciones y listas interminables. Tenía el ceño fruncido mientras revisaba cada detalle con una precisión casi obsesiva. Cuando Rusia entró, Alemania levantó la mirada y le dedicó una breve sonrisa que se desvaneció tan rápido como apareció. Parecía agradecido por la compañía, pero también cansado, como si llevara semanas sin descansar adecuadamente.

-¿Necesitas ayuda con algo? -preguntó Rusia, acercándose con cautela, intentando no pisar nada importante..

Alemania asintió y señaló una pila de papeles que necesitaban ser revisados y organizados. Era un montón de documentos relacionados con la logística del evento: planos del lugar, lista de invitados, y un cronograma ajustado al milímetro. Rusia tomó asiento junto a él y comenzó a revisar, intentando seguir el orden minucioso de Alemania. Se sintió bien colaborar de alguna forma, como si así pudiera compensar un poco de toda la amabilidad del alemán.

El trabajo continuó en silencio por un rato, solo roto por el ocasional susurro de hojas y el leve sonido de las plumas escribiendo notas. Alemania revisaba cada detalle con una precisión casi militar, pero su expresión era seria, como si cada pequeña imperfección fuera un reflejo de sus propios defectos. Rusia lo observaba de reojo, notando el cansancio en su rostro.

-Todo se ve bien, -comentó Rusia, intentando aligerar la tensión-. Va a salir perfecto.

Alemania lo miró, sus ojos reflejaban un agradecimiento silencioso, aunque no pareciera convencido. Escribió rápidamente en su teléfono y mostró el mensaje a Rusia: "Todavía falta mucho. No quiero que nada salga mal". La importancia de este evento pesaba sobre él: una reunión de figuras clave en un majestuoso salón de la ciudad, decorado con elegancia y meticulosidad. Rusia, siempre atento, se mantenía a su lado, dispuesto a ayudar en lo que fuera necesario.

"Vamos a ver cómo va todo en el salón" indicó Alemania con un gesto, señalando a Rusia que lo siguiera. El cansancio era evidente en su rostro, pero su determinación era inquebrantable.

La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora