La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)

33. Te entiendo...

El reloj marcaba las 12:38 de la noche cuando Alemania se hundió aún más en el sofá, el humo de su cigarro elevándose lentamente en el aire, envolviéndolo en una nube grisácea. Rusia se sentó a su lado, más cerca que antes, con una expresión entre seria y preocupada. Había pasado ya un buen rato desde que Alemania escribió en su cuaderno, pero el peso de lo ocurrido seguía presente entre ellos.

Rusia observó el cuaderno con las letras distorsionadas de Alemania, la palabra "Francia" escrita con una rabia apenas contenida. El silencio en la habitación era sofocante, aunque no incómodo. Era el tipo de silencio que sólo existía entre personas que se entendían sin necesidad de palabras.

Rusia rompió ese silencio, no sin cierta timidez:
—Sabes, Ale... no tienes que enfrentar esto solo —murmuró, sus ojos buscando los de su amigo.

Alemania lo miró de reojo, sus ojos aún enrojecidos por las lágrimas contenidas. Aunque no podía hablar, la sensación de impotencia y humillación lo dominaba por dentro. "¿Cómo puedes entenderlo?", pensaba, pero al mismo tiempo, una parte de él se aferraba al apoyo que Rusia le ofrecía. Porque, aunque no lo quisiera admitir, necesitaba ese apoyo.

Sin saber bien qué hacer, Rusia se movió de forma torpe, cambiando de posición en el sofá hasta estar más cerca de Alemania, como si el simple hecho de estar físicamente más próximo pudiera aliviar el dolor de su amigo. Su mano rozó la de Alemania sin querer, lo que provocó que ambos se miraran por un segundo. Rusia apartó la vista rápidamente, un leve rubor coloreando sus mejillas.

—Lo siento —dijo Rusia, rascándose la cabeza, incómodo. Se sentía torpe, como siempre que intentaba ser vulnerable frente a Alemania, pero no podía dejar que eso lo detuviera. Ale necesitaba a alguien, y él estaba decidido a ser esa persona.

Alemania, con un gesto lento pero deliberado, tomó su cuaderno y comenzó a escribir nuevamente. Cada trazo era firme, como si canalizara la frustración que sentía en las palabras que no podía pronunciar. Finalmente, le pasó el cuaderno a Rusia.

"No quiero que me veas así. Soy un desastre."

Rusia leyó la frase, y su corazón se apretó en el pecho. Podía sentir el dolor de Alemania, pero también su deseo de aparentar ser fuerte. Tomó una bocanada de aire y soltó una pequeña risa, aunque con suavidad, intentando no incomodarlo.

—¿Sabes qué, Ale? Si tú eres un desastre, yo soy un huracán... —intentó bromear, su sonrisa tímida mientras miraba hacia el suelo. Quería aligerar el ambiente, pero no sabía si lo estaba logrando.

Alemania levantó una ceja, visiblemente sorprendido por el comentario. Era raro ver a Rusia tratando de ser gracioso, pero la pequeña chispa en sus ojos mostraba que lo había hecho bien. Rusia, al notar esa leve reacción, se sintió un poco más seguro y decidió seguir adelante.

—Y no te preocupes por lo que diga Francia. Él solo sabe hablar porque tiene miedo de no ser el centro de atención. No sabe lo fuerte que eres... ni siquiera sabe lo que has pasado. —Rusia hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Yo lo sé, y estoy aquí. No tienes que enfrentar esto solo, Ale. Tienes a alguien que siempre estará contigo, aunque no puedas decir nada.

Alemania soltó una bocanada de humo y bajó la mirada, su pecho aún apretado por la humillación de la noche. "No quiero que me tengas lástima", escribió en su cuaderno, pasándoselo nuevamente a Rusia.

Rusia leyó esas palabras y se sintió dolido, no por Alemania, sino porque entendía el dolor detrás de ellas. Tomó una decisión. Lentamente, se inclinó hacia adelante, acercándose aún más a Alemania, y sin decir una palabra, apoyó su frente contra la de él. El gesto fue íntimo, reconfortante. Era su manera de decir que estaba allí, que no lo juzgaba, que lo entendía.