Era una mañana gris en Berlín. El aire fresco entraba por las ventanas abiertas del apartamento de Alemania, que ya estaba acostumbrado al clima cambiante de la ciudad. Rusia estaba sentado en el borde del sofá, mirando a su alrededor, consciente de que era su último día en Berlín antes de regresar a casa. Una leve sensación de incomodidad flotaba entre ellos; ambos sabían que el tiempo se agotaba, pero ninguno de los dos parecía saber cómo abordar lo que realmente sentían.
Alemania estaba en la cocina, preparando café. Sus movimientos eran pausados pero precisos, como siempre. Rusia observaba desde lejos, sus manos inquietas jugueteando con los bordes de su abrigo. Quería decir algo, pero las palabras no salían. Había un torbellino de pensamientos en su cabeza, pero cada vez que intentaba formular una frase, la misma duda lo frenaba.
Finalmente, se levantó del sofá y caminó hacia la cocina. Se apoyó en el marco de la puerta, observando cómo Alemania vertía el café en dos tazas. El sonido del líquido llenando la cerámica parecía ser lo único que rompía el silencio en la habitación. Rusia soltó una risa nerviosa, lo suficientemente baja como para que Alemania apenas la notara.
—Siempre tan... eficiente, ¿eh? —comentó Rusia, sin mucha confianza en su propio tono.
Alemania, de espaldas a él, levantó una ceja pero no dijo nada. Sabía que Rusia se esforzaba por llenar el silencio, aunque no siempre con éxito.
Al acercarse, Rusia tomó una de las tazas, sus dedos rozando los de Alemania de forma accidental. El contacto fue breve, pero lo suficiente para que ambos lo sintieran. Rusia apartó la mano rápidamente, intentando no parecer demasiado afectado por el simple roce.
—Eh... gracias —murmuró, aunque sentía que la situación merecía algo más, algo que aún no podía expresar.
Alemania solo asintió, dando un pequeño sorbo a su café. Había algo en la torpeza de Rusia que siempre le resultaba entretenido. A pesar de la distancia que había mantenido, no podía evitar esbozar una sonrisa oculta tras la taza.
Se sentaron en la mesa, frente a frente. Rusia intentó empezar una conversación más profunda, algo que pudiera mostrar lo mucho que le importaba Alemania, pero las palabras seguían sin fluir. Así que, en lugar de hablar, se quedó observando la taza entre sus manos, como si el café tuviera las respuestas que buscaba.
—Ayer fue... fue un día complicado, ¿no? —Rusia soltó la frase de golpe, sin pensarlo mucho.
Alemania levantó la mirada hacia él, sus ojos azules fijos en los de Rusia. A veces le costaba entender por qué Rusia se enredaba tanto en sus propias palabras cuando estaba cerca de él. Sin embargo, al ver la expresión ansiosa de Rusia, decidió relajarse un poco. No quería que la tensión creciera aún más. Con un leve gesto de cabeza, Alemania asintió, como confirmando lo que Rusia decía.
Rusia tragó saliva. Sabía que Alemania no podía hablar, pero sentía que, de alguna manera, ese silencio siempre estaba cargado de significado. Era como si, a pesar de todo, pudieran comunicarse sin necesidad de palabras. Aun así, Rusia sentía una presión en el pecho; quería decir más, pero no encontraba la forma correcta de hacerlo.
—Voy a extrañarte —soltó, sin pensar, y luego sus ojos se abrieron de par en par al darse cuenta de lo que acababa de decir.
Alemania parpadeó, sorprendido por la sinceridad de la declaración. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro, pero no fue de burla, sino más bien de algo parecido a la ternura. El torpe intento de Rusia por expresarse le resultaba, en cierto modo, entrañable. Alemania sacó su teléfono y escribió un mensaje rápido, que luego le mostró a Rusia:
"Yo también te extrañaré."
Rusia soltó una risa nerviosa, rascándose la nuca. Nunca había sido bueno en estas cosas, y la simplicidad del mensaje de Alemania solo lo hacía sentir más ridículo. Pero, de algún modo, esa torpeza era lo que hacía que esos momentos fueran únicos.
ESTÁS LEYENDO
La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)
RandomAlemania es mudo sin embargo no siempre fue así. "Eres esa parte de mí que nunca supe que faltaba, como si mi corazón estuviera incompleto hasta que llegaste tú. Cada día que paso contigo me convence más de que estaba destinado a encontrarte, y aho...