26. EUA

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Aunque Rusia siempre había sido torpe al expresar sus emociones, no podía ignorar la forma en que su corazón se aceleraba cada vez que veía a Alemania. Los lazos de amistad que compartían comenzaban a desdibujarse en su mente, y aunque el miedo a ser rechazado seguía presente, la cercanía que habían construido lo empujaba a soñar con algo más. Esta noche lo había demostrado. Alemania se había permitido ser vulnerable con él, y Rusia había sentido un profundo deseo de protegerlo, de cuidarlo más allá de lo que un amigo haría.

Mientras tanto Alemania pues ya estaba mejor....Su cuerpo aún sentía el agotamiento de la noche anterior, pero había algo tranquilizador en saber que Rusia estaba allí. Se encontró con una taza de café caliente en la mesa y Rusia sonriéndole torpemente desde la cocina.

Alemania estaba sentado en el borde de su cama, con la luz de la tarde colándose suavemente por las cortinas. Había pasado toda la mañana evitando su reflejo, los recuerdos de lo sucedido aún demasiado frescos. Cada cicatriz en su piel contaba una historia, una que él preferiría olvidar pero que, de algún modo, seguía ahí dolientes bajo la superficie. La herida del cuello, siempre presente, era un recordatorio constante de lo que más odiaba de el, de los días oscuros que compartió con su difunta hermana bajo las garras de URSS.

Mientras pasaba la yema de los dedos sobre el ligero relieve de la cicatriz de su cuello, un recuerdo de ese entonces empezó a hacerse presente: una celda fría y húmeda donde él y su hermana Alemania Democrática dormían, sus cuerpos pequeños y temblorosos juntos para mantenerse calientes. Recordó cómo los barrotes los separaban de cualquier sentimiento de libertad, y cómo susurros de consuelo eran lo único que se podían ofrecer el uno al otro en medio de la oscuridad. Las pesadillas de aquellos días aún lo perseguían, y aunque su hermana ya no estaba, el peso de esos recuerdos lo aplastaba como una sombra que nunca terminaba de irse.

...

Era por la tarde, casi el final del día, cuando Rusia sugirió que salieran a dar un paseo por el parque cercano. Habían estado encerrados en casa, y él pensó que el aire fresco podría cambiar un poco el ambiente. Alemania no puso objeciones, aunque tampoco mostró entusiasmo. Simplemente asintió, tomó su chaqueta y salió con Rusia.

El parque estaba tranquilo a esas horas, con una luz dorada que lo cubría todo, creando sombras alargadas entre los árboles. Rusia intentaba mantener una conversación mientras caminaban lado a lado, pero sentía que cada palabra se estrellaba contra un muro. Alemania solo escuchaba, en silencio, fumando como solía hacerlo, y con su mirada fija en el sendero.

-Me ha gustado quedarme en tu casa, ¿sabes? -comentó Rusia, tratando de sonar despreocupado-. Es... diferente a estar en un hotel. Más... acogedor.

Alemania, como de costumbre, no respondió verbalmente. En su lugar, soltó una bocanada de humo y le lanzó una mirada rápida antes de seguir caminando. No era hostil, pero tampoco parecía importarle mucho lo que Rusia dijera. Parecía más bien que estaba ahí por deber, sin ningún interés real.

El silencio entre ellos se hizo más incómodo con cada paso. Rusia no sabía qué más decir. Había intentado sacar temas, pero siempre llegaban a un punto muerto. Después de un rato, decidió hablar sobre lo que había estado rondando en su mente desde que Alemania le contó, por mensaje, lo que le sucedió en el pasado.

-He estado pensando en lo que me contaste, lo de los soldados rusos... -Rusia se detuvo al ver que Alemania no mostraba ninguna reacción, pero aun así continuó-. No sé si debería hablar de esto, pero quiero entender más.

Alemania, en lugar de detenerse, simplemente sacó su teléfono y escribió con rapidez. Cuando terminó, se lo mostró a Rusia: "No tiene sentido hablar de eso. No va a cambiar nada."

La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora