35. Despedida

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La mañana en Berlín comenzó con una brisa fría, y el sol apenas se asomaba entre las nubes. Rusia había pasado la noche inquieto, dándole vueltas a lo que había sucedido el día anterior. Aunque la atmósfera entre él y Alemania se había aligerado, el peso de la despedida próxima lo mantenía nervioso. No sabía por qué, pero el hecho de que pronto regresaría a casa le dejaba una sensación de vacío, como si algo importante estuviera a punto de perderse.

Alemania, por su parte, parecía estar en su rutina normal. A pesar de que no podía hablar, su presencia era firme. Estaba de pie frente a la cocina, preparando café para los dos, mientras Rusia lo observaba desde el comedor, fingiendo que miraba su teléfono. Cada tanto, levantaba la vista y lo veía moverse con calma, como si el día fuera uno más en su vida.

Finalmente, Rusia se decidió a hablar.

-¿Estás seguro de que no necesitas que me quede más tiempo? -preguntó, intentando sonar casual, pero su tono traicionaba el leve nerviosismo que lo dominaba.

Alemania se giró para mirarlo, su expresión impasible. Tomó su teléfono que tenía sobre la mesa y escribió rápidamente antes de mostrárselo:

"Estoy bien. De verdad."

Rusia leyó el mensaje y asintió, aunque en el fondo deseaba que la respuesta hubiera sido diferente. Sabía que era absurdo, pero una parte de él se había acostumbrado a la compañía de Alemania, incluso a ese silencio que antes le resultaba incómodo. Ahora, parecía casi reconfortante.

Mientras ambos se tomaban el café, el silencio se instaló nuevamente, pero esta vez Rusia sintió una urgencia por romperlo. Quería decir algo significativo, algo que marcara este momento antes de que tuviera que irse.

-Sabes... -empezó, tamborileando los dedos contra la mesa-, no soy bueno con las despedidas. Siempre digo cosas raras o me quedo callado cuando no debo. Supongo que ya te diste cuenta.

Alemania levantó la vista de su taza, con una ligera sonrisa en los labios, como si la torpeza de Rusia siempre le causara gracia. Tomó su teléfono y escribió otra respuesta:

"Lo haces bien a tu manera."

Rusia soltó una risa suave. Se pasó una mano por el cabello, claramente incómodo pero agradecido por la respuesta. Había algo en la simplicidad de las palabras de Alemania que siempre lo hacía sentir un poco mejor consigo mismo.

-Bueno, supongo que es mi estilo, ¿no? Ser torpe -comentó, tratando de aligerar el ambiente-. Pero de verdad... creo que estas últimas semanas han sido... buenas. Aunque haya sido un desastre en muchas cosas.

Alemania lo observó un momento más, su mirada fija y serena, antes de escribir nuevamente:

"Has hecho más de lo que crees."

Rusia leyó esas palabras con atención, sintiendo cómo el nudo en su estómago se aflojaba ligeramente. Sabía que Alemania no era alguien que se expresara fácilmente, ni siquiera con sus escritos, pero esas palabras significaban más de lo que parecía. Para alguien como Rusia, que siempre dudaba de sí mismo, ese reconocimiento era algo importante.

El reloj marcaba el paso del tiempo, y Rusia sabía que no podía quedarse mucho más. Su vuelo de regreso a casa salía en unas horas, y aún tenía que hacer los arreglos finales. Se levantó de la mesa, su estómago todavía revuelto por la mezcla de emociones.

-Supongo que debería prepararme para irme -dijo en voz baja, sin mirarlo directamente-. No quiero llegar tarde al aeropuerto.

Alemania asintió con la cabeza, pero no hizo ningún esfuerzo por moverse de su lugar. Rusia lo miró una última vez antes de dirigirse a su habitación para recoger sus cosas. El apartamento de Alemania, aunque siempre le había parecido frío y distante, ahora tenía una calidez inesperada, como si su presencia lo hubiera transformado de alguna manera.

La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora