30. Oktoberfest

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Era el día del Oktoberfest y Alemania no podía estar más emocionado. Había estado esperando esta fecha desde hacía semanas y, a pesar de que no podía expresarlo con palabras, todo su lenguaje corporal transmitía entusiasmo. Caminaba a paso rápido, casi arrastrando a Rusia consigo, mientras se dirigían a la entrada del festival.

Rusia, por su parte, sonreía mientras observaba a su amigo. Ver a Alemania tan emocionado lo llenaba de ternura. Había algo encantador en la manera en que Alemania gesticulaba con las manos, señalando cada detalle a su alrededor. A pesar de no poder hablar, su alegría era contagiosa, y Rusia se dejó llevar por el ambiente festivo.

-Nunca te había visto tan emocionado -dijo Rusia, riendo mientras intentaba seguirle el paso. Alemania solo le dio una mirada rápida y una sonrisa cómplice, señalando la carpa principal donde estaban los barriles de cerveza.

El ambiente estaba lleno de música tradicional, risas y el sonido constante de los brindis. La multitud, vestida en trajes típicos, se movía con un entusiasmo desenfrenado. Alemania no perdió tiempo y fue directo a conseguir una jarra de cerveza para cada uno.

Al cabo de unos minutos, ambos ya tenían una enorme jarra en las manos. Alemania levantó su bebida, con una sonrisa divertida en el rostro, invitando a Rusia a brindar. Sin decir nada, ambos entrechocaron sus jarras y comenzaron a beber. El primer trago fue largo y refrescante, y para cuando terminaron, Alemania le dio una palmada amistosa a Rusia en la espalda, alentándolo a continuar.

-¿Estás tratando de ganarme en esto? -dijo Rusia con una risa, aunque sabía que con Alemania eso era casi imposible.

Con cada jarra que vaciaban, la risa se hacía más frecuente. Rusia notó que a medida que Alemania seguía bebiendo, sus gestos se volvían más grandes, más exagerados. Había algo casi infantil en su entusiasmo, y Rusia no podía evitar sentir cómo se le derretía el corazón al verlo tan feliz. Alemania incluso hizo algunos gestos exagerados para imitar las bromas de los músicos que pasaban cerca de ellos.

El ambiente se fue tornando más y más ruidoso a medida que la noche avanzaba. Las luces brillaban con más intensidad, la música se sentía más vibrante y, para cuando se dieron cuenta, tanto Alemania como Rusia estaban más que borrachos.

En un momento dado, Alemania hizo un gesto descoordinado, llevándose una mano a la cabeza como si estuviera mareado, y Rusia se echó a reír al verlo tambalearse. Decidió que era hora de descansar un poco, así que se apoyaron en una mesa cercana, ambos riendo como si el mundo entero no tuviera más preocupaciones.

-Ale... -dijo Rusia, tratando de encontrar las palabras adecuadas, pero su lengua parecía pesada por la cantidad de cerveza que había consumido-. Estás... adorable así. Siempre tan serio, pero hoy...

Alemania lo miró de reojo, con una ceja levantada, y le dio un leve empujón con el hombro, claramente bromeando. Aunque no podía hablar, sus ojos brillaban de una forma que Rusia no había visto en mucho tiempo. Esa chispa alegre, esa despreocupación. Lo hizo sentir algo en el estómago, una mezcla de nervios y emoción.

-¿Sabes? -Rusia continuó, hablando más de lo habitual debido al alcohol-. A veces siento que... somos como antes, cuando éramos pequeños, pero... más cercanos, ¿no?

Alemania lo miró, ladeando un poco la cabeza, como si quisiera entender más a fondo lo que Rusia trataba de decir. Luego, sonrió, dándole una palmada en la espalda a Rusia como si le estuviera diciendo "sí, lo sé".

De repente, sin previo aviso, Alemania se levantó tambaleándose y tomó a Rusia del brazo, arrastrándolo hacia la pista de baile. Rusia, sorprendido, no pudo evitar seguirle el ritmo, tropezando un poco pero sin dejar de reír. La música que tocaban era alegre, y aunque ninguno de los dos estaba en condiciones de bailar correctamente, eso no les importaba.

La suave vos de un ángel...(Rusger/Alemania×Rusia)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora