Conexiones familiares

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La temporada social londinense había comenzado, llena de lujos y expectativas, especialmente para los jóvenes en edad de contraer matrimonio. Anthony Bridgerton, vizconde y heredero de una de las familias más influyentes de Inglaterra, no estaba allí para disfrutar. Su objetivo era claro: encontrar una esposa perfecta. Una mujer que no le complicara la vida con amor o emociones innecesarias, sino que comprendiera su deber como vizcondesa.

Edwina Sharma parecía la elección ideal.

Desde el otro extremo del salón, Anthony la observaba conversar con su madre, Lady Violet, y Lady Danbury. La dulzura y serenidad de Edwina eran evidentes. Cada gesto suyo parecía cuidadosamente calculado, como si ya comprendiera el peso de ser la esposa de un vizconde. Anthony esbozó una sonrisa fría. Ella sería obediente, tranquila, justo lo que necesitaba para mantener su vida bajo control.

Pero, en medio de sus reflexiones, una figura del pasado captó su atención. Cassandra Ravenwood, la hija mediana de una familia tan prestigiosa como los Bridgerton, acababa de entrar en el salón.

Cassandra era todo lo que Anthony no deseaba en una esposa. Hermosa, sí, con un porte majestuoso que atraía miradas allá donde iba. Su cabello oscuro caía en elegantes ondas, y sus ojos brillaban con una inteligencia que a Anthony le resultaba irritante... y fascinante, a su pesar. Pero bajo esa belleza se escondía una mujer rebelde, de espíritu indomable, que desafiaba las convenciones sociales. No era dócil, ni manejable, y desde luego no encajaba en el ideal de esposa que Anthony había concebido.

Los recuerdos de su infancia con ella regresaron como una tormenta. Siempre había habido una tensión entre ellos, un constante tira y afloja. Anthony, el perfecto vizconde en formación, había encontrado en Cassandra una distracción molesta, y ella nunca dejaba de señalar lo rígido y controlador que era.

Desafortunadamente para ambos, sus familias habían trazado un plan. Lady Violet y Lady Danbury, junto con los Ravenwood, llevaban tiempo conspirando para unirlos en matrimonio, convencidas de que una alianza entre sus familias fortalecería su posición en la sociedad.

La sola idea de casarse con Cassandra provocaba en Anthony una mezcla de frustración y rebeldía. Edwina era la opción obvia, la decisión lógica. Pero su madre, Violet Bridgerton, no dejaba de insinuar lo "conveniente" que sería una unión con Cassandra. Las propiedades, las conexiones, el legado. Todo lo que ambos clanes necesitaban para consolidar su influencia.

Anthony miró con desdén cómo Cassandra saludaba a un grupo de jóvenes debutantes, sus modales impecables, pero sus ojos cargados de un aire de superioridad. Sabía que ella también lo despreciaba, y no era ningún secreto que preferiría casarse con un ladrón antes que con él.

—Una mujer fría y respondona como ella jamás soportaría ser vizcondesa —murmuró Anthony mientras avanzaba hacia Edwina. Pero antes de llegar, una voz helada y familiar lo detuvo.

—Bridgerton —dijo Cassandra, con un tono que apenas disimulaba su irritación—. Veo que sigues tan estirado como siempre. ¿No te cansas de comportarte como si tuvieras una vara clavada en la espalda?

Anthony apretó la mandíbula. "Perfecto", pensó. "Justo lo que necesitaba esta noche."

—Ravenwood —respondió sin mirarla directamente—. Siempre tan encantadora como de costumbre. No me sorprende que disfrutes arruinando momentos de paz.

—¿Paz? —se burló ella—. A lo que llamas paz, yo lo llamo aburrimiento.

Anthony entrecerró los ojos. Cualquier conversación con Cassandra terminaba de la misma manera: con ambos discutiendo hasta que uno de los dos se marchaba abruptamente.

Pero esta vez algo era distinto. La tensión entre ellos se sentía más pesada, casi palpable. Anthony no podía evitar preguntarse si esa misma tensión no era lo que sus familias veían como combustible para un matrimonio fructífero.

Lady Violet se acercó con una sonrisa satisfecha.

—Ah, Anthony, querido, qué alegría verte conversando con Cassandra. ¡Qué pareja tan encantadora haríais!

Anthony tragó saliva mientras su madre seguía sonriendo. "Encantadora" no era precisamente la palabra que él usaría.


La música de la orquesta flotaba en el aire, llenando el salón de baile con una atmósfera de elegancia y falsa cordialidad. Cassandra Ravenwood, hija mediana de una familia tan antigua y noble como los Bridgerton, miraba a su alrededor con una mezcla de resignación y desdén. Su madre, como de costumbre, la había arrastrado a otro de esos interminables bailes, convencida de que encontraría un buen partido. Y, para su irritación, los Bridgerton habían puesto sus ojos en ella.

"Por supuesto, ¿quién mejor que Anthony Bridgerton?", pensó con ironía mientras sus ojos recorrían el salón hasta detenerse en el vizconde. Alto, guapo, mujeriego y aburrido hasta la médula. Cassandra conocía bien esa expresión de superioridad que él llevaba como una segunda piel, como si el mundo entero debiera inclinarse ante su voluntad.

Habían sido enemigos desde que tenían uso de razón. Siempre compitiendo, siempre en desacuerdo. Y ahora, para su horror, sus familias conspiraban para unirlos en matrimonio. La idea era ridícula. Cassandra jamás se sometería a alguien como Anthony Bridgerton, un hombre que no veía más allá de su propio deber y que, probablemente, esperaría de ella una obediencia ciega.

Pero el juego estaba en marcha. Lady Danbury y su madre intercambiaban miradas cómplices desde el otro lado del salón, sin duda planeando su próxima movida para empujarlos el uno hacia el otro. Cassandra reprimió una sonrisa amarga. ¿Cómo podían ser tan ciegas? No había forma de que ella se casara con Anthony.

Mientras estas ideas rondaban su cabeza, lo vio acercarse. Su expresión era seria, como siempre. Quizá pretendía charlar con Edwina Sharma, la dulce y dócil joven que parecía ser su opción preferida. Pero algo cambió en su trayectoria, y de repente, estaba frente a ella.

—Ravenwood —la voz de Anthony sonaba tensa—, ¿estás disfrutando de la velada?

—Tanto como es posible en estas circunstancias —respondió Cassandra, sin molestarse en ocultar el sarcasmo.

Anthony entrecerró los ojos, claramente irritado por su tono. Pero, para su sorpresa, no se marchó. En lugar de eso, se quedó allí, observándola como si intentara desentrañar algún misterio oculto en su mirada.

Cassandra levantó una ceja, divertida.

—¿Algo más, Bridgerton? —preguntó con suavidad—. Pareces especialmente pensativo esta noche. ¿Demasiadas responsabilidades en tu impecable vida?

Su provocación había dado en el blanco. Anthony frunció el ceño, pero no se inmutó.

—Sabes bien que nuestras familias están trazando planes, Cassandra. Y aunque aborrezco la idea tanto como tú, no podemos ignorarlo. Hay que frenarlo.

—Ah, así que finalmente te has dado cuenta... —replicó ella con una sonrisa fría—. Me pregunto cuánto tardará tu madre en organizar el compromiso.

Sus palabras estaban cargadas de sarcasmo, pero una pequeña chispa de inquietud se encendió en su interior. ¿Qué haría si realmente la forzaban a casarse con él? ¿Sería capaz de soportar una vida a su lado, siempre en desacuerdo, siempre en guerra?

Mientras la música continuaba, Cassandra decidió que no, no se dejaría vencer tan fácilmente. Si Anthony Bridgerton creía que podía controlarla, estaba muy equivocado.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora