Imposible evitarlo

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La noche había caído sobre la residencia Bridgerton, y el ambiente en el interior era pesado tras los acontecimientos de la cena. Edwina, con el corazón a medio romper, se había retirado a su habitación. Anthony la había seguido, sabiendo que debía calmarla antes de que el daño fuera irreversible.

—Lo siento si te he hecho sentir mal, Edwina. No era mi intención... —le dijo en un tono bajo, casi en un susurro, cuando la encontró sentada frente a su tocador, mirando su reflejo con una tristeza que Anthony no pudo evitar notar.

Ella lo miró a través del espejo, tratando de forzar una sonrisa.

—Está bien, Lord Bridgerton. Solo... supongo que me dejé llevar por mis propias expectativas. —Hizo una pausa, sus ojos llenos de dudas—. Pero todavía creo en lo que podríamos tener.

Anthony sintió una punzada en el pecho. No quería lastimarla, no quería destrozar sus sueños. Edwina era perfecta a ojos de todos, la esposa ideal para él, pero no podía ignorar la verdad que latía en su interior. No la amaba. Y cada vez que lo intentaba, cada vez que se acercaba a esa decisión, Cassandra aparecía en su mente, destrozando todo lo que había planificado.

—Descansa, Edwina. Todo saldrá bien —le aseguró, aunque las palabras se sintieron vacías en su boca.

Ella asintió con una sonrisa más sincera y se retiró a dormir. Anthony salió de la habitación, dejando que su propia inquietud lo consumiera. Mientras caminaba por la residencia, buscando aire fresco, sus ojos se posaron en una figura familiar. Cassandra estaba sentada fuera, en un banco de su residencia.

Anthony se detuvo frente a ella, su respiración aún agitada por la caminata apresurada hacia el banco donde ella estaba sentada. La noche envolvía su figura, pero incluso en la penumbra, podía ver la tensión en su postura, el desafío en sus ojos.

—¿Qué demonios fue lo de la cena, Cassandra? —gruñó él, con una mezcla de enfado y frustración contenida—. Si querías fastidiar mi pedida a Edwina, lo has conseguido.

Cassandra lo miró con los ojos entrecerrados, desafiando su enfado con su propio fuego interior. Se levantó lentamente del banco, obligándolo a dar un paso atrás para no rozarla.

—¿Fastidiar tu pedida? —replicó, sarcástica—. No hace falta que yo haga nada, Anthony. Te estás complicando tú solito.

—¿Complicándome? —repitió, acercándose más, su cuerpo prácticamente rozando el de ella—. Lo único complicado aquí es entender por qué te empeñas en hacer esto más difícil de lo que ya es.

Cassandra rió con un deje amargo y se giró para alejarse, pero él la agarró del brazo, deteniéndola. La electricidad del contacto los sacudió a ambos, y por un momento, el silencio entre ellos fue más atronador que cualquier palabra.

—Recuerdo cada palabra, Cassandra. —Su voz era grave, cargada de una emoción que no lograba controlar—. Y sí, te dije muchas cosas en el balcón. La verdad. Pero también te dije que eso no podía cambiar nada. No va a cambiar nada.

—¿Estás seguro? —susurró ella, con una mezcla de desafío y vulnerabilidad en sus ojos.

La tensión entre ellos creció, como una cuerda a punto de romperse. Ambos sabían que había algo más que palabras entre ellos, algo que habían estado evitando, algo que ahora, bajo la luz tenue de la luna, se hacía imposible de ignorar.

—Sí —respondió Anthony, aunque su voz no tenía la convicción que esperaba.

—Mientes —acusó Cassandra, susurrando, como si la verdad entre ellos no pudiera pronunciarse en voz alta. Dio un paso hacia él, desafiante y, al mismo tiempo, perdida—. Sigues aquí, Anthony. A pesar de todo lo que dices, sigues viniendo a buscarme.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora