Encuentro en el balcón

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Anthony estaba apoyado en la barandilla del balcón, el aire fresco de la noche aliviando el calor que sentía en su pecho. Su mente divagaba, intentando desenredar la confusión que lo invadía desde la conversación con los Ravenwood. Escuchó pasos suaves detrás de él, pero no se giró.

—¿Podrías dejarme un momento a solas, por favor? —dijo con un tono algo impaciente, asumiendo que era Edwina.

—Lo siento, no sabía que estabas aquí. Me iré.

La voz no era la de Edwina. Anthony giró la cabeza rápidamente y se encontró con Cassandra. Ella ya había dado un paso atrás, dispuesta a marcharse, pero él la detuvo, su corazón dando un vuelco inesperado.

—No, quédate —dijo con rapidez, sintiendo una punzada de culpabilidad—. Te he confundido.

Cassandra lo miró por un momento, con la guardia baja, una vulnerabilidad en su expresión que rara vez mostraba. Asintió ligeramente y se quedó a su lado, aunque la tensión entre ambos era palpable, cargada de algo que ni uno ni otro se atrevían a nombrar. El silencio se alargó entre ellos, pesado y lleno de significados ocultos.

Finalmente, Cassandra rompió el silencio, su voz suave, casi vacilante, como si le costara admitir lo que estaba a punto de decir.

—Gracias... por lo que dijiste antes. No sé si lo decías en serio, pero... lo aprecio.

Anthony la miró de reojo, sorprendido por la sinceridad en sus palabras. Vio algo en su rostro que no había notado antes: una tristeza profunda, una lucha interna que parecía estar siempre oculta tras su fachada de frialdad.

—Lo decía en serio, Cassandra —respondió, su voz más suave de lo que esperaba—. Cada palabra.

Ella bajó la vista, jugando con el borde de su vestido como si estuviera incómoda bajo su mirada.

—Mi padre... no es fácil —dijo con un suspiro contenido—. No suelo hablar de esto, pero... gracias. No sé por qué, pero... necesitaba escucharlo.

Anthony sintió que algo en su interior se movía, algo que había mantenido bajo control durante demasiado tiempo. Mientras ella hablaba, sus palabras se volvieron un eco lejano en su mente. Estaba demasiado concentrado en cada pequeño detalle de su ser: la forma en que sus labios se movían, cómo sus ojos evitaban los suyos, la sutil tensión en sus hombros. Había algo tan delicado y frágil en ella en ese momento, algo que le provocaba un deseo inexplicable de protegerla.

Cassandra se dio cuenta de que él la estaba observando con intensidad, y levantó la vista con una ligera sonrisa irónica.

—¿Te ocurre algo? —preguntó, con una mezcla de curiosidad y burla en su tono.

Anthony parpadeó, volviendo al presente.

—Nada, nada... —se apresuró a responder, tratando de recomponerse—. Es solo que... no estoy acostumbrado a nuestras últimas interacciones. Han sido... diferentes. Más... amigables, diría.

Cassandra soltó una pequeña risa, aunque había una sombra de ironía en su tono, la chispa que siempre había definido su relación.

—No te preocupes, Lord Bridgerton. No será así por mucho tiempo. No sería propio de nosotros, ¿verdad?

Ambos rieron suavemente, compartiendo ese momento como dos enemigos que de repente encontraban consuelo en la compañía del otro. Pero la risa no disipaba del todo la tensión que crecía entre ellos, algo nuevo, algo que ambos estaban luchando por ignorar.

Cassandra, todavía sonriendo, dio un paso hacia atrás, preparándose para despedirse.

—Bueno, debería regresar. Gracias, de nuevo —dijo, su voz más suave de lo habitual, como si realmente no quisiera marcharse.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora