Encuentro en el hipódromo

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Anthony Bridgerton se encontraba en el hipódromo, observando con ojos distraídos cómo los caballos se alineaban para la próxima carrera. El aire estaba lleno de emoción y murmullos, pero a él apenas le interesaba. Los caballos, las apuestas, las conversaciones triviales... Todo era parte del mismo ciclo interminable de la temporada social, y Anthony lo soportaba porque era lo que se esperaba de él.

A su lado, Edwina Sharma hablaba con su habitual dulzura, sus ojos brillando mientras describía lo maravillosa que había sido la velada de anoche. Anthony asentía en los momentos adecuados, pero su mente estaba en otra parte. No era que no apreciara la compañía de Edwina; después de todo, ella era todo lo que buscaba en una esposa. Era hermosa, sí, pero más importante aún, era dócil, serena y obediente. No habría sorpresas con Edwina. No habría discusiones interminables ni desafíos. Solo una vida tranquila y predecible, justo lo que creía que necesitaba.

Pero mientras Edwina seguía hablando, Anthony no podía evitar sentir una extraña desconexión. Sus palabras, tan amables y bien intencionadas, le resbalaban sin dejar huella. Había algo en su perfección que le resultaba... insípido. Hermosa, sí, pero su belleza no despertaba en él ninguna pasión. La veía más como una opción lógica que como una persona. Un matrimonio con ella sería fácil, sin complicaciones, y le permitiría mantener el control sobre su vida sin las molestias de un romance turbulento.

—Anthony, ¿no es maravilloso? —preguntó Edwina de repente, interrumpiendo sus pensamientos.

Él parpadeó, volviendo su atención a ella, dándose cuenta de que no había escuchado nada de lo que había dicho.

—Sí, claro —respondió automáticamente, esforzándose por sonreírle. Pero su sonrisa no llegó a sus ojos, y algo en su expresión debió haber delatado su distracción, porque Edwina inclinó la cabeza, observándolo con una curiosidad suave.

—¿Estás bien? Pareces distante.

Antes de que pudiera responder, algo en la distancia captó su atención. Una figura familiar, elegante, avanzaba entre la multitud. Cassandra Ravenwood. Anthony sintió cómo su cuerpo se tensaba al instante, una reacción que siempre le provocaba su presencia. ¿Qué estaba haciendo ella aquí? No era un lugar en el que esperaba verla, y sin embargo, allí estaba, con su porte imponente y esa expresión de desdén que parecía reservada solo para él.

Apretó los dientes, sintiendo una irritación crecer dentro de él, una molestia que siempre aparecía cuando Cassandra estaba cerca. No podía evitarlo. Era como si ella personificara todo lo que no quería en su vida: caos, complicaciones y una testarudez que lo volvía loco.

Edwina, notando el cambio en su comportamiento, siguió la dirección de su mirada. Cuando vio a Cassandra, una sombra de incomodidad cruzó su rostro.

—¿Es ella... Cassandra Ravenwood? —preguntó con delicadeza, aunque era obvio que ya conocía la respuesta. Habían sido presentadas, después de todo, aunque la interacción había sido breve y superficial.

Anthony apenas asintió, su mandíbula todavía tensa.

—Sí —respondió escuetamente, sin querer añadir más.

Edwina lo observó con una ligera preocupación, sus ojos amables intentando comprender su reacción. Pero Anthony no estaba de humor para explicaciones. Cassandra parecía tener ese efecto en él: sacaba lo peor de su temperamento, incluso cuando él intentaba mantenerse calmado.

—Es... muy hermosa —comentó Edwina, intentando aliviar la tensión con un cumplido, pero Anthony no respondió. Sabía que Cassandra era hermosa. Eso era innegable. Pero esa belleza siempre venía acompañada de una frialdad que lo irritaba profundamente. Era como un campo de batalla cubierto de flores. Hermoso a primera vista, pero peligroso en su esencia.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora