Una chispa

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Anthony volvió a entrar al salón de baile con pasos firmes, pero su mente estaba todavía en el balcón. Las palabras de Cassandra resonaban en su cabeza, junto con la intensidad de esa conexión inesperada. No podía permitirse esos sentimientos, no cuando tenía claro que su vida debía ser guiada por la razón, no por el corazón.

Mientras intentaba recomponerse, vio a Edwina acercarse con una expresión brillante, radiante de alegría al verlo. Su sonrisa era encantadora, perfectamente adecuada para la esposa de un vizconde.

—¡Por fin te encuentro! —exclamó Edwina con entusiasmo, tomando su brazo con delicadeza—. He estado buscándote por todas partes, Anthony. ¿Dónde has estado?

Anthony le dedicó una sonrisa que esperaba fuera lo suficientemente convincente. Pero por dentro, su mente seguía envuelta en la conversación con Cassandra. Recordaba la manera en que ella había bajado la guardia por un momento, cómo se había abierto a él de una manera que nunca había imaginado. No, no podía permitirse pensar en eso. No podía dejar que la sensibilidad o el deseo lo nublaran.

—Disculpa, necesitaba un momento para tomar aire —respondió, su voz suave pero ligeramente distante. Luego, volvió su atención completamente a Edwina, recordándose a sí mismo por qué estaba allí—. Pero ahora estoy aquí contigo, que es donde debería estar.

Edwina lo miró, contenta de tener su atención. Era una joven brillante, inteligente, y con todas las cualidades necesarias para convertirse en la esposa ideal. Una esposa con quien Anthony sabía que podría construir una vida estable, basada en la conveniencia y el deber, sin la distracción del amor que había visto destrozar a su familia. No iba a dejarse llevar por el corazón, no como su padre. No cometería los mismos errores.

—¿Estás bien? Pareces... algo pensativo —preguntó Edwina, con una mirada curiosa.

Anthony hizo un esfuerzo consciente para suavizar su expresión y asintió.

—Estoy bien, solo estaba pensando en todo lo que ha pasado esta noche —respondió con calma—. La velada ha sido... interesante.

Edwina rió suavemente, sin captar la profundidad de lo que Anthony realmente quería decir.

—Sí, lo ha sido. Aunque debo decir que me he divertido mucho. Y me alegra que podamos pasar este tiempo juntos. —Sus ojos brillaron con una mezcla de inocencia y expectativa—. ¿Te gustaría acompañarme a otro baile?

Anthony asintió, más por hábito que por verdadera emoción. Edwina era perfecta, lo sabía. Era exactamente lo que necesitaba en su vida. Y, sin embargo, mientras caminaban hacia el centro del salón, no podía evitar sentir una leve punzada de incertidumbre. Sus pensamientos volvían, una y otra vez, a Cassandra Ravenwood, a lo que había dicho, a lo que él había sentido en esos momentos compartidos en el balcón.

Pero no. No iba a permitir que esos sentimientos se apoderaran de él. Había tomado una decisión hace mucho tiempo: no se casaría por amor, no dejaría que sus emociones lo llevaran por un camino incierto. Edwina era la elección correcta, la lógica. Y Anthony Bridgerton siempre elegiría la razón antes que el corazón.

Así que cuando tomó a Edwina por la cintura y la guió en el siguiente baile, sonrió. Fue una sonrisa estudiada, controlada, la de un hombre que sabía exactamente lo que tenía que hacer.


Cassandra había decidido mantenerse en las sombras, alejándose del bullicio del salón de baile después del intenso encuentro con Anthony. Sentía que su corazón latía demasiado rápido, confuso y lleno de emociones que no podía permitirse explorar. Pero justo cuando pensaba que podría escaparse sin ser notada, una voz conocida la detuvo.

—¡Lady Ravenwood! —exclamó Eloise Bridgerton, acercándose rápidamente con una sonrisa traviesa en los labios. A su lado, Penelope Featherington le dirigía una mirada cómplice—. ¿Qué le has hecho a mi hermano?

Cassandra, que todavía estaba tratando de procesar lo que había sucedido en el balcón, levantó una ceja con una sonrisa fingida, intentando mantener el aire de enemistad entre ellos.

—¿A tu hermano? —respondió con un tono despreocupado—. No estoy segura de a qué te refieres, Lady Eloise. Si acaso, es él quien siempre parece dispuesto a... provocarme. Hoy bajó la guardia, simplemente.

Eloise rió, pero no se dejó engañar por el tono de Cassandra. Sabía que había algo más entre su hermano mayor y la dama Ravenwood, aunque no podía precisar qué era exactamente. Penelope la observaba con curiosidad, sin intervenir, pero su mirada lo decía todo: estaban ambas intrigadas.

—Por favor —dijo Eloise, cruzando los brazos y mirándola con una mezcla de desafío y diversión—. Anthony nunca se comporta de manera tan... extraña con nadie. Debes haber hecho algo en su corazoncito y en esa coraza que siempre muestra.

Cassandra soltó una risa nerviosa, deseando poder desviar la conversación. No quería pensar en lo que había surgido entre ellos, en esa extraña chispa que se había encendido. Y, sin embargo, se encontraba haciéndolo, como si su mente no pudiera escapar de la imagen de Anthony mirándola de aquella manera.

—Dudo mucho que alguien pueda influir en tu hermano de esa manera —respondió Cassandra con una pizca de ironía—. Anthony Bridgerton hace lo que quiere, como siempre ha sido. Pero, si te preocupa, te aseguro que no hay nada entre nosotros.

Penelope intervino entonces, con una sonrisa más amable, tratando de suavizar la conversación.

—Eloise siempre se preocupa demasiado por su familia, especialmente por el vizconde... —comentó, mirando a su amiga con cariño—. Pero quizá deberíamos hablar de cosas más alegres. ¿Qué te ha parecido el baile, Lady Cassandra?

Cassandra se relajó un poco ante la pregunta, dejando que la conversación se tornara más ligera. Las tres damas hablaron animadamente durante unos minutos, intercambiando comentarios sobre los invitados, las modas, y, por supuesto, los últimos chismes de la temporada. Cassandra se permitió sonreír, e incluso reír, mientras intentaba ignorar el tumulto de emociones que Anthony había desatado en su interior.

Pero justo cuando pensaba que podía mantener su fachada, giró la cabeza hacia el centro del salón, donde la música envolvía a las parejas en un vals elegante. Sus ojos se posaron inevitablemente en Anthony, quien estaba bailando con Edwina. Una punzada inesperada atravesó su pecho, una mezcla de celos y anhelo que no podía reprimir. ¿Por qué sentía esto por él? ¿Por qué Anthony Bridgerton, de todas las personas?

Entonces, ocurrió. Anthony, con una mirada perdida en la pista de baile, la encontró entre la multitud. Fue un solo segundo, una chispa que se encendió entre ambos, pero suficiente para que él perdiera el ritmo. Dejó de moverse, su pie accidentalmente pisando el de Edwina.

—¡Ay! —exclamó Edwina con una sonrisa incómoda, tratando de disimular el pequeño tropiezo—. Anthony, ¡estás distraído!

Pero Anthony apenas reaccionó. Su mirada seguía fija en Cassandra, sorprendido de haberse quedado atrapado en su presencia incluso a la distancia. Cassandra lo vio claramente, sintió cómo el aire a su alrededor se volvía pesado. Él estaba igual de perdido que ella, y eso la aterrorizaba.

En ese momento, Cassandra supo con certeza que lo que había sucedido entre ellos no era una ilusión. Anthony sentía lo mismo. Y eso lo cambiaba todo. Un torbellino de emociones la golpeó de repente: miedo, deseo, confusión. No podía quedarse allí un segundo más.

—Lo siento, debo irme —murmuró apresuradamente, apartándose de Eloise y Penelope antes de que pudieran detenerla.

Con el corazón acelerado y la cabeza llena de pensamientos desordenados, Cassandra abandonó el baile, escapando de la tentación y del hombre que nunca había imaginado que pudiera hacerla sentir así.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora