Un juego más

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Cassandra se encontraba en los jardines de la residencia de Lady Danbury, disfrutando de un momento de soledad. La música del baile resonaba a lo lejos, pero no lograba calmar el caos en su mente. Desde la noche en que Anthony no apareció en los establos, la ira y la decepción la habían consumido. No entendía cómo alguien podía jugar tan cruelmente con los sentimientos de otra persona.

De repente, una voz familiar interrumpió sus pensamientos. Al girar la cabeza, vio a Anthony acercarse junto a Edwina. Cassandra sintió un nudo en el estómago, su corazón acelerado. Verlo de nuevo, después de semanas de silencio, solo avivó el fuego de su resentimiento.

Edwina sonrió tímidamente y lo animó a saludarla.

—Deberías hablar con ella, Anthony —dijo Edwina con dulzura.

Anthony se quedó inmóvil por un segundo, su mente un torbellino de emociones. Quería hablar con Cassandra, necesitaba hacerlo, pero no sabía cómo. Sus ojos se cruzaron con los de Cassandra, pero en lugar de encontrar la oportunidad de hablar, vio cómo ella se daba la vuelta y se marchaba rápidamente, sus pasos decididos y llenos de enfado.

Desesperado por detenerla, Anthony buscó una excusa para alejarse de Edwina.

—Perdona, Edwina. No tardaré.

Antes de que ella pudiera responder, Anthony se dirigió tras Cassandra, sin importarle las miradas curiosas de los invitados. La siguió a través de los pasillos de la casa, viendo cómo ella se escabullía en el primer cuarto que encontró. Sin dudarlo, Anthony entró tras ella y cerró la puerta con fuerza.

Cassandra estaba furiosa, su pecho subía y bajaba con rapidez. Se giró hacia él, sus ojos llenos de furia.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —exclamó ella, su voz temblando de ira.

—Cassandra, por favor... —Anthony intentó acercarse, pero ella dio un paso atrás, manteniendo la distancia entre ellos.

—¿Por favor? —Cassandra soltó una risa amarga—. ¿De verdad tienes la audacia de decirme "por favor"? Después de todo lo que hiciste... ¿O debería decir, lo que no hiciste? Me engañaste, Anthony. Jugaste con mis sentimientos, y luego te desapareciste como si nada.

Anthony intentó calmarla, su tono más suave.

—No quise hacerte daño, Cassandra. Todo se complicó...

—¡No me vengas con excusas! —interrumpió ella, dando un paso hacia él, su voz elevándose—. Fuiste tú quien empezó esto, quien me hizo creer que... —su voz se quebró, pero rápidamente recuperó la compostura—. Que esto significaba algo. Y luego, simplemente te fuiste.

Anthony sintió una punzada de culpa al ver el dolor en sus ojos.

—Sé que te fallé, pero no puedes entender lo complicado que es todo. No podía...

—¡No me digas lo que no puedo entender! —gritó Cassandra, empujándolo ligeramente—. No tienes idea de lo que me hiciste pasar. Pensé que... que tal vez sentías lo mismo. Pero está claro que solo fui un entretenimiento para ti, algo con lo que pasar el tiempo mientras decidías a quién realmente ibas a elegir.

Anthony la miraba intensamente, pero no había ninguna burla en su mirada. Solo había desesperación.

—Cassandra, te lo juro, no fue así.

Pero las palabras se perdían en la furia de Cassandra. Lo empujó nuevamente, sus manos en su pecho. Anthony, incapaz de resistir más, la tomó por la cintura, atrayéndola hacia él.

—Déjame, Anthony —murmuró Cassandra, aunque su voz sonaba menos firme, casi rogando.

—No puedo. —Anthony respondió, su aliento entrecortado mientras la mantenía cerca—. No quiero dejarte ir.

La rabia de Cassandra comenzó a mezclarse con algo más oscuro, más profundo. Intentó apartarlo, pero cada movimiento la acercaba más a él. Sus labios estaban a milímetros de distancia, y la tensión entre ellos se volvió insoportable.

Finalmente, la ira de Cassandra se transformó en una pasión desenfrenada. Sus labios se encontraron con los de Anthony en un beso lleno de necesidad y frustración. Cassandra intentaba resistir, recordándose a sí misma que no debía ceder, que él le había hecho daño. Pero sus manos, en lugar de empujarlo, se aferraban a él, arrastrándolo hacia ella.

Los dos se movieron con urgencia, despojándose de sus barreras y cualquier intento de control. La habitación se llenó de sus jadeos y del sonido de la ropa siendo arrancada. La pasión que había estado contenida durante semanas estalló en ese pequeño cuarto, mientras ambos se entregaban el uno al otro, incapaces de detenerse.

Cassandra sabía que estaba cometiendo un error, pero no podía evitarlo. Anthony, por su parte, sintió que finalmente estaba donde necesitaba estar, aunque supiera que lo que estaban haciendo estaba mal. Ninguno de los dos podía detenerse ahora.

Justo en el punto álgido de su apasionado encuentro, una voz clara y fuerte resonó en la habitación, congelándolos en el lugar.

—Bueno, bueno... No esperaba encontrarme con esta escena en mi propia casa —comentó Lady Danbury con su característico tono mordaz, desde la entrada, su bastón golpeando suavemente el suelo de mármol mientras sus ojos, llenos de una mezcla de sorpresa y diversión, recorrían la escena.

Cassandra y Anthony se separaron bruscamente, ambos luchando por recuperar la compostura. La respiración entrecortada y el caos en sus vestimentas eran imposibles de disimular. Cassandra, con el rostro encendido por la vergüenza y el enojo, intentó enderezar su vestido mientras Anthony se aclaraba la garganta, incapaz de mirar directamente a la anciana.

—Lady Danbury... —empezó Anthony, buscando desesperadamente algo que decir, pero cualquier excusa sonaba patética en su mente.

—No, no, no me expliques nada, querido —interrumpió ella, levantando una mano para silenciarlo—. Sé reconocer una situación cuando la veo, y créeme, he visto muchas en mi vida. —Hizo una pausa, su sonrisa misteriosa creciendo en su rostro—. Solo asegúrate de no causar un escándalo... aún más grande del que ya parece que tienes entre manos.

Cassandra, sin saber dónde esconderse, se apartó del borde de la cama y comenzó a recoger su abrigo, su mirada evitando la de Lady Danbury.

—Yo... no era mi intención... —balbuceó Cassandra, pero Lady Danbury se limitó a arquear una ceja.

—Querida, no te preocupes. Los jóvenes a veces se dejan llevar. Pero te advierto una cosa, y lo digo por tu bien. Este tipo de encuentros... pueden tener consecuencias que nadie desea. Así que, ¿qué tal si mantenemos esto en privado, para evitar que toda la alta sociedad de Londres lo sepa antes del desayuno?

Anthony asintió lentamente, aún sin palabras, pero Lady Danbury no había terminado.

—Y, Lord Bridgerton, si tienes algo que decirle a esta joven, más vale que lo hagas pronto. Ya no estamos en tiempos de juegos y niñerías. La vida es demasiado corta para malentendidos innecesarios. —Con esas palabras, Lady Danbury giró sobre sus talones y salió de la habitación, dejándolos sumidos en el incómodo silencio.

Cassandra evitó la mirada de Anthony mientras ajustaba su abrigo. El eco de las palabras de Lady Danbury resonaba en su mente, aumentando su confusión. Sin decir una palabra, salió apresuradamente de la habitación, dejando a Anthony solo, lleno de remordimientos y preguntas sobre lo que vendría después.

Lady Danbury, en su pragmatismo, ya sabía que había encendido una mecha. Ahora solo quedaba esperar a ver cómo estallaría todo.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora