El delicado arte de la provocación

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El té se sirvió con la precisión y elegancia habitual en la familia Bridgerton. Lady Violet charlaba animadamente con Edwina sobre las carreras y la temporada social, mientras Benedict y Eloise hacían lo suyo, manteniendo la conversación ligera y entretenida. Pero Cassandra, aunque participaba en la conversación, no podía evitar notar cómo Anthony la observaba de reojo, como si estuviera midiendo cada uno de sus movimientos.

Cuando finalmente terminó la merienda, la familia comenzó a dispersarse. Lady Violet se despidió de Edwina y Cassandra con una sonrisa cálida, y en cuestión de minutos, el grupo se dispersó. Sin embargo, justo cuando Cassandra pensaba que se libraría de cualquier encuentro incómodo con Anthony, lo encontró esperándola cerca del lago.

—¿Te vas ya, Cassandra? —dijo Anthony con una voz tan suave que casi la sorprendió. Casi.

Cassandra le lanzó una mirada desconfiada, deteniéndose a unos pasos de él. Sabía que Anthony no era un hombre de suavidades sin razón. Siempre había un propósito detrás de sus palabras.

—¿Te importa? —replicó ella, levantando una ceja, manteniendo su tono neutral, aunque por dentro estaba alerta.

Anthony se acercó un poco más, cruzando los brazos sobre su pecho, sin dejar de observarla con esos ojos que siempre parecían juzgarlo todo.

—En realidad, sí —dijo, y aunque su tono era casual, había algo en su expresión que la hizo sentir incómoda—. Me pregunto por qué has estado tan encantadora esta tarde. Es raro verte... tan amable.

Cassandra resopló, sin apartar la mirada.

—A veces, Anthony, es más fácil ser amable que gastar energía en discutir. Aunque, claro, contigo siempre es un desafío. Pareces tener un talento especial para sacar lo peor de las personas.

Anthony sonrió, y Cassandra no pudo evitar notar lo irritante que era esa sonrisa. Había algo en ella que siempre parecía sugerir que él sabía más de lo que decía.

—¿Y tú no tienes un talento especial para eso mismo? —replicó él, inclinándose ligeramente hacia ella—. Admito que eres única en tu habilidad para sacarme de quicio. Es casi... admirable.

Cassandra lo observó con ojos entrecerrados, tratando de entender si estaba siendo sarcástico o si había algo más detrás de sus palabras. Había un tono extraño en su voz, algo que no solía asociar con él. Y aunque sabía que no debía caer en sus juegos, no pudo evitar morder el anzuelo.

—Si estás intentando halagarme, Bridgerton, lo estás haciendo fatal.

Anthony dejó escapar una risa baja, y sus ojos brillaron con una chispa que Cassandra no pudo identificar del todo. Luego, dio un paso más hacia ella, acortando la distancia entre ambos. Cassandra se mantuvo firme, negándose a retroceder.

—No te equivoques, Cassandra —dijo Anthony con una voz más baja y profunda—. Lo que hago contigo no es un halago. Es un desafío. No eres como las otras mujeres que conozco. Y eso... eso es irritante. Y, en ocasiones, fascinante.

Cassandra lo miró fijamente, sin saber si debía reírse o golpearlo por su arrogancia. Había algo en la manera en que la estaba observando que la hacía sentir vulnerable, y eso era lo último que quería que Anthony Bridgerton viera en ella.

—¿Irritante y fascinante? —repitió ella, con un tono lleno de incredulidad—. Me parece que tu concepto de coqueteo es tan anticuado como tus ideas sobre el matrimonio.

Anthony ladeó la cabeza ligeramente, con una media sonrisa que solo lo hacía parecer más insolente.

—Si estuviera coqueteando contigo, Cassandra, créeme, lo sabrías. Y, para tu información, no lo estoy.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora