Pasión

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Anthony la observaba con una mezcla de ternura y dolor en sus ojos mientras la guiaba con suavidad hacia su baño personal. Había tanta dulzura en cada uno de sus gestos que Cassandra, a pesar del dolor físico, se sintió abrumada por la sensación de seguridad que él le ofrecía. Cada caricia, cada mirada, parecían decirle que, al menos por esa noche, no tendría que cargar con el peso del mundo sola.

—Mi doncella preparó la bañera para mí, pero creo que te vendrá mejor a ti —dijo Anthony con una sonrisa suave mientras la ayudaba a desvestirse con cuidado, observando cada herida en su piel como si fueran puñaladas en su propio corazón.

Cassandra, vulnerable como nunca antes, lo dejó hacer, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza por algo más que el dolor físico. Sus manos, tan cuidadosas, desabrochaban cada prenda con una delicadeza que le sorprendió. Anthony no era solo el hombre que conocía, seguro y dominante. En ese momento, era un hombre profundamente enamorado, dispuesto a hacer cualquier cosa por ella.

—No tienes que hacer esto —susurró Cassandra, sintiéndose expuesta de una manera que iba más allá de lo físico. Había algo en cómo él la miraba, una intensidad que nunca había experimentado antes.

—Sí, tengo que hacerlo —respondió él, su voz ronca, apenas controlando las emociones que se arremolinaban en su interior—. Porque no puedo soportar verte así. Quiero cuidarte... protegerte, Cassandra. Déjame hacerlo.

Cassandra sintió un nudo en la garganta. Nadie nunca había querido protegerla de esa manera. Su mundo siempre había estado lleno de sombras, de peligro, y ahora, este hombre que estaba frente a ella, tan fuerte y tan vulnerable a la vez, le ofrecía algo que nunca había tenido: amor incondicional.

Anthony la ayudó a entrar en la bañera, asegurándose de que estuviera cómoda antes de tomar una esponja y comenzar a lavar con suavidad cada rincón de su cuerpo. Se movía con una concentración y un cariño que la conmovieron profundamente.

—¿Sabes? —dijo él con una pequeña sonrisa—. Siempre pensé que la vida iba a ser sencilla, siguiendo el plan que todos esperaban de mí. Casarme con Edwina, cumplir con mi deber. Pero luego apareciste tú... y todo cambió.

Cassandra, con los ojos cerrados, dejó que las palabras de Anthony llenaran el aire, mientras el calor del agua aliviaba su cuerpo.

—Yo también lo pensé —murmuró—. Que todo estaba destinado a seguir un curso, aunque no fuera el que deseaba. Nunca pensé que podría tener algo... así.

Anthony dejó la esponja a un lado y, con una suavidad que la hizo estremecerse, la besó en la frente. Un gesto lleno de amor, de promesas no dichas.

—No sé cómo será el futuro, Cassandra, pero lo único que sé es que no puedo dejarte ir. No ahora.

Ella abrió los ojos, y por un momento, ambos se miraron en silencio, dejando que la profundidad de sus sentimientos hablara por ellos.

—¿Por qué me haces esto? —preguntó Cassandra con una sonrisa temblorosa, tratando de aligerar el momento, aunque en el fondo sabía que lo que sentía era demasiado fuerte para ignorarlo.

—Porque creo que... puedo llegar a quererte —respondió él, sin titubear—. Y porque no hay nada más en este mundo ahora mismo para mí.

Cassandra se quedó sin palabras, sintiendo cómo el amor de Anthony la envolvía por completo. Se inclinó hacia él, y sin pensar, lo besó. Fue un beso suave, lleno de ternura, un reflejo de todo lo que ambos sentían en ese momento.

—Anthony... —susurró ella cuando el beso terminó—. No sé cómo vamos a salir de esto, pero sé que... por primera vez, no tengo miedo.

Anthony la abrazó, apoyando su frente contra la de ella.

—Tampoco yo —respondió en un susurro—. Pero estaremos juntos, de una forma u otra. Eso te lo prometo.

En ese momento, el mundo exterior dejó de existir. Eran solo ellos, el sonido del agua, y el latido de sus corazones.

—Hoy duermes aquí. No pienso dejarte ir a ningún otro lugar, Cassandra.

Ella levantó la mirada, con una mezcla de sorpresa y preocupación. Aunque sentía lo mismo, una parte de ella todavía luchaba con la realidad de su situación.

—¿Y tu madre? ¿Y tus hermanos? —preguntó en voz baja, insegura, aunque en el fondo deseaba quedarse.

Anthony negó con la cabeza, sin apartar los ojos de ella.

—Nada de eso importa esta noche —respondió con firmeza—. Lo único que me importa ahora mismo eres tú, y que estés a salvo. Todo lo demás... puede esperar.

El tono en su voz, tan decidido, la hizo sentir segura, como si estuviera exactamente donde debía estar. Anthony la ayudó a salir de la bañera, envolviéndola en una toalla antes de cargarla con cuidado hacia la cama. La depositó suavemente sobre las sábanas, inclinándose para besar su frente con una devoción que le hizo sentir que nunca nadie la había querido de esa manera.

Con delicadeza, Anthony se arrodilló a su lado y, uno por uno, comenzó a besar cada herida en su cuerpo. Los labios de él apenas rozaban su piel, pero con cada beso, Cassandra sentía que se estaba curando de más que solo sus heridas físicas. Se trataba de un amor que iba más allá de lo físico, un amor que la envolvía por completo, hasta las partes más rotas de su alma.

—No tienes que hacer esto... —murmuró Cassandra, aunque sus palabras carecían de convicción.

—Sí, lo necesito —respondió él, mirándola a los ojos con una intensidad que la hizo temblar—. Necesito mostrarte cuánto me gustas, Cassandra. Porque nunca en mi vida había necesitado tanto a alguien como a ti.

Con cuidado, Anthony la despojó de la toalla, deslizándola sobre su piel con la misma ternura que había mostrado al lavarla. Sus manos eran suaves y firmes a la vez, recorriendo su cuerpo con una devoción que la dejó sin aliento. Cuando finalmente se inclinó para besarla, lo hizo con una mezcla de pasión contenida y amor incondicional.

—Dime si te duele... —susurró él, mientras sus labios descendían lentamente por su cuello, hacia las marcas que cubrían su piel—. Quiero que esta noche solo sientas amor... no más dolor.

Cassandra cerró los ojos, permitiéndose disfrutar de la sensación de cada caricia, de cada beso que él le daba. Por primera vez en mucho tiempo, se sentía completamente amada, completamente deseada, y no había ningún lugar en el mundo donde preferiría estar.

Con una suavidad infinita, Anthony la hizo suya, cuidando cada movimiento para no lastimarla. A pesar de la pasión que sentía, la trató con un cuidado que la conmovió profundamente. El amor que compartían en ese momento no era solo físico; era un vínculo que iba más allá de las palabras, más allá de cualquier obligación o expectativa.

Cuando todo terminó, Anthony la sostuvo en sus brazos, besando su frente una vez más.

—Te prometo que encontraré una manera —dijo en voz baja—. Para que estemos juntos. No sé cómo, pero no pienso dejarte ir, Cassandra.

Ella se acurrucó contra su pecho, escuchando el latido de su corazón mientras sus propios ojos se cerraban lentamente. Por primera vez en mucho tiempo, se permitió soñar con un futuro donde el amor que compartían no tuviera que esconderse.

—Yo también lo quiero, Anthony —susurró antes de quedarse dormida, sintiendo que, al menos por esa noche, todo estaba bien en el mundo.

Y mientras ella dormía, Anthony la sostuvo con fuerza, decidido a protegerla de todo y de todos, sin importar lo que costara.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora