La realidad de Cassandra

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El carruaje avanzaba lentamente a través del parque, el sonido de los cascos de los caballos resonando de manera monótona en los oídos de Cassandra. Estaba sentada junto a Lord Stanton, observando con una expresión educada cómo el paisaje se deslizaba ante ellos. El sol de la tarde se filtraba a través de las hojas, proyectando sombras suaves en el rostro de su acompañante, quien hablaba con entusiasmo sobre algún tema que apenas estaba escuchando.

"Un trofeo," pensó Cassandra, mientras asentía de forma automática a algo que Lord Stanton acababa de decir. Sabía que eso era lo que él veía en ella. No era la primera vez que un hombre la cortejaba por lo que representaba, no por quien realmente era. Una mujer de buena familia, con una apariencia que la sociedad consideraba "perfecta" para exhibir en eventos. "Una joya para cualquier hombre," solían decirle.

Pero detrás de las sonrisas educadas y los cumplidos cuidadosamente calculados, Cassandra sabía que para Lord Stanton ella no era más que una conquista, un título más en su lista de logros sociales. Era hermosa, según decían, pero esas palabras se sentían vacías. Se veía en el espejo cada día y no encontraba lo que los demás veían. Su cabello, siempre perfectamente peinado, sus ojos que nunca revelaban demasiado, su porte que ocultaba cualquier duda... todo era una fachada.

—Y, claro, el Derby de Ascot será un evento espectacular este año —dijo Lord Stanton, rompiendo sus pensamientos. Él continuaba hablando, absorto en sus propias palabras—. Estoy seguro de que será la cita perfecta para exhibir las nuevas adquisiciones de mi establo. Mis caballos han estado entrenando sin descanso.

Cassandra hizo un esfuerzo para sonreír, aunque el entusiasmo en su rostro era inexistente.

—Debe de ser emocionante —respondió, aunque su tono apenas reflejaba interés.

Lord Stanton no lo notó. No parecía capaz de notar mucho más allá de sí mismo. Cassandra lo escuchaba seguir hablando sobre sus caballos, sus tierras y sus "magníficos planes" para el futuro. Ella asentía de vez en cuando, manteniendo la compostura que se esperaba de una dama en su posición, pero su mente estaba en otro lugar.

O más bien, en otro hombre.

Sin quererlo, sus pensamientos regresaban una y otra vez a Anthony Bridgerton. Desde el encuentro en la galería, no había podido sacarlo de su mente. La manera en que la había mirado, esa chispa de algo que no podía definir. Se odiaban, sí, o al menos eso era lo que siempre habían dicho y lo que ella misma creía. Pero había algo en sus interacciones que la descolocaba. Una tensión que no encontraba en ningún otro lugar.

Incluso ahora, en medio de una cita perfectamente aceptable con Lord Stanton, su mente volvía a él. A sus comentarios sarcásticos, a la forma en que la desafiaba constantemente. No había nada fácil en Anthony Bridgerton. Nada simple, nada predecible. Y eso, en algún retorcido rincón de su mente, lo hacía mucho más interesante de lo que debería ser.

—¿Cassandra? —La voz de Lord Stanton interrumpió sus pensamientos, llamándola de vuelta al presente—. ¿Estás bien?

Cassandra parpadeó, dándose cuenta de que había perdido el hilo de la conversación. Volvió a asentir, fingiendo una sonrisa que no sentía en absoluto.

—Sí, disculpa. Estoy... distraída.

—Es comprensible, con tantos compromisos sociales esta temporada —respondió él, claramente ajeno a su verdadero estado de ánimo—. Pero debo decir que tu compañía es un verdadero deleite, Cassandra.

Sus palabras, aunque educadas, se sentían vacías. No había calidez, no había nada que indicara que Lord Stanton la veía como algo más que un complemento ideal para su vida perfectamente ordenada. Cassandra deseó que hubiera algo más allá de las apariencias, algo más que esta rutina aburrida de sonrisas y cumplidos vacíos.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora