Castigo

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Richard cerró la puerta con un golpe sordo, su rostro transformado por la furia contenida. Sus ojos, inyectados de odio, se clavaron en Cassandra, quien mantenía la compostura, aunque el dolor físico del castigo anterior aún se sentía en cada fibra de su cuerpo.

—¡Mira lo que has hecho! —rugió Richard, señalando hacia la puerta que Anthony acababa de cerrar—. ¡Ahora todos los Bridgerton creen que soy un maltratador! ¡Que soy un monstruo!

Cassandra, de pie frente a él, lo miró con los ojos llenos de una mezcla de desafío y desprecio. No se dejaría amedrentar, no esta vez.

—¿Creen? —dijo ella con la voz firme, aunque temblaba de dolor por dentro—. Lo que ven es lo que eres.

Esa simple frase pareció encender aún más la rabia de Richard. Sin más preámbulos, la agarró con fuerza del brazo, sus dedos clavándose en su piel con brutalidad, y comenzó a arrastrarla hacia el sótano. Cassandra luchó por mantenerse firme, pero el dolor la debilitaba.

—¡Al sótano! —gruñó Richard, con la respiración entrecortada por la furia—. ¡No he terminado contigo! ¡Esta vez te voy a enseñar a no desafiarme! ¡A saber cuál es tu lugar!

Cassandra intentó liberarse, pero su fuerza no era suficiente contra la de su padre. A cada paso hacia el sótano, el miedo y el dolor se mezclaban con la ira que aún ardía en su interior.

—¡Papá, por favor, no! —gritó Edward, su voz quebrada por la desesperación.

Eleanor corrió tras ellos, sus manos temblorosas intentaron sujetar a Richard por la manga para detenerlo. La desesperación en su rostro era evidente mientras intentaba razonar con él.

—Richard, por favor, ¡detente! —suplicó, tratando de calmarlo—. No así, no con nuestra hija...

Pero Richard no tenía intenciones de detenerse. Con un empujón brutal, lanzó a Eleanor al suelo, donde cayó pesadamente, golpeando su cabeza contra el borde de una silla. Un gemido de dolor escapó de sus labios mientras intentaba levantarse.

Cassandra, al ver a su madre caer, sintió una ráfaga de terror y rabia que casi la dejó sin aliento. Intentó zafarse una vez más, girando para mirar a su padre con los ojos llenos de odio.

—Eres un cobarde —escupió con las palabras llenas de veneno—. Un cobarde que se oculta detrás de su propia violencia porque no puede soportar lo débil que es en realidad.

La respuesta de Richard fue un tirón más fuerte, arrastrándola hacia el oscuro sótano donde siempre la esperaba el cinturón.


Anthony no podía sacarse de la cabeza lo sucedido la noche anterior. Cassandra. Su nombre resonaba en su mente como un eco constante, y su cuerpo todavía respondía a la memoria de sus besos, de sus manos... Se sentía atrapado entre dos mundos: el que estaba destinado a habitar con Edwina y el otro, mucho más caótico y visceral, que le pertenecía a Cassandra. A pesar de sus mejores esfuerzos, su mente volvía una y otra vez a los Ravenwood y al secreto oscuro que intuía en esa familia.

La mañana en Aubrey Hall comenzó tranquila, con los Bridgerton y las Sharma disfrutando de un desayuno al aire libre. Violet, con su habitual energía, sugirió una partida de Pall Mall.

—¡Deberíamos invitar a los Ravenwood! —anunció alegremente mientras se servía otra taza de té.

Edwina, que intentaba mantener una expresión amable, se removió en su asiento. La idea no le hacía mucha ilusión, pero no podía mostrar su desagrado abiertamente, así que asintió con una sonrisa forzada.

—Suena... encantador —respondió con un tono que pretendía ser entusiasta, pero que no convencía a nadie.

Los demás Bridgerton parecieron estar de acuerdo, pero fue Anthony quien, de repente, como si un pensamiento lo hubiese golpeado de lleno, asintió con una sonrisa. No pudo evitarlo; la idea de verla de nuevo, incluso en una situación pública, lo excitaba más de lo que debería. La perspectiva de tener a Cassandra cerca lo sacaba de su estado de aturdimiento y lo anclaba a la realidad de una manera que nada más conseguía hacer.

—Creía que no soportabas a Cassandra —comentó Edwina, mirándolo con curiosidad.

Anthony, sin perder la compostura, intentó engañarla con una sonrisa despreocupada.

—Ya, pero adoro a sus hermanos —respondió con un tono casual, que no convenció a Edwina ni por un segundo.

Edwina cruzó miradas con Kate, quien alzó una ceja en señal de alerta. Ambas sabían que algo no cuadraba, pero por el momento, ninguna dijo nada más.


Desde la perspectiva de Cassandra, la mañana había sido tensa. El ambiente en la casa de los Ravenwood siempre se sentía pesado después de una noche como la anterior. Su cuerpo aún dolía, pero, gracias a Dios, ninguna de las heridas era visible. Todo estaba cubierto por el vestido que llevaba, pero el recuerdo de la violencia de su padre aún la perseguía.

Cuando el timbre sonó, un sobresalto recorrió su cuerpo. Fue a abrir la puerta, encontrándose cara a cara con Lady Violet Bridgerton, cuya sonrisa cálida iluminó la entrada.

—¡Cassandra, querida! —saludó Violet con un abrazo amistoso—. Pensamos que podrías unirte a nosotros para una partida de Pall Mall. ¡Toda tu familia está invitada, por supuesto!

Cassandra vaciló, el peso de la decisión presionándola. No estaba segura de querer estar cerca de Anthony, especialmente después de lo que había pasado entre ellos. Pero antes de que pudiera responder, Richard intervino, con su tono autoritario.

—Por supuesto que iremos —anunció, como si no hubiera otra opción—. No querríamos rechazar una invitación tan amable de los Bridgerton. Será bueno para todos.

Cassandra asintió, sabiendo que cualquier resistencia sólo provocaría más problemas más tarde.

—Gracias, Lady Bridgerton —dijo con una sonrisa forzada, intentando mantener la compostura.

Richard añadió con un tono fingido de casualidad:

—Yo me quedaré aquí para cuidar de los caballos. No quiero arruinar el juego.

Eleanor exhaló un suspiro de alivio apenas perceptible, agradecida de que su marido no los acompañara. Parecía un respiro del tormento constante que vivían en su casa. Cassandra, por su parte, seguía sintiendo el nudo en su estómago. Sabía que no podría escapar del todo a la presencia de Anthony. No después de lo que había pasado la noche anterior. Y, sin embargo, no podía evitar sentirse atraída hacia él, como una mariposa hacia la llama.

Con su madre y hermanos siguiéndola, Cassandra se preparó mentalmente para enfrentar el caos emocional que sabía que la esperaba en la casa de los Bridgerton.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora