Rivalidad infinita

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Cassandra se sentó frente al tocador, dejando que la suave brisa de la tarde londinense entrara por la ventana entreabierta. Su doncella, Lucy, estaba detrás de ella, desenredando con cuidado los mechones oscuros de su cabello. La rutina de cada día, normalmente tan tranquila, se sentía hoy como un respiro necesario después del encuentro con Anthony Bridgerton y el té vespertino. Cassandra aún podía sentir la tensión acumulada en sus hombros.

—Señorita Cassandra, ¿le ocurre algo? —preguntó Lucy con su tono habitual de curiosidad discreta—. Parece más pensativa de lo normal.

Cassandra esbozó una sonrisa forzada en el espejo. Era inútil intentar ocultar sus emociones frente a Lucy, quien había estado a su servicio desde hacía años y la conocía mejor que la mayoría. Eran algo parecido a amigas.

—No es nada importante, Lucy. Solo estoy cansada —respondió, evitando mirar directamente a su reflejo.

Lucy, sin embargo, no se dejó engañar. Continuó peinando el cabello de Cassandra, sus movimientos pausados y calmados mientras su mente parecía ir tejiendo ideas.

—¿Será acaso que un joven ha logrado robar el corazón de mi señorita? —insinuó con un tono alegre, casi bromista.

Cassandra soltó una pequeña risa sarcástica. La idea de que alguien pudiera "robarle el corazón" en este momento le parecía ridícula. No después de haber pasado la tarde en medio de juegos y tensión con Anthony Bridgerton.

—Ni lo sueñes, Lucy —respondió con firmeza—. No hay nadie que tenga esa suerte. O esa desgracia.

Lucy, sin embargo, no se desanimó. Una sonrisa traviesa apareció en su rostro mientras sujetaba el cabello de Cassandra para empezar a trenzarlo.

—Bueno, he oído algunos rumores por la casa... Parece que el nombre Bridgerton está en boca de más de uno últimamente. —La doncella hizo una pausa significativa—. ¿Es que el vizconde ha llamado su atención?

Cassandra apretó los labios y respiró hondo antes de contestar, tratando de contener la irritación que la invadió al escuchar ese apellido.

—¡Ni me lo nombres! —soltó, casi escupiendo las palabras. Su reflejo en el espejo mostraba claramente el disgusto en sus ojos—. El vizconde es la última persona que debería preocuparme. De hecho, preferiría no volver a cruzarme con él en lo que queda de la temporada, o de mi vida, si es posible.

Lucy, a pesar de la respuesta, no pudo evitar reírse suavemente. Era raro ver a Cassandra tan afectada por alguien, y aunque sabía que la joven Ravenwood lo negaría, la intensidad de su reacción decía mucho más que sus palabras.

—Como diga, señorita —dijo Lucy, conteniendo la risa mientras seguía trenzando el cabello—. Pero a veces, lo que más nos irrita es lo que más nos importa, aunque no queramos admitirlo.

Cassandra soltó un suspiro exasperado, aunque algo en el fondo de su mente se inquietaba ante esas palabras. No, no podía ser cierto. Anthony Bridgerton no era más que una espina en su costado, un obstáculo en su vida, nada más.

Pero mientras Lucy terminaba de peinarla, Cassandra no pudo evitar que sus pensamientos volvieran a ese momento, a esa mirada de desafío, a la tensión que se había formado entre ambos. Fingió que no le importaba, pero la verdad era más complicada de lo que quería admitir.

—Lucy —dijo finalmente, en un tono más suave—, te aseguro que el vizconde no significa nada para mí. Nada.

La doncella asintió, aunque su expresión seguía siendo incrédula.

—Lo que usted diga, señorita. Pero recuerde, a veces el corazón tiene su propio modo de decidir las cosas.

Cassandra cerró los ojos, dejando que las palabras de Lucy se desvanecieran en el aire. No, el corazón no tenía nada que ver con esto. O al menos, eso quería seguir creyendo.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora