Epílogo

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El día amaneció con un aire suave y templado, como si la naturaleza misma quisiera bendecir la unión de Anthony y Cassandra. La boda, aunque pequeña y sencilla, irradiaba una belleza que no dependía de la grandeza ni del lujo, sino de algo mucho más puro: el amor que ambos compartían.

La ceremonia se celebraba en una iglesia discreta, alejada del bullicio de Londres, en un rincón donde ni las expectativas de la nobleza ni las imposiciones sociales podían alcanzarlos. Entre los pocos asistentes, destacaban la madre de Cassandra, con lágrimas de orgullo en los ojos, y su hermano pequeño, que sonreía tímidamente desde el banco. Aquel no era un evento de pomposidad y esplendor, sino de intimidad y verdad.

Y allí, en el papel de la figura más importante de la ceremonia, caminaba Lucy, la fiel amiga y criada de Cassandra. Con los ojos húmedos de emoción, Lucy guiaba a su señora hasta el altar, consciente del honor inmenso que Cassandra le había dado. El lazo que compartían iba más allá de lo convencional entre ama y criada. Eran amigas, confidentes, y ese momento lo sellaba para siempre. Anthony, desde su lugar en el altar, la observaba con una mezcla de admiración y amor. Era la mujer más hermosa que jamás había visto, pero era su fortaleza, su valentía y su alma indomable lo que lo había cautivado desde el principio.

Cassandra llevaba un vestido sencillo, de una tela suave que se ajustaba perfectamente a su figura, sin excesos, solo pura elegancia. Sobre su frente, una delicada diadema de piedras brillaba con una sutil luz, realzando la suavidad de sus rasgos. El vestido no hacía falta que fuera ostentoso; lo que lo hacía especial era cómo reflejaba la esencia de Cassandra: simple, auténtica y bella en su propio derecho. Mientras avanzaba junto a Lucy, los pasos de Cassandra parecían flotar, y su mirada se encontró con la de Anthony, que no podía apartar los ojos de ella.

Lucy, con una sonrisa temblorosa y llena de orgullo, entregó finalmente a Cassandra a Anthony, y en un gesto silencioso, Cassandra le apretó la mano, agradeciéndole sin palabras todo lo que habían compartido. Lucy, con los ojos aún brillantes, retrocedió unos pasos, observando desde el fondo con una mezcla de felicidad y tristeza. Su ama, su amiga, estaba cumpliendo el sueño que tanto había temido perder.

En el altar, mientras Cassandra tomaba su lugar frente a él, Anthony sentía cómo su corazón latía con fuerza. Con Edwina, había habido duda, incertidumbre, una sensación de que algo no encajaba, de que estaba caminando hacia un destino que no era el suyo. Pero ahora, todo era diferente. Estaba donde debía estar, junto a quien debía estar.

El sacerdote pronunció las palabras, las mismas que Anthony había escuchado antes, pero esta vez, cada una de ellas tenía un peso nuevo, un significado real.

—Anthony Bridgerton, ¿tomas a Cassandra Ravenwood como tu esposa?

Hubo un breve silencio, pero Anthony no vaciló ni un segundo. Miró a Cassandra a los ojos, esos ojos que lo habían desafiado y fascinado desde el primer día. Sabía, sin duda alguna, que ella era su destino.

—Por supuesto —respondió con una seguridad que resonó en toda la iglesia—. Cassandra Bridgerton siempre estuvo destinada a ser mi esposa.

Los ojos de Cassandra se llenaron de lágrimas al escuchar el apellido que adoptaba, liberándose por fin de esa unión cruel que mantenía con su padre, Richard Ravenwood, que ya había salido de su vida. 

Las palabras parecían sellar no solo una promesa, sino el cierre de una larga historia de encuentros y desencuentros, de amor y lucha. Y entonces, en un gesto que parecía marcar el comienzo de una nueva vida juntos, Anthony la tomó entre sus brazos y la besó.

El mundo desapareció a su alrededor. Los aplausos suaves, las lágrimas emocionadas de la madre de Cassandra, las sonrisas de sus hermanos, y el sollozo contenido de Lucy, que los observaba desde el fondo de la iglesia. Nada de eso importaba en ese instante. Solo estaban ellos dos, unidos finalmente como siempre habían estado destinados a estar.

Y así, entre besos y sonrisas, la historia de Anthony y Cassandra comenzaba, no en los salones llenos de riqueza ni en los bailes de la alta sociedad, sino en un lugar mucho más verdadero: en el amor inquebrantable que compartían.

Fin.

Solo una Ravenwood (Anthony Bridgerton)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora