Jimena y Jose Luis se encuentran al llegar al colegio de Pablito.
—¿Qué ha pasado? —pregunta Jimena.
—No lo sé —dijo preocupado Jose Luis.
Ingresan ambos tomados de la mano hacia la dirección. Jimena miró su mano con la que agarraba a Jose Luis, se sentía bien, parecía que se completaban. La aspereza y calidez de su palma de alguna forma le hacía sentir segura.
—¡Pablito! ¿Estás bien? —preguntó Jimena al verlo con un paño con hielo en la boca para intentar que la hinchazón bajase.
Pablito no quiso decir nada. El otro niño estaba al lado.
Sale la directora al escucharlos hablar y los hace entrar a los tres, Jose Luis, Jimena y Pablito.
—Los he llamado hoy porque su sobrino ha estado en una pelea, y ustedes deben estar al tanto que tenemos tolerancia cero a las agresiones, por este motivo, y siguiendo las normativas de la escuela, al ser esta la primera vez que sucede, Pablo queda suspendido por tres días de la escuela.
—Pero... ¿qué ha pasado? —preguntó Jose Luis, mirando tanto a la directora y a Pablito en búsqueda de una respuesta.
—Nada —respondió él sin levantar la mirada.
—No me digas que nada, que tienes el labio partido, por algo tuvieron que haber peleado.
—¡Te dije que nada! —dijo Pablito levantándose de su silla y saliendo de la oficina de la directora.
Jimena quizo ponerse de pie para seguirlo, pero Jose Luis le tomó de la mano para que se quedara con él.
—Entiendo que han pasado por mucho, y quizás, quien se ha llevado una parte muy pesada de todo es el niño —dijo la directora a Jose Luis—, no puedo hacer la vista gorda por una pelea que tuvo lugar en presencia de todos, pero creo que sería pertinente que Pablo tome terapia, si gusta le puedo recomendar a algunos especialistas con los que trabajamos...
Jose Luis y Jimena salieron después de hablar un momento más con la directora, y Pablito estaba al otro lado de la sala de espera.
La hora de almuerzo se estaba acercando, así que decidieron ir los tres al departamento de Jimena para recoger las cosas que ésta necesitaba. Pablito seguía sin decir nada desde que habían salido del colegio, evitaba cualquier intento de contacto con la mirada.
Al llegar al departamento de Jimena, se da cuenta de que su puerta estaba abierta.
—¿Qué demonios? —dijo Jimena.
Jose Luis les hizo seña de que no hicieran ruido, abrió la puerta y se introdujo con mucho cuidado. El corazón de Jimena palpitaba a mil ¿y si habían entrado a robar? ¿y si todavía estaban ahí? No tenía nada de valor, solo su computadora y el televisor, ahh y el juego de cocina, pero luego pensó que muy pocas personas se pueden interesar en su juego de cocina. Agarró el brazo de Jose Luis para que no siga avanzando, éste le hizo seña que él estaría bien y que lo esperen afuera.
Luego de un par de minutos Jose Luis salió e indicó que estaba todo en orden.
—Revisa a ver si no te falta nada, aunque parece que está todo en orden —dijo Jose Luis en un intento por tranquilizarla.
—Pero la puerta estaba abierta —dijo aún asustada.
—Quizás te olvidaste de cerrarla —dijo él.
Jimena frunció el ceño, estaba completamente segura de que había pegado, siempre lo hace al salir de casa, dejarla sin pegar no es algo que ella haría, nunca lo había hecho y aunque ahora andaba un poco distraída estab segura que dejarlo bien cerrado es una de sus prioridades, y una de esas cosas que nunca se le olvida.
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Cansada de besar sapos
Non-FictionCuando Jimena, una chica enamoradiza, se encuentra nuevamente frente al desamor, le llega un extraño mensaje, indicándole que el gran amor de su vida ya lo ha besado. ¿Qué puede hacer ahora para saber cuál de todos es?