—Nunca más, nunca más me volvás a arreglar una cita, ¿entendiste? —dijo Jimena desde el teléfono a su amiga, mientras emprendía camino a su departamento en el taxi— me trajo a su casa, y el sinvergüenza tenía a su mujer y a su hijo bajo el mismo techo ¿podes creer cuanto descaro? Ya te dije Cata, no quiero saber de hombres, ya me cansé de ellos.
—Y qué ¿ahora te vas a volver lesbi? —preguntó en tono de burla.
—¿Vos estas loca? —le respondió Jimena.
—No, si me estás diciendo que no querés saber más de los hombres, solo pregunto ¿cómo vas a satisfacer tu líbido? No te preocupés, venite a tu departamento que sigo aquí, vamos a emborracharnos como se debe, pero nada de estarse probando conmigo que a mí me gustan los machos, pero los machos machos.
Jimena puso los ojos en blanco. Aún seguía molesta con su amiga.
—Y pensar que el tipo me parecía lindo, pero así son todos te enamoran, te endulzan el oído, te lanza una miradas irresistibles, pero ni bien tiene la oportunidad, te ponen los cuernos más grandes que los de un reno. ¿Usted qué cree maestro? —le pregunta al chofer.
—Qué le puedo decir doñita, está en nuestra naturaleza, así es el hombre —levantando los hombros mientras la miraba por el retrovisor.
—¡Ja!, y todavía tiene el descaro de admitirlo —dijo indignada.
—Bueno, pues pensé que quería escuchar la verdad, pero si quiere le puedo decir, que todo lo que usted dijo son falsas impresiones, y que seguro es un buen hombre ese que dejó y que creo que es quien nos está siguiendo ahora mismo en ese deportivo.
Jimena volcó a mirar para ver si era verdad lo que le indicaba el taxista, y efectivamente, unos cuatro autos atrás, y manejando como un loco, estaba el auto deportivo en el que Jose Luis había ido a buscarla.
—¡Ay no! acelere don, no quiero ver a ese tipo nunca más en la vida —dijo Jimena asustada.
—Claro señorita, pero conste que usted me lo está pidiendo —dijo acelerando.
El taxista comenzó a manejar como un desquiciado, se pasaba los semáforos en rojo, esquivaba uno a uno los autos, como si estuviera en una carrera. Jimena no hacía más que agarrarse lo más fuerte que podía mientras contenía sus gritos. No quería volver a verlo, pero sin duda no quería morir en el intento. Al llegar a su condominio, le pagó al taxista y aún borracha por los movimientos en el auto, se dirigió hacia los ascensores. Al parecer Jose Luis no había podido pasar ese último semáforo, y ahora, ya no podría entrar al edifico, así que ya estaba más tranquila.
Para desgracia de Jimena, José Luis logró entrar al edificio justo en el momento en el que el ascensor se terminaba de cerrar, un señor había salido del edificio, y la puerta de entrada aún no se había pegado. Jimena no logró verlo. Jose Luis apretó el botón para llamar al ascensor nuevamente, pero decidió que era más rápido subir por las escaleras, después de todo solo eran cinco pisos más arriba.
Jimena sale del ascensor, y se saca el tacón del pie derecho, agotada se dirige hacia su departamento, cuando escucha la voz de José Luis, que provenía de las escaleras.
—Jimena, por favor... todo es un malentendido —dijo Jose Luis, en un hilo de voz.
—Espero que lo que sea un malentendido es que querrás olvidarte de que tenés una familia.
A Jimena le dolía que la haya querido utilizar a ella ponerle los cuernos a su mujer, odiaba la infidelidad, desde cualquier punto de vista.
—Sí es mi familia, pero creéme yo no quería todo eso, no de la forma en la que sucedió —dijo aún agitado.
—Pues entonces debiste haber pensado en lo que hacías. Por lo menos debiste haberte puesto una cachucha, si todavía no querías una familia —respondió Jimena desesperada, no quería mirarlo a los ojos, de alguna forma se sentía avergonzada, y en su mente pensaba que él era repulsivo, pero tenía miedo que su encanto superficial le hicieran cambiar de opinión.
—¿Qué? —preguntó José Luis sin entender bien a que se refería.
—Vos sabes a lo que me refiero —dijo Jimena abriendo los ojos y mirándolo finalmente.
No podía creer que se esté negando a su propio hijo.
—¿No te entiendo? —preguntó Jose Luis arqueando las cejas.
—Debiste, ya sabes, debiste haber protegido, el, tu, no me hagas decirlo, vos sabes perfectamente cómo se hacen los hijos —le increpó Jimena algo nerviosa.
—Ja, ja, ja Pablito no es mi hijo.
—Ah ¿no?, y que ¿ahora le vas a quitar el apellido también? —le preguntó nerviosa.
—No, eso nunca, él se lo merece tanto como yo —dijo muy seguro. Jimena no entendía nada. Estaba cansada de pensar, cansada de discutir.
—A ver, como sigue tu historia, ¿cómo pretendes seguir con esta farsa? —le recriminó impaciente cruzando los brazos.
—¿Cuál farsa? ... Jimena, empecemos de nuevo. Mi nombre es José Luis Urich, Pablito es mi sobrino, el hijo de mi hermano mayor y Sofía, la chica que viste en mi casa, es mi hermana menor —dijo con los brazos abiertos, indicando que no estaba ocultado nada.
—Ajá, claro, ya sabía que ibas a salir con una de esas historias. ¿De verdad pensás que voy a caer así de fácil, que me voy a tragar cada una de tus mentiras?
Catalina abre la puerta del departamento.
—Vaya vaya, veo que están arreglando el problema ¿no? —dijo Catalina, apoyada en la puerta sonriendo.
—Aquí no hay nada que arreglar, no te quiero volver a ver más ¿me entendiste? y eso también va para vos Cata —alzó la voz Jimena mientras se acercaba a la puerta de su departamento.
—¿Y yo que te hice? —preguntó Cataliana levantando los hombros sorprendida, mientras le daba espacio para que su amiga entre a su departamento.
—No, a él, no lo quiero volver a ver a él. A él ni a ningún otro hombre. Le estoy dando un stop al género masculino, y para información de ambos, es sin límite de tiempo —dijo Jimena finalmente entrando a su departamento y cerrando la puerta tras de ella.
—No te preocupes, no está tan loca como parece, es solo que ha tenido una semana no muy buena —dijo Catalina a José Luis mientras intentaba animarlo un poco.
Jimena abrió la puerta e introduce a Catalina al departamento con torpeza ignorando por completo a José Luis.
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Cansada de besar sapos
Non-fictieCuando Jimena, una chica enamoradiza, se encuentra nuevamente frente al desamor, le llega un extraño mensaje, indicándole que el gran amor de su vida ya lo ha besado. ¿Qué puede hacer ahora para saber cuál de todos es?