Jimena se encuentra hablando con su padre, en el patio de la casa de éste. Había logrado salir después de termiar con los pedidos del restaurante, después de la hora del almuerzo, e inmediatamente salió a casa dede su padre.
Jorge, su padre, es un hombre de 60 años, con el cabello gris, y una mirada profunda y tranquilizadora.
—¿Qué pasa Nena? —le preguntó su padre, intentando buscar con su mirada una respuesta.
—Hace mucho que no me decís Nena.
—Si, cuando eras chiquitita no podías decir tu nombre, y decías que te llamabas Nena. Era tan tierno verte mientras te esforzabas para que te salgan bien las palabras —le dijo su padre recordando con ternura esas épocas.
—La vida era mucho más sencilla en ese entonces cuando mis problemas solo eran de pronunciación —dijo ella suspirando.
—¿Qué pasa mi amor? —preguntó un poco preocupado.
Jimena respiró profundamente. Le daba un poco de vergüenza contarle lo que pensaba contarle a su padre. Pero en estos momentos necesita que él le aconseje.
—Papá —expulsó todo el aire de sus pulmones y siguió— conocí un chico, y no sé si fue su intención pero le ha dado la vuelta a todos mis pensamientos, él y su familia... —Jimena hizo una pausa, su padre no la interrumpió— pero está comprometido y tiene que casarse para cobrar la herencia de sus padres.
Su padre la mira con ternura, y un brillo en sus ojos.
—¿Y vos lo amás a él?—le pregunta a su hija.
—Creo que sí, no lo sé —dijo ella bajando la mirada, incomodándose un poco, en especial por que esa pregunta venía de su padre.
—¿Y el te ama a vos? —le preguntó mientras daleaba un poco la cabeza intentando leer las facciones de su hija.
—No lo sé, a veces pienso que sí, pero no estoy del todo segura —dijo ella escondiendo una nerviosa sonrisa y soltando una lágrima que supo quitar rápidamente de su mejilla.
—Mi vida, te estas ahogando en un vaso de agua. Si él se casa con alguien solo por dinero, no es una persona que valga la pena —le dijo apoyando su espalda en el respaldar.
—Papá, no es unos cuantos pesos, son creo, varios millones, varias empresas, y también está Sofía y Pablito.
—¿Sus hijos? —preguntó incorporándose inmediatamente su padre.
—No, no tiene hijos, su hermana y su sobrino.
—¿Y que pensás hacer? —le dijo él tomándole de las manos.
Jimena apretó los labios, y levantó los hombros. Esperaba que él le diga que podía hacer.
—No sé —respondió ella, mostrando nerviosismo en todo su rostro.
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Cansada de besar sapos
Non-FictionCuando Jimena, una chica enamoradiza, se encuentra nuevamente frente al desamor, le llega un extraño mensaje, indicándole que el gran amor de su vida ya lo ha besado. ¿Qué puede hacer ahora para saber cuál de todos es?