4. El innombrable

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A la mañana siguiente, Jimena se levantó porque alguien había tocado el timbre

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A la mañana siguiente, Jimena se levantó porque alguien había tocado el timbre. Catalina se había quedado a pasar la noche. No quería dejarla sola y que cometiera la estupidez de llamar nuevamente a Emanuel. En ese momento, Jimena recordó la extraña conversación que tuvo en el baño.

Se sumergió en sus pensamientos, y el sonido del timbre nuevamente le hizo volver a la realidad.

Abrió la puerta y era un mensajero, traía un enorme ramo de flores rojas.

Las tomó y las llevó a la pequeña mesa que tenía en el comedor.

Tomó la tarjeta con las manos temblorosas.

El ramo era de Emanuel. Como se lo temía.

"Te amo. No logro olvidarte. No puedo sacarte de mis pensamientos. Discúlpame, y retomemos lo nuestro. Emanuel"

Sus ojos soltaron un par de lágrimas. No podía olvidar lo que le había hecho, todavía le dolía.

—No estarás considerando perdonarlo ¿no? —dijo Catalina que se había levantado.

Jimena solo movió los hombros mientras hacia un puchero con los labios.

Catalina tomó el ramo y lo metió al basurero.

—No vale la pena ni siquiera que lo considerés —le dijo.

—¿Y si él es el gran amor de mi vida? —preguntó Jimena.

—Si tu vida fuera la mía, preferiría quedarme soltera antes de que volver con ese monstruo.

Catalina lo odiaba. En realidad, nunca le cayó bien, y después que utilizó el departamento de Jimena para encamarse con otra chica, no puede ni si quiera escuchar su nombre.

Hace tres semanas, le tocó a Jimena hacer un viaje. Tuvo que ir a otra ciudad para capacitar al personal del nuevo restaurant que estaban abriendo los dueños de la franquicia para la que trabaja. Invitó a Emanuel a que la acompañase, solo era un viaje de dos días, pero se excusó diciendo que tenía una reunión muy importante. Debió haber desconfiado, Emanuel es contador para una pequeña empresa de electrodomésticos, no tiene muchas reuniones 'importantes'. Jimena le pidió a Catalina que pasara a darle comida a Goloso, el pequeño pez miracielo, de ojos saltones que le hace compañía. Fue Catalina quien descubrió todo, quien encontró a Emanuel, quien se encargó de echarlo del departamento con todas sus cosas, quien le dio la notica a su amiga y quien estuvo a su lado para contenerla.

—Jimena —le dijo Cataliana tratando de contenerse para no gritarle— no sé mucho de amor, pero supongo que debe ser algo recíproco, y disculpame, pero la infidelidad es lo opuesto al amor.

—No sé si me vas a poder entender —le dijo Jimena— pero quizás tenga que darle una oportunidad, quizás cambie y con el tiempo logre olvidar ese incidente —respondió Jimena tragando el nudo en la garganta.

—Hacé lo que te de la gana, pero si tropezás de nuevo con la misma piedra no es por ingenua, es por boluda —dijo agarrando su chaqueta y cerrando tras de si la puerta.

Jimena se quedó ahí, pensando. Algo le decía que tenía que olvidarse de Emanuel, que tenía que continuar con su vida, pero por otro lado, las palabras de esa extraña tipa del antro la motivaron a tomar el celular y llamarlo.

Esa misma tarde salieron a tomar un café y ahí no más, luego de que se disculpara, decidió darle una oportunidad. 


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Cansada de besar saposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora