11. Larga noche

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Emanuel se encuentra con su amigo Fabricio, en un bar, ambos estaban tomando cervezas mientras miraban a las mujeres que ahí estaban

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Emanuel se encuentra con su amigo Fabricio, en un bar, ambos estaban tomando cervezas mientras miraban a las mujeres que ahí estaban.

—Te digo, tengo que recuperarla, no voy a dejar que ese mocoso se la quiera jugar, Jimena es mía, y solo mía —dijo Emanuel mientras le daba un trago a su cerveza.

—Pero viejo, vos sabés lo que le hiciste, y sabés que no es la primera vez, y cómo te conozco sé que no va a ser la última. Dejá que esa chica sea feliz —dijo Fabricio intentando convencerlo— hay muchos peces en el mar usted mi amigo.

—¿Qué? ¿estás loco?, yo le estoy haciendo un favor, ella solo puede ser feliz conmigo, ella me necesita, necesita que esté ahí para probar todos experimentos de cocina, me necesita para que me quede a dormir en su departamento y hacerle compañía, necesita de mis besos.

—Já, ¿te estás escuchando? ¿y vos creés que esa son cosas que no puede conseguir con cualquier otro tipo? — dijo Fabricio burlonamente.

El semblante de Emanuel cambió, se puso completamente serio.

—Claro que no, no me estás escuchando, me necesita a mí. Solo tengo que mandarle unas cuantas flores y vas a ver cómo cae a mis pies, así fue la ultima vez.

—Mas te vale que te apurés porque tu contrato de alquiler vence en unas semanas, y ahora que tu jefecito te encontró con su hija, ya no tenés ni trabajo.

—Si ya sé, ya sé, no tenés que recordármelo otra vez —dijo Emanuel preocupado jalándose los cabellos.

Mientras tanto Jose Luis vuelve a su casa cabizbajo. Al entrar por la puerta Pablito corre a sus brazos nuevamente.

—Perdóname, se me fue de la manos —dijo Sofía que estaba esperándolo en el sillón de la sala, intentando buscar el perdón de su hermano— voy a hacer todo lo que esté a mi alcance para enmendar mi error.

—No podés hacerme esa clase de cosas, no es el momento para que estar jugando así, sabés que no tenemos mucho tiempo —dijo José Luis aún molesto.

Sofía solo bajó el rostro. Sabía lo que aquellas palabras querían decir.

José Luis llevó a Pablito a su cama y luego de darle el beso de buenas noches pasó a su propio cuarto y se recostó en la suya, mirando al techo, pensó en lo hermosa que estaba Jimena esa noche. Solo la había visto un par de veces, pero su corazón palpitaba como si supiera que era ella a quien debía entregarse, recordó lo perfecto que le queda ese vestido, y la suavidad de su piel y esas pecas que había tratado de ocultar con el maquillaje, esas pecas que la hacían perfecta y el hoyuelo en la mejilla izquierda que se le marcaba sin mucho esfuerzo. <<Hasta enojada se ve hermosa>> pensó

Catalina abrió un par de cervezas, y le entregó una a su amiga.

—Ya sé como puedo subirte un poco ánimo —dijo con una sonrisa.

—Todo esto es tu culpa —le recriminó Jimena quitándose el vestido en su habitación.

—Corrección, si el tipo no te importara, no tendrías porque enojarte, pero te gusta y eso no lo podés ocultar. Ahí está tu error, estabas romantizando la situación. Te dije específicamente que nada de sentimientos, que te guste está bien, pero idealizar la relación, ése es el problema.

Jimena frunció el ceño. Su amiga tenía razón, pero en ese preciso momento aún quería estar molesta con ella.

—¿Y eso cómo se supone que eso me suba el ánimo? —preguntó poniéndose su pijama.

—Vamos a continuar con tu lista, vamos a divertirnos un poco.

—No tengo ganas para eso —dijo Jimena.

—Vamos, va ser divertido, yo también voy a hacer mi lista —le dijo mostrando una amplia sonrisa— ¡noche de chicas! —dijo bailando mientras buscaba cuadernos y lapiceros.

Cansada de besar saposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora