24. Enmendar las cosas

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Como había acordado con su hermano, Sofía fue a la universidad, ahí se encuentró con su grupo de amigos, algunos de ellos hacía bastante tiempo que no los veía, desde el entierro de sus padres, dentro de ese grupo de amigos que se alegraba de verl...

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Como había acordado con su hermano, Sofía fue a la universidad, ahí se encuentró con su grupo de amigos, algunos de ellos hacía bastante tiempo que no los veía, desde el entierro de sus padres, dentro de ese grupo de amigos que se alegraba de verla estaba Alejandro. Ella saluda a todos menos a éste, no había vuelto a hablar desde el último incidente que tuvieron, cuando le dio un poco de su propia medicina, y prefería que las cosas se quedaran así.

Alejandro, no contento, se acerca y le habla al oído. Ella lo ignora y comienza a caminar hacia el baño, él la sigue.

—Me encanta verte mi amor —le dijo Alejandro intentando alcanzarla.

—No me digas mi amor, vos y yo no somos nada —respondió ella, sin voltear a verlo.

—Cómo que no, claro que somos, nunca dejaste de serlo. Me enteré que tu hermano se va a casar.

—Eso no te interesa —dijo ella.

—Claro que sí —respondió el, quien ahora se paró en frente a ella para evitar avanzara.

—Alejandro, vos y yo no tenemos nada, nada de nada, así que dejá de hablar conmigo, no me busques, si sigues así, voy a presentar una demanda por tentativa de violación.

—No serías capaz, yo sé que me amás, si quisieras hacerlo ya habrías presentado esa demanda hace tiempo —dijo él mientras le levantaba la barbilla para que le mirar a los ojos.

Alejandro la besa, ella intenta empujarlo pero luego lo besa apasionadamente.

—En serio mi amor, me habías dicho que si, pensé que habías cambiado tu manera de pensar, y fue ahí cuando te quedaste dormida. No era mi intención hacerte daño, sabes que siempre voy a respetar tus decisiones, aunque no sea lo que yo quiera.

Sofía se quedó mirándolo un poco confundida. Alejandro la volvió a besar.

—Esto no quiere decir que te creo del todo, solo te estoy dando una segunda oportunidad. Pero te advierto que mi paciencia tiene límites Alejandro —dijo Sofía, quien no podía evitar sonreír. A pesar de todo lo que había pasado, estaba enamorada.

***

En el restaurante, Jimena estaba hablando con Catalina sobre el catering que tenían programado para el fin de semana y de pronto suena el teléfono de Catalina, se pone de pie para atender y se va a un lugar un poco más alejado.

—Hola, ¿cómo estas? ¿Qué tal has estado? ¿Mañana?, si, me parece bien, no acá no, tengo que vestirme ¿sabes? pásame a buscar de mi casa, en un mensaje te envío mi dirección, dale, nos vemos mañana por la noche entonces.

Catalina cuelga.

—¿Quién es tu nueva presa? —preguntó Jimena.

—Por Dios Jimena, ni que fuera una fiera para tener presas —dijo Catalina queriendo sonar ofendida.

Cansada de besar saposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora