—¿Qué hago? ¡que hago! ¿me caso, no me caso, que hago? —se dijo a sí mismo Jose Luis mientras caminaba en círculos en su habitación, luego toma una foto de sus padres— ¿porqué me ponen algo tan difícil? no los entiendo, en serio que no los entiendo, me crían diciéndome que debo esperar a la persona correcta, que debo respetar a las mujeres, que debo obrar bien, y ¿después me dejan como herencia todo lo contrario? ¿quieren que me case lo más rápido posible?—se siente en un costado de la cama y esconde su rostro con sus manos—. Necesito hablar con alguien, pero con quién.
En ese momento ve los aros de Jimena que estaban en la mesa de noche.
—¡Jimena! —dijo mientras tomaba los aretes y sale corriendo de la casa.
—Jimena, alguien ha visto a Jimena, ¿Jimena? —preguntó un poco desesperado, al llegar al restaurante.
—Tranquilo bombón, está en la cocina —le dijo Catalina, levantando una ceja.
—Gracias, Jimena ¿Jimena? —continuó diciendo mientras caminaba hacia la cocina para encontrarla
—Qué pasa, por Dios. ¿Jose Luis? ¿Está todo bien? ¿Qué te pasa? —le preguntó preocupada.
El rostro de José Luis no se vía nada bien, entre la preocupación y el ojo morado.
—Necesito que me digas qué hacer. He recibido una oferta de matrimonio, no sé si es algo que puedo rechazar dadas la circunstancias, pero la verdad no quiero. No sé que hacer.
Jimena tragó el nudo que tenía en la garganta. Lo estaba considerando, estaba considerando casarse con Romina. Pero, después de todo ¿Quién era ella para decirle que no lo hiciera?
—Tranquilo, tomá un poco de agua y vamos a analizar las cosas —le dijo intentando hacer que se calmara un poco mientras le alcanzaba un vaso.
—Es que yo no te he dicho toda la verdad, bueno no te he mentido, pero te he ocultado una parte, mis padres ellos...
—Ya lo sé todo, Sofía me lo contó hoy —dijo mientras bajaba la mirada.
—Jimena ¿qué hago? —preguntó José Luis desesperado.
—Jose, yo no puedo tomar esa decisión, es tu dinero y es tu familia, pero por sobre todas las cosas es tu vida y tu felicidad la que está en juego.
—¡Exacto! es mi felicidad, si no la amo, no puedo casarme con ella, ¿no es cierto?
Jimena sonrió levemente cuando dijo que no la amaba, luego ocultó la sonrisa, se dió cuenta que en este momento no se trataba si la amaba o no, sino de la decisión que debía tomar para asegurar su futuro y el de su familia.
—Jose Luis, hay que ver las otras posibilidades. Entiendo que la herencia de tus padres puede ser interesante, pero, podrías generar tus propios ingresos, ¿no es cierto?.
—No sé, no soy bueno en nada, mi carrera cayó en picada hace un par de años, y he estado viviendo a costa de mis padres desde entonces.
—Pero puedes empezar de nuevo ¿a qué te dedicabas? —preguntó Jimena.
— Retomar mi carrera es imposible —dijo poniéndose de pie y desesperándose nuevamente.
Un largo silencio los invadió. ¿A qué se dedicaba y por qué era imposible retomar su carrera? Todos pueden comenzar de nuevo. A menos claro, que se hayan dedicado a hacer algo malo y quieran cambiar, o que hayan sufrido un trauma por hacer su trabajo. No era momento para ponerse a descubrir a qué se dedicaba, sino apoyarlo a encontrar una nueva vocación.
—Sabés escribir, sos un poeta, las tarjetas que me enviaste... ¿por qué no escribís un libro de poemas? los escritores no son tan bien remunerados, pero ya es un comienzo.
—Sí, creo que si, y puedo firmar con un seudónimo, ¡es perfecto! entonces no hay necesidad de que me case, ¿no es cierto? Puedo mantener a mi familia con la escritura. ¡Tienes razón! y puedo hacerlo.
—Quizás, no lo sé, pero podés intentarlo —dijo Jimena un poco dudosa.
—¿Y si no funciona? Jimena tengo miedo ¿y si no puedo? ¿y si no es suficiente?
—Jose, siempre van a poder contar conmigo, techo y comida no les va a faltar, estaríamos un poco apretados pero, bien al fin y al cabo, y ustedes juntos—dijo ella sonriendo.
Jose Luis la abrazó, Jimena sintió sus aceleradas palpitaciones. Y él se sentía cómodo teniéndola en sus brazos. El olor de su cabello, su perfume, la suavidad de su piel, lo hacían perderse en el tiempo.
—Gracias Jimena, en serio, mil gracias —dijo el, mientras le levantaba la quijada para mirarla a los ojos.
—No me agradezcas igual tenés que decirles a Sofía y a Pablito —dijo ella.
—La parte más difícil —dijo el suspirando.
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Cansada de besar sapos
Non-FictionCuando Jimena, una chica enamoradiza, se encuentra nuevamente frente al desamor, le llega un extraño mensaje, indicándole que el gran amor de su vida ya lo ha besado. ¿Qué puede hacer ahora para saber cuál de todos es?