21. Como un balde de agua fría

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—Lo logré mamá, lo logré —dijo Romina por medio del celular, en el baño  de un restaurante— ya estamos comprometidos

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—Lo logré mamá, lo logré —dijo Romina por medio del celular, en el baño  de un restaurante— ya estamos comprometidos ...  en un mes, fue muy sencillo, le di los datos y estadísticas de los gasto que tiene su familia, de los que tiene una familia promedio, él me dijo que quería publicar un libro, ¿podés creer que creía que podía sustentar a su familia con eso? pero le saqué los número y finalmente aceptó. ¡Aceptó!. Por fin la fortuna Urich va a ser nuestra.
Cuelga el teléfono y sale del baño se dirige a la mesa dónde estaba Jose Luis, este estaba con cara de susto.
—¿Vamos mi amor? ¿Amor? ¿Vamos?
—Eh, si claro —dijo José Luis aún en estado de shock.
La cabeza de Jose Luis estaba hecha un caos, no podía de dejar de pensar en lo que sucedería con su vida. Estar con esa mujer sería, como atarse la soga al cuello. La miraba y no la amaba. Quizás con el tiempo lo haga, pero le aterraba la idea de vivir una vida miserable al lado de una persona que no despertara el deseo en él.
Llegan a la casa de Jose Luis, estaba Pablito, Sofía y Jimena sentados en el comedor.
—¿Qué hace ésta aquí? —preguntó Romina.
—Hola primero, no te han enseñado a saludar, creo que tenés que volver al colegio conmigo para repasar tus modales —dijo Pablito.
—Si, si, hola, eh mi amor, cual es la clave del wifi quiero ir buscando algunas cosas para la boda, tenemos que movilizarnos, no tenemos más que 30 días.
—¿Qué? —preguntó Sofía entre sorpresa y ofensa.
—Lo siento mi amor, sé que querías decírselo, se me escapó, pero no importa mientras más rápido la gente se entere va a ser mucho mejor.
Jimena bajó la mirada. Se sentía triste, por qué ¿no debería sentirse feliz porque su amigo y su familia no perderían la herencia? ¿Qué le pasaba?
—¿Jose Luis? —preguntó Sofía.
—Si, ehh... Romina y yo nos ca, nos cas... en un mes —dijo rascándose la cabeza, evitando a toda costa que su mirada se encuentre con la de Jimena.
<<Jimena. Jimena debiera ser la mujer con la que me case, y entonces así estaría feliz>> pensó. Pero el destino no parecía estar escrito de esa forma, al menos no le parecía en ese momento.
—Si, necesito que vamos haciendo la lista de los invitados, voy a llamar a mi amiga que tiene una empresa de organización de bodas, todo va a quedar como en un cuento de hadas, ya vas a ver. Ah y hay que reservar la iglesia.
—¿Iglesia? ¿para qué la iglesia? —preguntó José Luis abriendo los ojos de par en par y dando un par de pasos hacia atrás.
—¿Como que para qué?, para el religioso.
—¿Quién dijo algo de religioso? —preguntó José Luis. Su rostro palideció a tal punto que parecía muerto, un muerto en vida.
—Bueno yo no me caso no es por medio de la iglesia también —dijo ella pasando sin invitación hasta la sala y usando uno de los sillones.
Romina era una mujer atractiva a la vista. Delgada y tonificada, segura de sí misma. Pero eran sus gestos, sus movimientos de dueña del mundo, su actitud de superioridad ante todos, que hacían que Jimena sienta asco por ella, y pena, una gran pena por Jose Luis.
—Yo creo que mejor me voy —dijo Jimena sorprendida y dolida.
No sabía por qué dolida si José Luis solo era su amigo, y si se ha comprometido es porque cree que es una buena opción, pero había algo en la actitud de asombro de Jose Luis cuando Romina le dijo lo de la Iglesia, algo que le molestaba, y por lo tanto a ella también.
—Si, mejor —dijo Romina, quien la miró con desprecio.
—No, Jimena, ¿no me vas a contar mi cuento para que pueda dormir?
—Mi amor, hoy no puedo, tengo que irme a mi casa, mi hermano me debe estar esperando, ¡mi hermano! —en ese momento sacó su celular del bolso y tenía 5 llamadas perdidas de Catalina.
Jimena salió lo más rápido que pudo de la casa, al cerrar la puerta tras de ella se apoyó y las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.
—¿Por qué demonios estoy llorando?, todos los días la gente se casa, además debería alegrarme por ellos, al menos no van a perder su herencia, mal que mal les corresponde.
Sabía exactamente porque lloraba, pero no quería aceptarlo.
Jimena pide un uber. Llega a su departamento aún triste, tenía la punta de la nariz roja, cuando abre la puerta encuentra a su hermano y a Catalina charlando y riendo.
—Estuviste llorando ¿Qué pasó? —dijeron Alberto y Catalina, al mismo tiempo.
—Nada, solo tonteras mías, perdón por el retraso —dijo intentando que las lágrimas permanecieran dentro de ella.
Jimena se sienta en la mesa, se sirve un plato del pastel y comienza a comer mientras las lágrimas, sin su consentimiento comienzan a brotar. Tenían vida propia, no podía hacer que parasen.
Alberto le quita el plato, le sirve un poco de vino y le dice.
—La comida no va a curarte, pero quizás si nos contás que pasa nosotros podemos ayudarte.
Jimena los mira dudosos a ambos.
—Se casa —dijo ella, aún con la boca llena de comida.
—¿Quién? —preguntan los dos dudosos.
—Jose Luis, Jose Luis se casa.
—¿Tu 'amigo' Jose Luis? —pregunta Catalina.
—Si —respondió Jimena intentando pasar la comida.
—Y estás triste porque... —dijo Alberto
—¿Por qué más voy a estar?
—Claro porque se casa, y no querés perder a tu amigo ¿no? —dijo Alberto, haciéndose la burla de ella.
—No, cuando un amigo se va a casar, normalmente la reacción es de felicidad, lo que pasa es que Jimenita no quiere que Ricky Ricón se case porque ella está enamorada de él.
—No estoy enamorada de él, no confundas las cosas.
—¿Ah no estás? —preguntó Catalina incrédula, haciendo un ademán con las manos, para que le explique la escena que estaba viendo.
—No, no lo estoy, lo que pasa es que él no la ama, y se tiene que casar para poder cobrar la herencia de sus padres.
—Pero que se case y después se divorcie —dijo Catalina.
—No, ella quiere casarse por la iglesia.
—¿Y qué? igual la gente se divorcia cuando se casa por la iglesia —dijo Catalina poniendo los ojos en blanco.
—Pero no está bien —Jimena volvió a llorar.
—Tranquila, la amistad puede sobrevivir al matrimonio, no creo que se encierre y nunca más lo volvás a ver —le dijo su hermano posando su mano en el hombro de ella.
—Voy a ducharme —dijo Jimena.
Jimena se levanta y se fue a su cuarto.
—Yo la conozco, y aunque lo niegue ya se enamoró, yo no sé qué tiene tu hermana, siempre se enamora patas y todo, te juro que no sé cuántas cicatrices más pueda aguantar ese corazón.
—Es que así somos nosotros, creo que lo heredamos del lado de mi padre, nos enamorados por completo.
—Pobrecitos de ustedes.
—¿Por qué decís eso? ¿Vos te has enamorado?
—No, nunca —dijo Catalina como si la acabasen de ofender.
—Pobre de vos, no has vivido nada.
—Que atrevido que sos.
—Es la verdad —dijo Alberto levantando su copa de vino para brindar.

—Es la verdad —dijo Alberto levantando su copa de vino para brindar

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Cansada de besar saposDonde viven las historias. Descúbrelo ahora