Capítulo 29

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- Estás... Mmm... De ututuy, querida.- habló Hugo, tocándose los labios con los dedos de una mano y con la otra, la cintura.- A ver... Gira.. Gira...

- Es super cómodo - habló Betty mientras daba una vuelta de trescientos sesenta grados.- Y la tela es exquisita...

- Obvio, amore... Para tí y el bodoquito, siempre lo mejor...- hablaba Hugo mientras tomaba la mano de la pelinegra y la hacía seguir girando con suavidad.

Hugo Lombardi, el mejor diseñador de Colombia y del mundo, auto nombrado, por supuesto, se había concentrado, plena y totalmente, en vestir a Beatriz Pinzón Solano por propia mano. Si bien aceptaba que ella usara diseños de otras tiendas, se había dado a la tarea de confeccionarle casi toda la ropa que la presidente y dueña de Terramoda, usaba y necesitaba en esa maravillosa etapa de la vida.

Llegándose a aventurar, también, en crear diseños para bebés. No discriminaba color alguno para sus creaciones, argumentando que el bodoquito iba a deslumbrar así lo vistieran de color negro.

En una de estas tantas probadas de prendas estaban cuando, como casi siempre hacia, llegó doña Julia. Quién, desde que supo sobre su nieto, visitaba el hogar de su hija día por medio, para ayudarla con los quehaceres y mimarla con comida casera de sabor maternal.

- ¡Por Dios, Bettica! - exclamó emocionada al ver a su hija. - Está hermosa, mamita... Hermosa.

- Gracias, mamá.- dijo Betty, dejando de girar y sonriendo mientras apoyaba ambas manos en su abultado vientre.

- ¿Verdad que sí?- habló Hugo al saludar con dos besos y un leve abrazo a doña Julia.- Eso se llama, tener un diseñador personal que es de excelencia.- finalizó haciendo ademanes elegantes y refinados con una mano.

Ambas mujeres rieron por las ocurrencias de Hugo, quien, más allá de todo, había llegado a querer, casi como si fuese el mismo, a Betty y a la familia de ella. Enloqueciendo cuando supo del bodoquito en camino. Pero, sin exteriorizar demasiado sus sentimientos, aunque, con sus acciones, se delataba solo.

Entre comidas y charlas animadas estaban, cuando llegó el hombre de la casa. El cabeza de la familia, más no el cuello, ese era Betty. Quién manejaba la cabeza a su antojo.

Doña Julia se paró de la silla de un tirón, provocando que su hija la mirara con pena. Tantos años bajo el yugo patriarcal, la hubiesen hecho actuar de la misma manera. Pero, cómo había decidido cambiar el rumbo, ahora ella era la que mandaba.

- Hola, mamá.- le dijo Daniel a doña Julia. Aún vibraban sus labios al decir esa palabra. - ¿Cómo está hoy?-

- Bien, mijo. Bien. - dijo ella queriendo agarrar el saco y el maletín que Daniel llevaba. - Venga, se lo acomodo...

- No, mamá. Está bien. Puedo hacerlo yo.- habló él, sintiendo lo mismo que su mujer al verla. Pero el respeto que le tenía a la mujer que había creado al amor de su vida, no le permitían expresarlo. - Vaya, siéntese. Disfrute. Descanse. Que hoy vamos a salir, avísele a Don Hermes, por favor...

- ¿Dónde vamos?- preguntaron a coro Hugo y Beatriz.

- Ya verán..- contestó Daniel acercándose a la Bacha de la cocina para lavarse la cara y las manos.- Es viernes y hace meses no nos escapamos a algún lado. - dijo, mientras se secaba y luego depositaba un suave beso en los labios de la pelinegra.- Y tú, ya estás entrando en el último trimestre de la gestación, así que estamos a tiempo...

- ¿Para qué?- preguntó Hugo. Se había perdido. Aún no entendía cómo semejante macho cabrio, ahora era una oveja llevada de las narices..

- Un viaje, Hugo.- respondió Daniel mientras calentaba su comida en el microondas y saboreaba el perfume en el aire.- Vamos a viajar.

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora