Capitulo 11

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Flashback

- ¿ Qué sucede con usted, Betty?- preguntó doña Catalina a través del teléfono.- Le noto la voz algo apagada.
- La verdad no lo sé - contestó Beatriz suspirando- Anoche cerré el capítulo de Armando Mendoza, pero no me siento bien, siento que ...
- ¿Aún siente algo por él?- preguntó doña Catalina curiosa.
- No, no, no- se apresuró a responder Beatriz- Armando Mendoza ya es pasado. Es un sentimiento extraño, algo que me presiona el pecho..
- ¿Tiene nombre?- volvió a preguntar Cata.
- ¿Qué cosa?- repreguntó Beatriz, perdiendo el hilo de la conversación.
- El hombre que está entrando en su corazón, Betty- dijo Catalina con obviedad.
- ¿Hombre?- preguntó Beatriz Pinzón temerosa - ¡No! No es ningún hombre.
- Ya. - dijo doña Catalina evitando hacerla sentir peor.- Bueno, Betty. Si Armando ya está en el pasado, y no hay ningún otro hombre, entonces, ¿por qué no rebobina un poco y recuerda desde cuándo se siente así? Quizás encuentre la respuesta ahí. Y, quizá, no esté tan lejos como imagina.

Fin del Flashback

En eso estaba Beatriz Pinzón Solano, rebobinando. Volviendo al punto donde esa sensación había empezado, embargándola de un sentimiento conocido, pero desconocido al mismo tiempo.

Cuando bajó del taxi y se vio de frente con el enorme edificio, creyó, por un segundo, que no valía la pena hacerlo. Pero, la voz de su conciencia y las palabras de doña Catalina, la hicieron seguir adelante. No perdería nada con seguir adelante. No lo haría.

Caminó hacia la entrada con el viento abrazándola entera, tenía un abrigo liviano; ese día habían pronosticado buen tiempo, pero ese viento fuerte y las nubes que se venían formando, lejos dejaban el buen tiempo. Se aferró a su bolso, sacó la llave y abrió la puerta de calle. Subió hasta su piso y tocó el timbre.

Al destino le gusta jugar y, ese día, jugó a lo grande. Daniel Valencia abrió la puerta lentamente y acaparó el umbral con todo su esplendor. Beatriz lo miró detenidamente un minuto, sus ojos color olivo la miraban sin expresión alguna, como siempre, sin emitir palabra, sólo la observaba.

Con el corazón en taquicardia y el cuerpo sumido en un escalofrío, artículo un apenas audible, 'Lo siento, necesito hacerlo', que el mayor de los Valencia logró escuchar.
Tomó el rostro del hombre con ambas manos, se puso de puntillas y lo besó.

Daniel quedó en shock. Sus ojos se abrieron más de lo normal, pero tomó control de la situación en pocos segundos.

Agarró la cintura de la doctora Pinzón con una sola mano, la alzó e hizo que ella trabara sus piernas en su cintura. Su otra mano la llevó a la mandíbula de ella, haciendo que Betty rodeara el cuello de él con sus brazos y desordenara su cabello con las manos.

El beso pasó de ser suave y torpe, a ser apasionado. Cargado de deseo y pasión contenidos, con ganas de desbordar. Era una lucha de poder y dominación que no quería terminar. La fresa y la menta se mezclaban en sus bocas y en sus lenguas, así como el jazmín de su pelo y el perfume almizclado de él, en el aire. Daniel apretó el agarre sobre la cintura de Beatriz, haciendo que sus turgentes pechos tocaran sus pectorales. Pero, esos momentos no duran para siempre.

- Chicos, para eso hay hoteles.- escucharon la risueña voz de María Beatriz.

Y quedaron tiesos en su lugar, sin cambiar de posición. Al darse cuenta que estaban en medio del pasillo que separaba sus apartamentos, se separaron con rapidez, con Daniel chasqueando la lengua en desaprobación. Se acomodaron y, cuando Betty se iba a disculpar e irse. Daniel Valencia la tomó de la cintura y le dió un beso raso.

- Ni se le ocurra, doctora Pinzón- dijo con una sonrisa coqueta.- Esto no ha terminado. Merezco una explicación por semejante ultraje.

Lo cierto era que él se estaba muriendo por dentro. A la mismísima nada se habían ido todos sus pensamientos de la noche anterior y su determinación de alejarse de ella. En sólo un segundo de tocar sus labios, de ver su mirada con una tormenta, todo se había ido por el cuerno.

Lo cierto era que, Daniel Valencia ya lo sabía. Lo sabía desde ese primer beso en el pasillo después de la cena. Supo, apenas rozó sus labios aquella primera vez, que su raciocinio se iba a ir al carajo. Que su vida, a partir de ese momento, iba a ser un desastre. Porque Beatriz Pinzón Solano, le había removido hasta lo que él no sabía que tenía. Se le había metido por los poros hasta debajo de la piel. Ya no tenía caso negarlo, ni luchar contra eso. Esa mujer era todo lo que él quería, y a quien necesitaba para iluminar la oscuridad y deshumanización en la que estaba sumido. Pero, cómo todo hombre racional, sabía que todo sería cuesta arriba a partir de ese momento. Porque ambos eran racionales e inteligentes intelectualmente. Pero, en cuestión de emociones y sentimientos, eran un desastre. Él por frío y calculador y ella por carente de autoestima, a pesar de estar esforzándose por subirla, y sobrepasada de ingenuidad. Eran muy parecidos y, a la vez, tan diferentes. Sería un hermoso desastre.

{.....}

Beatriz Pinzón Solano entró a su departamento con las piernas temblando y el corazón a punto de salirse por su pecho. Tuvo que sentarse en el piso, con la espalda recostada sobre la puerta.

Sus dedos viajaron, automáticamente a sus labios. Todavía la menta se mezclaba con la fresa, esa sensación de vacío que sintió el día después de la cena, ya no estaba. Había encontrado la razón de su malestar. El estar lejos de él.

Pero, como toda mujer racional, su mente empezó a reaccionar. Se cuestionó qué había sido eso, por qué lo había hecho, cómo se le había ocurrido semejante locura. No podía caer tan bajo de buscar a Daniel Valencia para saciar su soledad. No podía. Flexionó sus piernas, apoyó sus brazos encima y escondió su rostro. Pero las lágrimas de remordimiento no llegaron, apretó los ojos, pero las gotas no cayeron, ni siquiera se agolparon. No sentía culpa, no le veía lo malo. Si bien, su mente la aniquilaba a preguntas, su cuerpo y su corazón estaban tranquilos y en paz.

¿Cómo iba a hacer ella, una mujer racional, para hacerles entender el error que, creía, acababa de cometer?

Estuvo varios minutos en la misma posición. Hasta que el timbre la sacó de su momento de seguridad.

- ¡Betty!- escuchó la voz de Beata al otro lado de la puerta - ¡Ábreme! Traje suficiente vino para que hablemos. Obvio, si tú quieres...

Beatriz lo pensó algunos segundos. A falta de Nicolás y doña Catalina, Beata era la única amiga que le quedaba cerca. Y, aunque fuera la hermana del hombre que la había llevado a un colapso mental y emocional, era buena con las palabras. Quizás eso era lo que necesitaba, despejarse escuchando las locuras de María Beatriz Valencia.

Se levantó, respiró profundo y abrió la puerta. La sonrisa de Beata le hizo ver qué había hecho lo correcto al aceptar su invitación.

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¡¡Hola!! ¿Cómo va?

Empezamos. A partir de ahora habrá sensaciones encontradas y dudas. Redención y caída.

Vamos allá.

Gracias por el apoyo.

Disfruten de su momento de relax.

Besos a todos.😘😘😘.

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora