Especial IV

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Roberto Mendoza se hundió en su silla, rodeado de las sombras de una empresa que había sido su orgullo y su pasión. Ecomoda, el imperio que había construido con sudor y sangre, se desmoronaba ante sus ojos. La crisis de liquidez había llegado sin avisar, como un huracán que arrasa todo a su paso.

"¿Cómo hemos llegado a esto?", se preguntaba Roberto, sumido en un mar de pensamientos y sensaciones encontradas. La respuesta era simple: la combinación perfecta de factores desastrosos. La salida de los accionistas mayoritarios, la pérdida de la protección del embargo, la desestabilización financiera... Todo había conspirado en contra de Ecomoda.

- Y yo - dijo Roberto- he sido el verdugo de tantas familias.

La culpa y el dolor lo corroían por dentro, como un cáncer que se extiende sin control.

Sabía que los Valencia, incluida Beatriz, habían tomado su decisión por hechos concretos y válidos. Pero él, al haberle dado la espalda, había sellado el destino de Ecomoda.

- ¿Qué será de todos los empleados que ya no recibirían sus salarios?- se preguntaba Roberto, angustiado.

La respuesta era cruel: la nada. Ecomoda era nada. La nada misma.

{.....}

- ¿Qué vamos a hacer ahora muchachas? - hablaba Sofía en la mesa de Él Corrientazo. Apenas tocando su plato de comida. - La plata que se digna a pasarme el cheque me alcanza apenas y para cubrir nada... Y, a mí edad, conseguir un puesto permanente, es imposible.

- ¿Quién iba a decir que Betty se estaba comiendo al doctor Valencia y, gracias a eso, logró hacer lo que tanto él quería?- habló Bertha llevándose un bocado a la boca.

- Ay, Bertha, mijita.- dijo Aura María.- ¿Usted no saldría volando del lugar donde casi le matan al novio y se hacen los zonzos?

- Mjm...- habló Sandra.- Más si es un triple papacito como ese...

- Sí. Un triple papacito que nos dejó sin manera de subsistir- habló Mariana sin ánimos de tirar las cartas, ya sabía qué le dirían...

- Muchachas - dijo Bertha terminando de comer.- Cuando doña Marcela estaba guardando sus cosas, hablando con la peliteñida, le decía que iban a levantar un imperio de modas...

- ¿Y eso a qué viene? ¿Ah? - cuestionó Sofía, golpeando levemente la mesa.

- Pues, pensando. ¿No? - dijo Bertha animandose más.- Los Valencia con un imperio de modas. Y, Betty, nuestra Betty, es parte de los Valencia ahora...- finalizó con mirada de obviedad y un brillo en los ojos.

- ¿Qué está queriendo dar a entender, Bertha?- cuestionó Mariana.-

- Pues que llamemos a Betty.- dijo Sandra sin pensar. - ¿Sí o no, Bertha?

La nombrada asintió levemente con la cabeza y una sonrisa de satisfacción en el rostro. Si sus cálculos eran correctos y el amor de Betty por ellas aún no se había enfriado, todavía tenían luz verde al final del túnel.

Luego de pensar el plan para llevar a cabo la idea de llamar a Betty, su Betty, su amiga, que se estaba comiendo al triple papacito que era Daniel Valencia, pidieron el postre, comieron con la felicidad llegando a su piel y se dispusieron a volver a su último día en Ecomoda.

No todo estaba perdido. El no ya lo tenían, debían ir por el sí.

{.....}

Roberto y Margarita Mendoza, dueños de un imperio que ya no existía, abandonaron el edificio de Ecomoda tomados de las manos. Con los pensamientos nublados, el corazón quebrado y los ánimos por el piso, sabiendo, aún así, que iban a salir adelante. Tenían qué...

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora