Capítulo 6

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Quince días pasaron. Volando pasaron. Y Betty ya se empezaba a sentir en "su hogar". Cruzarse con el doctor Valencia en las mañanas y en las noches al ir y volver de trabajar, ya se había convertido en rutina. Intercambiaban saludos cordiales, una que otra pregunta sobre Ecomoda, que era el único tema que tenían en común, y seguían cada uno su camino.

Esa mañana especialmente, habían hablado de las quejas que la empresa había estado recibiendo sobre los diseños para, en palabras de Hugo Lombardi, 'mujeres comunes y feas'. Debía hablar con él en el transcurso del día, ya se iba formando una coraza, para evitar que sus idioteces le afectaran el ánimo.

Al llegar a su oficina, grande fue su sorpresa al encontrar esperándola a su amigo de Cartagena, Michel Doinel. Aquel, que junto con doña Catalina, la había ayudado a empezar a ser la mujer que era hoy. Dejándose llevar por la emoción alegre, caminó hacia él con los brazos extendidos y se abrazaron como viejos amigos que necesitaban uno del otro. Michel articuló que la había extrañado, y que cada día estaba más bella, tanto por dentro como por fuera y que esperaba poder pasar gran parte de su estadía en Bogotá, compartiendo momentos. Ella, por su parte, agradeció los cumplidos argumentándolos como exagerados, y que también esperaba disfrutar de su compañía. Pero, cómo todos los momentos buenos de Beatriz Pinzón Solano, fueron interrumpidos por don Armando, quien abrió las puertas que daban a la sala de juntas. Con un rostro amigable que en cuestión de segundos se transformó en uno de pocos amigos. ¿Por qué él era esa constante en su vida? Ese día terminaría esa sensación, lo pondría en su lugar.
Beatriz se soltó lentamente de los brazos de Michel y miró a Armando con gesto neutro.

- ¿Qué necesita, doctor Mendoza?- preguntó con tono seco.
- Hablar con usted, Betty - dijo él, mirando a Michel de arriba a abajo.- Es urgente.- finalizó, haciendo énfasis en la última palabra.

Betty presentó a los dos hombres cordialmente, le pidió a Michel que la esperara, dejando en manos de Aura María el atenderlo, quien, ni lerda ni perezosa, aceptó con gusto. Y se preparó para el cierre de ese capítulo en su vida.

- Digame- dijo una vez que quedaron solos y ella se acomodó detrás de su escritorio.
- Beatriz- empezó él parado en medio de la oficina.- Las franquicias Internacionales están yendo muy Bien- dijo primero.
- Eso ya lo sé - dijo ella leyendo unos papeles. - ¿Algo más?
- Sí - expresó él comenzando a mostrarse ansioso- ¿Su amigo, Betty?-
- ¿Qué con él?- preguntó ella mirándolo a los ojos, sabiendo por donde iría la conversación.
- Se ve que se llevan Bien- empezó con un tono de obviedad.
- Sí, doctor. Muy bien.- dijo ella con una sonrisa de boca cerrada.- Si no tiene más para decir puede retirarse- finalizó haciendo un ademán para apuntar la puerta.
- No. Hay algo más - dijo él, fingiendo acomodarse el traje para intentar calmar la hoguera prendida. - ¿Es... Son...
- Amigos, Doctor- dijo Betty, preparándose para el exabrupto.
- ¿Cómo así, Betty?- y ahí empezó la lloradera- ¿Acaso ya me olvidó?¿Se olvidó lo nuestro? ¿Lo que tene...?
- Basta, Doctor- pidió ella levantándose de la silla- Suficiente. Ya he soportado suficiente.
- Pero Beatriz. Usted no puede pasar página, lo que nosotros vivimos fue..
- No, Doctor- dijo ella firme pero con el corazón a full y el cuerpo temblando.- No vivimos, padecimos. Usted en el proceso y yo después de eso. ¿O acaso se le olvidó cómo fueron las cosas?
- Betty, yo...- dijo él sintiendo las palabras como puñales.
- Nada.- dijo ella levantando el tono de voz y acercándose a él.- Usted debe pasar página. Cómo ya lo hice yo. ¿Cree que es fácil para mí verlo todos los días? ¿Tener un trato cordial con usted? ¿Detener mis impulsos de...?
- ¿Impulsos?- preguntó Armando. De todo lo que ella dijo, vio una luz de esperanza por esa palabra. No quería entender razones.

La conversacion fue subiendo de tono y se transformó en gritos. El primero en explotar e implorar perdón fue él. Y las secretarias, intuyendo lo que se venía, lo mejor que pudieron hacer fue alejar a Michel de la bomba e ir en busca de doña Marcela, pero aún no había llegado, se había atrasado en una reunión con auspiciantes.

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora