Treinta días habían pasado desde que supieron, bah, confirmaron la noticia sobre el embarazo.
El futuro matrimonio Valencia había llegado a un acuerdo en el que aceptaban la realidad, pero Beatriz debía hacerse cargo, por el momento, de sus controles y demás cosas prenatales, sola.
A Daniel, si bien había aceptado la noticia, se le hacía difícil sentir cariño o conexión con el pequeño ser humano que crecía dentro de su mujer. Se sentía un hijo de puta por eso, pero no podía, aún queriendo, cambiar su forma de ver las cosas.
Beatriz, consciente de eso, había aceptado el acuerdo. Escondiendo su dolor, sabiendo que su prometido se daba cuenta de eso. Con la esperanza de que, en algún momento del trayecto gestacional, el padre de su bebé, desarrollara sentimientos hacia él o ella.
Ella tampoco buscaba ser madre, pero lo había aceptado y sus sentimientos afloraron casi instantáneamente. Las hormonas, quizás.
Por ese motivo y muchos otros que son largos de contar, fueron distanciándose, cada vez más, el uno del otro.
Betty había sido eclipsada por el embarazo y el mundo prenatal y, al no poder hablarlo con Daniel, buscaba no estar con él. Refugiándose en la soledad de su apartamento mientras ordenaba las cosas que iban a ser del bebé.
Así, ambos se fueron sumiendo cada vez en rutinas por separado. Perdiendo esa chispa que tanto caracterizaba su relación y el amor que se tenían.
{.....}
Marcela Valencia, una pelinegra de ojos verdes, era una mujer fría, calculadora y volcánica. Capaz de hacerle frente a cualquiera y lograr sortear cualquier dificultad. Llegando incluso a qué el más grande de sus enemigos, se sintiera un niño de pecho al lado de ella.
Por eso era extraño verla en la situación que se encontraba en ese momento y lugar. Frente a las empleadas de la tienda y junto a su hermana María Beatriz.
- Este es hermoso.- decía mientras alzaba su mano derecha con un body infantil color azul con un osito sentado en el medio. - Pero este también.- hablaba, haciendo puchero mientras observaba un body beige con un perrito en el medio.
- Decide, Marcela. - le pedía su hermana, con los pies doliendo y los brazos a punto de quebrarsele de tanto peso que cargaban por las bolsas.- Sino lleva los dos. Los va a necesitar...
- De acuerdo. Está bien.- dijo al fin y pidió que los envolvieran para regalo.- ¿Vamos?
- Por fin.- exclamó Beata, revoleando los ojos y tratando de alzar las manos...
Las hermanas Valencia, abandonaron el shopping esa mañana de sábado, rumbo a la casa de su hermano mayor.
Desde que se habían enterado de la noticia de su sobrino, no habían parado de comprar, comprar y comprar cosas. Cada vez que iban al trabajo, estaban en el trabajo o volvían del trabajo, manoteaban algo de cualquier vidriera de tiendas para bebés y niños que cruzaban.
No les había sido difícil asimilar la noticia, porque su papel era el de malcriar a su sobrino o sobrina. Así que eso hacian, incluso antes de que se enfrentara al mundo.
Tenían el asiento trasero del auto, explotado de cosas. Ropa, accesorios, productos de higiene para bebés, juguetes de primera infancia. Hasta habían comprado un conjuntito de smoking negro, para cuando fuese más grande. Porque decían, que si era varón, iba a ser igual que su padre.
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Acostumbradas a encontrarlos en cualquiera de sus dos apartamentos habían tocado ambos timbres, esperando ser atendidas desde cualquier extremo del pasillo. Grande fue su sorpresa. Cuando ambas puertas se abrieron. Cayendo en cuenta que era fin de semana.
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Sanar para que haya un Nosotros
Fiksi PenggemarLa vida trajo A Beatriz Aurora Pinzón Solano de vuelta a Bogotá, de vuelta a Ecomoda. Sumida en una faceta de su vida en la que busca expiar culpas y sanar heridas para seguir adelante, Beatriz se verá dentro de una tormenta de situaciones y emocion...