Especial IX

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Hugo Lombardi descendió del auto y se detuvo frente al hotel, inspirando profundamente el aire cálido y vibrante de Cartagena. El olor a sal y a coco llenó sus pulmones, y sonrió al sentirse vivo.

Había hablado con Betty sobre su estancia, y ella le había asegurado que no era necesario que se quedara pegado a ellos todo el tiempo. Así que, con la libertad de disfrutar de su viaje, cruzó las puertas del hotel y escaneó el lugar con su mirada avispada. Sus ojos se detuvieron en una figura que llamó su atención: una espalda morena, bien definida, que parecía tener el mismo gusto por la vida que él.

La sonrisa de Hugo se amplió mientras se despedía de Nicolás con un beso en la mejilla, quien buscaba sacarle charla para evitar a Daniel, y se dirigió hacia el desconocido, sintiendo el impulso de conocerlo mejor.

{.....}

Ahí se encontraba él, buscando con la mirada al morocho, que había escuchado que se llamaba Leo. Leonardo, Leandro, Leonel, no lo sabía. Con las tres primeras letras de su nombre le alcanzaba y le sobraba para hacer su investigación.

Por culpa de Daniel Valencia y su ímpetu de pedirle el documento, lo había perdido. Si Betty no hubiese estado esperando un hijo con él ya lo hubiese estrangulado con sus propias manos.

Decidido a encontrarlo, decidió cenar en su cuarto y descansar lo suficiente para estar fresco como una lechuga. Así, al día siguiente, al encontrarlo, con un par de guiños, lo tendría comiendo de su mano.

{.....}

Al despertar con los rayos del sol atravesando las cortinas de la habitación, se encontró que el grupo al que él llamaba 'familia', ya había partido hacia la playa. Así que, libre para actuar como él quisiera y sin que nadie le estuviera reprochando, se dió a la tarea de embellecerse.

Después de sentirse lo suficientemente preparado para enfrentar el día y encontrar a su amor platónico, cruzó la puerta y el pasillo y en el Hall, como por obra del destino, cruzó miradas con el morocho de espalda trabajada y ojos hipnotizantes.

Cómo quien no quiere la cosa, caminó distraído, casi sin prestar atención hasta dar con el hombro de él...

- ¡Ay, Dios mío! ¡Qué pena con usted!- le dijo con ademanes delicados milimétricamente estudiados. - ¿Se encuentra bien?

- Descuide, señor.- habló Leo con una voz grave y melodiosa. Haciendo que el temblor en el cuerpo de Hugo pasara a ser un terremoto.- ¿Usted se encuentra bien?- preguntó con una suave sonrisa que hizo aparecer dos hermosos hoyuelos.

- Sí. Descuide. Me encuentro bien.- Hugo tendria que haber respondido 'de ututuy ', o 'super bombi', 're bombi', pero sintió que de nada funcionaria comportarse como siempre. Y menos cuando vio a una mujer colgada del brazo de su hombre soñado. - Agradezco su sincera preocupación. Si me permite, debo seguir caminando. - dicho eso, giró elegantemente y se dispuso marchar a la salida.

- ¡Señor!- escuchó la voz de una mujer. - ¡Señor!- era imposible que lo estuviese llamando a él, apenas estaba en la flor de su juventud.

- Señor.- escuchó la voz de Leo y una mano en su hombro derecho. - Señor, que pena con usted. Mi hermana quiere saber si usted es Hugo Lombardi, el diseñador de Fenix...- finalizó el morocho acomodándose el pelo y sonriendo.

- ¿Hermana?- preguntó Hugo confuso.- Sí. Sí. Soy él. ¿Por qué?- cuestionó un poco más animado pero cauteloso. Conocía los caminos como las palmas de sus manos, sabía que siempre le estaban pidiendo favores para modelar o conocer a los empresarios, etc. Así que abrió paraguas antes de mojarse.

- Sí, señor. - habló la joven llegando al lado de Leo. - Soy su hermana menor. Un gusto, señor. Sigo su trabajo, estoy estudiando Diseño de Mo...

- ¡Uy! ¡Qué lindo!- exclamó Hugo realmente emocionado. Nunca nadie le había dicho que él era un referente. Esa chica lo estaba haciendo sentir especial.- ¿Y cómo te está yendo? ¿Ah?-

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora