Especial VIII

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El castaño de ojos color del olivo estaba en su cuarto de hotel, queriendo disfrutar de su bebida y su cigarrillo. Habían pasado varios días de su llegada a Cartagena por asuntos oficiales y, más allá de los impedimentos, debía volver a casa el fin de semana.

Se había desecho de la basura pero no de las dudas en su mente. Le daba vueltas como una calesita descompuesta que no puede frenar. Tratando de pararse para bajar, había creado situaciones en las que quizás ella, le diera una oportunidad. Pero ninguna le pareció lo suficientemente válida para llevarla a cabo.

La cálida brisa que llegaba hasta el balcón donde se encontraba le hacía cerrar los ojos y, cuando lo hacía, la veía a ella en la oscuridad con una luz de fondo. Sonriendo y siendo feliz, convenciéndose de que él, no era el causante de tal emoción.

No quería ilusionarse con meras muestras de afecto de parte de ella. No quería migajas o inseguridades. Ni tampoco quería que ella lo usara para olvidarse de alguien más y menos si, ese alguien más, era Armando Mendoza.

Tanto se concentró en pensar que recordó la conversación con su amigo el francés. Y así, con los ojos cerrados y todo su ser puesto en eso, se acordó...

Flashbacks

Narra Daniel

El viaje en auto a la casa del francesito fue en silencio. El sol que nos acompañaba fue tapado por nubes negras. Como si supieran que al caer la noche del siguiente día alguien iba a abandonar este mundo por mis propias manos.

Aunque, pensándolo detenidamente, no se iba ir alguien que valiera la pena llorar. Más bien, iba a extirpar un tumor maligno de sobre la tierra. Eso iba a hacer.

Michel, miraba el camino, buscando concentrarse en lo próximo que iba a decir, porque luego de tantos años juntos, nos leiamos como matrimonio entrado en años. Así, sin más.

- ¿Sabes que estás siendo un imbécil?- habló sin quitar la vista del frente.

- Siempre lo he sido según tú...- contesté fingiendo no darle importancia. Prefería hablar del clima o de lo que iba a hacer, con la policía, antes de entrar en ese terreno fangoso y lleno de incertidumbre para mí.

- Touché - dijo él entrando al subsuelo de su casa. Estacionando el vehículo, apagándolo y mirándome a los ojos.- Si dejas pasar está oportunidad, Valencia, morirás sólo.

Al querer responder, no me dió el tiempo. El rubio ya había bajado y estaba a unos pasos del ascensor. Siempre había sido el más rápido de los dos, pero nunca había estado con tanta desventaja frente a él. Michel era experto en lo que él llamaba "amor" y yo, había dedicado mi vida a satisfacer mis deseos carnales y no más.

{.....}

Estaba sentado en uno de los sillones individuales de la sala, mirando a un punto fijo sin pensar en nada. Quería tener mi mente fría y en blanco para llevar a cabo lo que había ido a hacer. Si bien esa escoria tenía su vida en mis manos por algo súper justificado, no era fácil tomar la vida de una persona. Cada vez que lo hacía, sabía que mi lugar en el infierno iba quedando más acomodado.

- Toma.- habló Michel pasándome la bebida.- No me interesa si estás de animo o si te estás librando de tus emociones para mañana. Vas a escuchar lo que tengo para decirte.

- Francesito.- le dije fingiendo estar entero. - Ya para estás charlas de chicas tengo a Marcela, y para golpes de por medio, a Beata. Así que si no te importa. - le dije. Olvidando lo que el nombre de mi hermana producía en él. Me maldije por dentro al ver su rostro, pero le devolví, sin saberlo, todo lo que él me iba a hacer sentir esa noche.

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora