Capitulo 10

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El ambiente tenso se sentía a leguas, los empleados del restaurante estaban atentos a cualquier cosa que pasara. Dos hombres con una mujer en medio, no era señal de un buen final. Pero como aún no había pasado nada grave, se mantenían al margen de la situación.

- Betty, yo no buscaba esto. De verdad. - Armando fue el primero en hablar. - Sólo vine a hablar con usted en buenos términos, a decirle las cosas como son.
- Doctor Mendoza- dijo ella con su mano aún apoyada en el pecho de él - Las palabras se acabaron entre usted y yo. Agotamos todos los temas, y las formas posibles de comunicación.
- Betty,- siguió hablando él - usted no puede terminar lo nuestro tan abruptamente. ¿Se olvidó lo que vivimos? ¿Los buenos momentos?-
- Doctor- dijo Betty bajando la mano- Lo recuerdo, pero créame cuando le digo que eso para mí está en el pasado. No le prometo atesorar los buenos recuerdos, pero, de lo que estoy segura, es que no quiero crear nuevos.

Armando Mendoza dió un paso al frente. Beatriz se mantuvo en el mismo lugar. Daniel Valencia, al sentirse ajeno al momento, tomó la mano de Beatriz de su pecho, para soltarla e irse. Pero cuando estaba a punto de hacerlo, la doctora Pinzón se aferró con fuerza a ella. Impidiéndole moverse de dónde estaba.

- Doctor Mendoza - continuó segura pero con el cuerpo temblando- Lo nuestro, ya no existe. Y no va a volver a existir. He conocido el infierno de una forma en la que no se lo deseo a nadie. Ni a mi peor enemigo. - Daniel sonrió ante el comentario - No estoy dispuesta a atravesarlo otra vez, porque usted doctor, siempre va a encontrar la forma de lastimarme de la peor manera posible. Y no estoy dispuesta a prestarme para ese juego, ya no. Le pido, encarecidamente, que de vuelta la página y siga con su vida.

Mientras Betty decía esto, Daniel podía sentir el temblor de la mujer. Las uñas de Beatriz ejercían cada vez más fuerza sobre su piel, al punto de sentir un leve dolor. Pero, lejos de safarse, Daniel profundizó su agarre entrecruzando sus dedos. Al parecer, ella necesitaba seguridad en ese momento. No le costaba nada brindarle esa sensación, que a él tanto le sobraba.

A lo lejos, un rubio de ojos azules, de nacionalidad francesa, veía la escena y el gesto tan íntimo que los doctores Pinzón y Valencia compartían y, supo, al instante, que las suposiciones que había tenido en el café aquella vez, eran reales. El corazón de Beatriz ya estaba ocupado y él llevaba las de perder.

- Busque ayuda, Doctor- seguía hablando Betty- Verá que la vida es más que sólo girar alrededor de una persona. Es joven. Le quedan años por vivir. Y, sobre todo, tiene a su lado una mujer incondicional que, a pesar de todo, no lo ha dejado sólo. Conviértase en el hombre que ella merece. Porque usted y yo, no somos el uno para el otro.

Beatriz guardo silencio mirando a Armando Mendoza directamente a los ojos. Ya no quedaba más nada por decir a su parecer, él debía entender y seguir adelante. Ya no era un adolescente en pleno desarrollo, como para estar tropezando con la misma piedra una y otra vez.

Por su lado, Daniel tenía la mirada neutra, pero su mente, sus emociones y su cuerpo entero estaban a punto de colapsar.

Armando quiso replicar, pero se supo vencido. En el fondo sabía, que su Betty , tenía razón. La decisión en los ojos de la mujer que amaba se lo hicieron saber. Suspiró con dolor y resignación y, con un vacío en el pecho, emprendió camino a su auto. Debía seguir adelante, pero a qué costo.

Beatriz, movilizada por la situación, buscaba controlar sus emociones, todo había terminado. Le costó dos minutos darse cuenta que su mano izquierda estaba aferrada a alguien. Creyendo que era Michel, se dió la vuelta con una sonrisa. Grande fue su sorpresa cuando, el mayor de los Valencia, apareció en su campo de visión con su ya tan característica cara de póker.

{.....}

Había llegado a su departamento hacía un par de horas. Estaba sentado en el sillón individual de la sala, con un whisky en la mano, un cigarrillo consumiéndose en el cenicero, observando las marcas en su mano y sus pensamientos fijos en un sólo acontecimiento.

El frío de la noche, el ruido de la ciudad y el silbar del viento al golpear las ventanas del apartamento, hacían el momento ideal para disfrutar del silencio y la soledad a la que estaba acostumbrado, pero, esa noche en particular, su mente se enfrascó en revivir una y otra vez la escena que le tocó vivir con Armando Mendoza y Beatriz Pinzón. A la que él, como un crío recién salido al mundo, se había dejado arrastrar.

¿Qué significaba 'lo nuestro', que tanto mencionaron los dos? ¿Qué infierno les tocó vivir? ¿Por qué, cada vez que le tocaba verlos juntos, había una sensación de fruto prohibido alrededor?

Daniel no era estúpido, algo había pasado, de índole sexual, romántico, amoroso, lo que sea, pero había pasado. Él no era quién para juzgar, su historial no estaba libre de mancha. Pero, Armando era el prometido de su hermana y, aún conociendo sus andanzas, no le entraba en la cabeza que Beatriz haya sido una de sus tantas conquistas. Una mujer inalcanzable para Armando Mendoza,¿había pasado por sus sábanas? Increíble.

Su mente divagó una y otra vez por la misma escena, las mismas palabras, las mismas preguntas y se detuvo en seco, al recordar al francés.

Flashback

- Cuidela, por mí - le había dicho Michel con un apretón de manos y palmeándole el antebrazo-

Luego de eso, le sonrió y se subió de copiloto al auto de la doctora Pinzón, quien, luego de soltarle la mano y pedir disculpas, como era su costumbre, corrió hacía su auto sin mirar atrás.

Luego de que emprendieron marcha, quedó mirando, una vez más, como un vehículo alejaba a Beatriz de él, en una noche fría de invierno.

¿Acaso siempre se despedirían así en los momentos en los que él no era consciente de lo que hacía?

Fin del Flashback

Daniel Valencia se encontró deseando momentos junto a la presidente de Ecomoda y, cuál niño berrinchudo que no quiere aceptar los hechos, negó toda posibilidad de que ella se le estuviese metiendo bajo la piel. Le dió la última calada al cigarrillo y se levantó del sofá, rumbo a su habitación. 'Ha sido una noche muy larga', pensó. Lo cierto fue que se durmió con una presión en el pecho y una sensación de perdida absoluta. Como si le faltara estrechar su mano para sentirse cobijado, cuál polluelo bajo el ala de su madre.

Lejos de aceptar sus emociones desbordadas, seguiría asumiendo que todo era por simple curiosidad o atracción física. Quizás, a partir de ese momento, que sabía que Beatriz Pinzón había pasado por las sábanas de Armando Mendoza, le sería más fácil descartar la idea de seguir pensándola. Y, con el tiempo, desecharla como posible conquista de una noche.

{.....}

La mañana siguiente, tuvo sus propios desafíos para Beatriz Pinzón Solano. Había quedado con Nicolás para ver si era viable el desmantelamiento de Terramoda, esa empresa que había comenzado como un vil salvavidas de dos energúmenos que no valía la pena recordar. Y, que su hermano de la vida, había hecho crecer con esfuerzo, dedicación y amor por su trabajo.

Se había comunicado temprano con doña Catalina para corrobar que Michel había llegado bien a Cartagena porque, por extraño que le pareciera, su amigo francés no había contestado su llamada. Quizá era porque se le había olvidado prender el celular al terminar el vuelo.

- Betty, preste atención Betty- le dijo Nicolás haciendo ademanes frente a su rostro.- Jefa, sepa que va a ser imposible cerrar Terramoda, ha crecido mucho en el último tiempo, y presentar quiebra no se puede- habló haciendo exagerados ademanes.
- Me lo imaginé- dijo Beatriz volviendo a la realidad.- ¿Qué sugiere Nicolás?
- Por lo pronto, ir a almorzar - dijo sobándose el abdomen. La mirada de su amiga no le pasó desapercibida.- Y, por Terramoda, dejarla viva. Devolver la inversión inicial a quien la haya hecho y seguir funcionando como hasta ahora. No vale la pena desmantelarla. Vea, Betty. Es una mina de oro.
- De acuerdo- dijo ella tomando su bolso y caminando para afuera.- Encarguese de eso Nicolás. Yo tengo cosas que hacer.
- ¿Cómo así, Betty?- cuestionó Nicolás.- ¿Me va a dejar tirado aquí solito?
- No, Nicolás. Tome.- dijo Betty una vez fuera, pasándole las llaves del auto.
- ¿Y usted en qué se va a manejar?- preguntó el quitando la alarma.
- En taxi- dijo Betty, frenando uno, subiéndose y desapareciendo de la escena cuál atracador de banco sin ánimos de ser descubierto.

Nicolás quedó mirando el camino por el que se fue su hermana de la vida, en qué andaba esos días, era imposible saberlo. Pero apenas él podía con los pedazos de su corazón y de su cabeza, como para poder serle de ayuda. Y, si bien eso decía, seguro sería el primero en cobijarla en sus brazos si algo grave pasaba.

Sanar para que haya un NosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora