Daniel quedó mirando la puerta de su apartamento mucho tiempo. Tanto, que no lo contó.
Las palabras que había dicho su hermana eran dagas que lo desgarraban por dentro, pero su mente traumada, no quería perder el control de sus acciones.
Estuvo luchando con sus demonios un largo rato. Tratando de pensar en positivo. Cerró sus ojos e inspiró profundo, viendo, al expirar, un niño pelinegro de ojos verde olivo. 'Qué hermoso', pensó.
Queriendo verlo de nuevo y repetir esa sensación extraña que nunca antes había experimentado, mantuvo los ojos cerrados varios minutos, sin lograr su cometido. Se inclinó hacia adelante mientras restregaba su rostro.
Estaba siendo un imbécil con la persona que menos tenía que serlo. Y estaba dejando escapar una oportunidad irrepetible.
Salió por la puerta de entrada con la llave de repuesto del apartamento de su mujer. Olvidando la del suyo, dentro del mismo. No le importó. Esa noche no volvería.
Daniel, se dió cuenta que extrañaba a su mujer. Extrañaba su calor, su voz, sus labios, todo de ella. Extrañaba su compañía y lo incondicional de su apoyo. Así que él, hizo lo que tenía que hacer...
Entró sin previo aviso al apartamento de la doctora Pinzón, echó a sus hermanas, sin importarle que estuviesen ayudando a su mujer con la ropa del bebé, cerró con traba la puerta de la habitación y se dispuso a comer. Siendo pinchado su globo por a quien el más obedecía...
- ¿Qué bicho le picó, doctor Valencia? - preguntó inexpresiva la pelinegra cruzada de brazos al otro lado de la cama.
El castaño no supo qué decir, no tenía excusas. Y si las tenía, ninguna era valida para la situación. Se había comportado como un hijo de puta y no merecía perdón. Pero, tuvo la caradurez de pedirlo.
Observó a su mujer detenidamente. Su vientre sobresalía un poco más debajo del vestido floreado que usaba. Su rostro redondeado y rechoncho la hacían ver tierna, a pesar de estar enojada y su colita alta dejando escapar mechones de cabellos por todos lados, la hacían parecer una muñeca. Sus pechos pronunciados debajo de la tela y sobresaliendo delicadamente por el escote, lo volvieron loco.
Rodeó los pies de la cama y, quedando a unos pasos de su mujer. Hizo algo que jamás había pensado hacer ante alguien. Daniel Valencia, quién no se doblegó, ni siquiera, frente a la muerte, se arrodilló ante Beatriz Pinzón Solano y frente al hijo de ambos, que ella cargaba en su vientre.
A Beatriz le embargó tal emoción que se llevó ambas manos a la boca para evitar gritar. Pero, sus lágrimas traicioneras, salieron como una cascada furiosa a la que hacía mucho tiempo la tenían apresada tras las compuertas.
Cuando iba a arrodillarse para ayudarlo a levantarse, Daniel habló...
- No.- dijo él levantando una mano pero no pudiendo mirarla a los ojos. - Déjame hablar. Por favor.
Beatriz, sintiendo que si seguía de pie iba a caer, se sentó sobre la cama para escuchar lo que su prometido tenía para decir.
- Soy un idiota, doctora Pinzón. Un hijo de puta. No merezco siquiera que ustedes me estén escuchando en este momento, después de cómo me comporté y de cómo los traté desde que se confirmó el embarazo. - Daniel hacía un esfuerzo sobre humano para no llorar. Debía ser claro. - Pero, con toda la caradurez del mundo y con el corazón en la mano, vengo a pedir que me perdonen y me permitan estar con ustedes, esta vez, para siempre. Les prometo pro...
Daniel no pudo terminar, los labios de Betty impactaron sobre los suyos y todos sus sentidos se concentraron en eso. No tenía idea de cuanto había extrañado a su mujer, hasta ese momento...
- Te tardaste, bombón de caramelo.- le dijo Beatriz, tomando el rostro del padre de su bebé con ambas manos y sonriendo. - Creí que eras más rápido...
- En algunas cosas- contestó él intentando besar a su mujer...
- Demuéstralo, Valencia.- le dijo ella con la mirada oscureciéndose.
Daniel Felipe Valencia no lo escuchó dos veces. Se puso de pie rápidamente, alzó a su mujer en brazos, la depositó suavemente sobre la cama, dispuesto a hacerla disfrutar como nunca antes. Las veces que ella se lo pidiera, así no tuviera tiempo de comer siquiera.
Betty lo observó atenta mientras se desvestía lentamente. E iba al baño a ducharse para estar con ella. Daniel siempre le decía que su cuerpo era sagrado y que para poder tocarlo y disfrutarlo, él debía estar limpio.
No pudo esperarlo. Las hormonas en su cuerpo le pedían a gritos que se abalanzara sobre él y lo hiciera suyo de una buena vez. Así que, para que no molestaran más, voló al baño, encontrando a Daniel dentro de la ducha.
Al abrir descaradamente la cortina, supo cuanto había extrañado todo ese pedazo de carne premium de élite.
- Soy un ser humano, chocolate blanco. No te atrev..
Otra vez, Valencia no pudo terminar de hablar porque su mujer, mejor dicho, las hormonas de su mujer entraron en acción e hicieron que Beatriz atacara sus labios y entrara a la ducha vestida. 'Sus deseos son órdenes, hormonas', pensó.
Daniel no tuvo el control de la situación en ese cuarto de baño, pero disfrutó como si hubiese sido el último día de su vida y le estuviesen cumpliendo su último deseo.
{.....}
Siguieron con la hoguera prendida por varios días, apenas levantándose para comer y reflotar el nuevo imperio de modas. Todo lo demás era para estar encerrados en la habitación enfrascados en varias batallas cuerpo a cuerpo.
Pero, siempre dicen, que cuando llega la calma después de una tormenta, es porque se está preparando otra... Y la que venía, no se la esperaba nadie...
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¡Hola! ¿Cómo va?
Traumas. Traumas.
Pero bueno. Todo se va encaminando.
Y, recuerden, la venganza nunca es buena....
Pero si se la come helada, tal vez lo sea...
Jejeje...
Gracias por el apoyo. 🌹.
Disfruten de su momento de relax.
Besos a todos. 😘😘😘.
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Sanar para que haya un Nosotros
FanficLa vida trajo A Beatriz Aurora Pinzón Solano de vuelta a Bogotá, de vuelta a Ecomoda. Sumida en una faceta de su vida en la que busca expiar culpas y sanar heridas para seguir adelante, Beatriz se verá dentro de una tormenta de situaciones y emocion...