Capitán Escarlata puso cara seria, y le recordó a Sirox la importancia de ser cuidadosos en su peligroso viaje. Por suerte, Buferaptio se dirigió hacia el escondite, y los tres amigos pudieron respirar aliviados.
¡Imaginad una cueva fría y húmeda con el agua que gotea por las paredes de las rocas y por las estalactitas! Las antorchas apenas iluminaban el lugar, y todo parecía un oscuro abismo. En un rincón, se podía ver un grupo de tortugas encerradas en un redil de madera retorcida. Sus caparazones relucían tenuemente bajo la débil luz de las llamas. Buferaptio abrió la puerta del redil y metió a las nuevas tortugas que había capturado. ¡Pero no todas las tortugas eran normales! Debajo de tres caparazones, se ocultaban el hada, el pirata y el robot. Una vez dentro, los tres permanecieron en silencio, observando atentamente el interior de la cueva intentando acostumbrarse a la penumbra que lo envolvía todo.
En el centro, había una mesa y unas sillas muy grandes, toscamente talladas en madera. Al lado, una enorme olla colgaba del techo y burbujeaba lentamente. A lo largo de los años, habría cocinado más que simples alimentos. Al pensar en eso, Celesteris, el hada, no pudo evitar estremecerse. Podía sentir la magia sombría que impregnaba ese lugar. En una esquina, Buferaptio tenía una alacena donde guardaba sacos de hierbas aromáticas, todo tipo de especias y raíces secas. En otro rincón, había una horrible planta que parecía sacada de una pesadilla. Su tallo era largo y delgado, con hojas espinosas y tenía un color verdoso grisáceo. Las flores eran de color marrón oxidado y parecían marchitas. ¡Y sus semillas eran negras y rugosas, como bolas llenas de malas intenciones!
Buferaptio dejó su garrote apoyado contra la pared de la gruta. Después de haber añadido más leña al fuego que calentaba la olla, comenzó a remover la comida con una cuchara y el vapor subía en espirales cargado con aroma de especias... y quizá, a tortuga.
El capitán seguía hambriento por la poca cantidad de comida que habían tomado; en voz baja, preguntó:
—¿Qué estará cocinando?
—Probablemente sea sopa de tortuga —susurró el hada.
—Parece deliciosa; estoy ansioso por probarla —respondió el pirata sin pensar demasiado mientras se frotaba la barriga.
De repente, recibió un rápido y firme golpe en la cabeza con la varita del hada.
—Pobres tortugas —se lamentó Celesteris en voz baja, mirando a las criaturas acurrucadas en el redil—. Míralas: están aterradas.
Entonces, una de las tortugas que llevaba allí algún tiempo, más vieja que las demás y con el caparazón lleno de musgo, se acercó a ellos y habló:
—Buferaptio nos tiene cautivas en este redil, esperando el momento de su cena. Cada noche nos cocina en una olla gigante para preparar su sopa favorita de tortuga. Nos deja poco margen para la esperanza de escapar.
—No os preocupéis. ¡Muy pronto os liberaremos! —le prometió Celesteris.
—Perdón por interrumpir —dijo Sirox con educación, mientras les mostraba el fondo de la cueva—. Descubrí una apertura al final de la cueva por donde entra un rayo de luz. Podría ser la salida que estamos buscando.
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RÓQUISTAL. La increíble historia de un hada, un pirata y un robot.
Fantasy¡Atención, aventureros y amantes de la fantasía! Tras el éxito de su publicación, LA INCREÍBLE HISTORIA DE UN HADA, UN PIRATA Y UN ROBOT el libro regresa en una edición especial extendida e ilustrada titulada RÓQUISTAL. Un pirata, un hada y un robot...