1. UN TESORO INESPERADO - Parte 8

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De repente, alguien entró en la cueva con paso firme y seguro en las profundidades de aquel lóbrego calabozo: ¡era Evangelina! Caminaba como si fuera una reina, y sus pasos resonaban en el suelo de piedra con autoridad mientras se acercaba al pirata con enojo.

—¡Me has engañado! —le reprochó ella con voz temblorosa.

El pirata, escondido en la oscuridad, miró a Evangelina mientras levantaba el objeto de metal.

—¿Crees que soy un ladrón? Te dije que me habían expulsado de mi barco, ¿no te acuerdas?

— ¡No es cierto! ¡Has venido a robarme! —gritó con los ojos llenos de lágrimas, mientras se cubría el rostro con las manos. Un halo de luz iluminaba parcialmente su figura y sus sollozos eran profundos y melancólicos.

—Te aseguro que no te he engañado en lo más mínimo —mintió de nuevo el pirata. Se acercó a ella con una sonrisa, se detuvo en seco y, al despegarle las manos del rostro, descubrió unos ojos rojos brillantes bajo la escasa luz y unos colmillos espeluznantes. ¿Quién hubiera pensado que una joven dulce como Evangelina podría tener un secreto tan oscuro? El capitán pirata retrocedió alarmado.

—¿Quién eres? —le preguntó, atónito, con la voz quebrada por la sorpresa y el terror.

—¡La dueña de este lugar, y ahora me perteneces! —contestó ella con una mirada cruel, acercando sus afilados dientes al cuello del pirata.

—Soy solo un humilde pirata que quiere encontrar un tesoro —confesó mientras intentaba deshacerse del abrazo mortal de Evangelina—. ¡Lo juro ante ti: no volveré a mentir!

En el preciso momento en que iba a hundir sus colmillos, el olor desagradable del aliento del capitán llegó hasta la sensible nariz de la vampira. Hizo una mueca de desagrado al detectar el inconfundible ¡AROMA A AJO!

Por si alguno de vosotros todavía no lo sabe, el ajo es el mejor repelente ahuyentador de vampiros. Y es que a Capitán Escarlata le apasionaban los platos que llevaban ajo. Se podían destacar, entre estos, el pollo al ajillo, la sopa de ajo con picatostes, el pan con ajo, la ensalada de ajo negro y el ajoaceite... Así pues, con un asco enorme, Evangelina se alejó, cubriendo su nariz con una mano y tratando de no vomitar.

RÓQUISTAL. La increíble historia de un hada, un pirata y un robot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora