9. EL UNICORNIO NEGRO- Parte 3

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El centenario unicornio, negro como el ébano, con la elegancia que lo caracterizaba, agradeció a los viajeros haberlo liberado, y se ofreció a guiarlos hasta La Fuente de los Tres Manantiales. El lugar estaba a una jornada de distancia; así, pues, Noctis sugirió que pasaran la noche en la cueva para descansar.

Al día siguiente, los viajeros se levantaron temprano y continuaron su camino con el unicornio como guía. De nuevo disfrutaron del esplendor del valle. La luz de la mañana se filtraba entre los árboles y las mariposas volvieron a revolotear a su alrededor. Sin embargo, esta vez, ya no se dejaron engañar por ellas. Las mariposas parecían inquietas, casi resentidas, por su fracaso.

—No esta vez, pequeñas —murmuró Celesteris, agitando su mano para ahuyentarlas.

Pronto llegarían a la Fuente de los Tres Manantiales. El camino era largo, pero la compañía del Unicornio Negro hacía que los viajeros se sintieran tranquilos. El suave sonido de los cascos de Noctis al golpear el suelo resonaba en la quietud del valle. Mientras avanzaban, Noctis detuvo su marcha y se acercó gentilmente al hada, ofreciéndole subir a su lomo.

Con gran alegría, el hada aceptó, y se sintió fascinada al ver lo grande y majestuoso que era. El tacto de su piel contra el pelaje oscuro de Noctis la hizo sonreír; era increíblemente suave. Mientras acariciaba su suave cuello, notó unas marcas.

—¿Qué son estas marcas, Noctis? —preguntó, mientras su mano recorría las cicatrices con delicadeza.

Noctis suspiró con un sonido profundo y melancólico. Por un momento, sus ojos parecieron empañarse de lágrimas, pero rápidamente recobró la compostura.

—Son las cicatrices de la mordedura de una vampira —respondió Noctis con un tono nostálgico. Había tristeza en su voz.

Capitán Escarlata, sorprendido, alzó una ceja y preguntó con curiosidad:

—¿Una vampira? ¿También conoces a la infame Evangelina? —El ojo sano del pirata brillaba con una chispa astuta mientras esperaba la respuesta.

Noctis asintió lentamente.

—Oh, por supuesto que conozco a Evangelina. Hace muchos años, más de cien años atrás, este lugar se llamaba «La Isla de los Unicornios». Vivíamos felices en el castillo junto al lago, que había sido construido por un hombre bondadoso. Eran tiempos diferentes, cuando el aire de la isla vibraba con risas y música. El castillo era un lugar divertido y lleno de vida. En los establos, nos cuidaban, mientras los jinetes se preparaban y se entrenaban para emocionantes torneos. En la cocina, siempre cocinaban deliciosos manjares; las bandas de música tocaban en los jardines; y se organizaban suntuosos bailes de máscaras en un impresionante salón. Evangelina era la hija del señor del castillo. Pero ella... —Noctis hizo una pausa, como si reviviera un recuerdo doloroso—. Evangelina no siempre fue como ahora. Hubo un tiempo en que era amable, llena de luz. Pero el poder que buscaba... ese poder terminó consumiéndola.

—¡Yo también la conozco! —confesó Sirox con un tono de amargura—. Celesteris me envió para descubrir los secretos de esta isla y fue cuando me encontré a Evangelina. Recuerdo su mirada fría, calculadora, justo antes de que me atacara. Ella intentó morderme con sus afilados colmillos y estuvo a punto de rompérselos con mi cuello de metal. Descubrí que haría cualquier cosa para intentar destruirme y, finalmente, me encerró en un frío y solitario calabozo.

—¡Veo que empiezas a recordar, Sirox! —intervino el hada con una leve sonrisa.

—Noctis, cuéntanos todo lo que le ocurrió a Evangelina. ¿Qué crees que la convirtió en lo que es ahora? —preguntó Capitán Escarlata.

El ambiente a su alrededor pareció detenerse. El viento en el valle cambió, trayendo consigo un aire más frío, como si el mismo nombre de Evangelina invocara una sombra sobre el paisaje. Después de un breve silencio, Noctis contó la historia de Evangelina:

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RÓQUISTAL. La increíble historia de un hada, un pirata y un robot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora