9- EL UNICORNIO NEGRO - Parte 2

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De golpe, un ruido fuerte interrumpió la calma. Un estremecimiento recorrió el suelo, y antes de que pudieran reaccionar, apareció Buferaptio. Causó mucho desorden y caos en cuestión de segundos. Parecía más grande de lo que recordaban. Su fuerza era abrumadora. Estaba completamente fuera de control. Hacía destrozos por todos los lados con su garrote de madera. Todo el lugar se llenó de gritos y chasquidos de roca.

El Unicornio Negro relinchaba y saltaba. Sus cascos golpeaban con fuerza las rocas del suelo. Sirox, intentando mantenerse firme, perdió el equilibrio y cayó de la verja que estaba subiendo. Su cuerpo metálico resonó al golpear el suelo con un estruendo, pero no hubo tiempo para lamentar la caída.

Mientras tanto, el monstruo, enfurecido, no dejaba de perseguir a Celesteris. Se había convertido en su presa favorita. El hada corría lo más rápido que podía, sus pies apenas tocando el suelo mientras intentaba evadir los golpes del garrote. Celesteris zigzagueaba por la cueva. Sus alas, aunque incapaces de volar, brillaban con un tenue fulgor dorado. Pero el monstruo no se detenía en su persecución su objetivo era atraparla por las alas."

—¡Rápido, Celesteris! —gritó Sirox desde el suelo, intentando incorporarse—. ¡Corre! ¡No dejes que te atrape!

El corazón del hada latía desbocado. Su respiración era entrecortada, y sus piernas comenzaban a ceder, pero no podía detenerse. Estaba agotada. El ojo del monstruo brillaba más intensamente, como si con cada paso su deseo de atraparla se volviera más feroz. Por un segundo, Celesteris sintió que todo se acababa.

Justo en ese momento, el capitán decidió usar sus habilidades de pirata. Observaba la situación con atención, analizando cada movimiento del monstruo. Con una serenidad que contrastaba con el caos a su alrededor, desenvainó su espada, que emitió un leve destello al entrar en contacto con el aire húmedo de la cueva, y se enfrentó al monstruo con mucho coraje. Buferaptio, al verlo, se detuvo y se quedó quieto. Su ojo enrojecido parpadeó, calculando el siguiente movimiento del capitán pirata. Las antorchas colgadas en las paredes titilaban, proyectando sombras monstruosas que hacían la cueva aún más terrorífica. Fue entonces cuando el Capitán Escarlata reparó en una de las antorchas, viendo cómo la luz proyectaba una sombra gigante de Buferaptio en la pared. ¡Tuvo una idea brillante!

—¡Las antorchas! —exclamó.

Sin pensarlo dos veces, corrió hacia la pared más cercana, arrancó una de las antorchas con un fuerte tirón y, con un giro experto, la lanzó hacia la maléfica planta, que comenzó a arder con llamas intensas. La bestia empezó a rugir y a retorcerse en una nube de humo y brillo dorado. La planta crepitaba con fuerza mientras el pirata observaba a Buferaptio. La imponente figura del monstruo comenzó a encogerse, haciéndose más y más pequeña. Las llamas no solo consumían la planta, sino también la fuerza misma de Buferaptio.

Celesteris, todavía jadeando, se detuvo, perpleja, incapaz de apartar la vista de lo que una vez había sido una criatura temible. Ahora, se debilitaba ante sus propios ojos. Finalmente, Buferaptio se transformó en una simple y frágil semilla que yacía en el suelo.

Valiente y decidida, Celesteris extendió la mano para apoderarse de la semilla con su corazón latiendo con fuerza. Por fin, todo acabaría. Pero antes de que pudiera tocarla, una sombra oscura cubrió el suelo: era la pierna de madera del capitán. El pirata dio un paso al frente y, con un movimiento firme, aplastó la semilla con su pata de palo. Un crujido seco resonó en la cueva y, con él, se desvaneció cualquier amenaza.

—Celesteris —bromeó Capitán Escarlata, con una media sonrisa—, te conozco lo suficiente para saber que eres capaz de plantar otra vez la semilla y criar nuevos monstruos.

El hada lo miró con ojos entrecerrados, pero sonrió.

—Tal vez lo haría —dijo ella con un brillo pícaro en la mirada—. Pero no contigo cerca.

RÓQUISTAL. La increíble historia de un hada, un pirata y un robot.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora