Finalmente, llegaron a la ribera de un río lleno de peces de todos los tamaños, cuyos cuerpos plateados brillaban bajo el reflejo del sol. El río era tan claro que parecía hecho de cristal líquido, y en su superficie danzaban pequeños remolinos. Los árboles con ramas gruesas y retorcidas ofrecían frutos exóticos. Mientras el pirata y el hada recogían deliciosas frutas, Sirox, con movimientos precisos y gráciles, demostraba ser un experto pescador. Era impresionante su habilidad para detectar debajo del agua cualquier movimiento que indicara la presencia de un pez.
***
Mientras tanto, al otro lado de la Isla de la Esperanza Perdida, se encontraba el barco pirata anclado en el mar, inmóvil pero imponente. El navío, con su casco negro, contrastaba con las aguas cristalinas que lo rodeaban. La bandera pirata en lo más alto del mástil. La Furia del Viento mostraba los daños de reciente batalla: desgarraduras en sus velas, tablones astillados en su casco. Algunos piratas trabajaban duro para arreglarlo lo más pronto posible. Otros piratas transportaban cajas de mercancías, acalorados bajo el sol ardiente, y algunos más pintaban con esmero el nombre del barco en letras doradas. Barba de Plata y Gigante descansaban en sus camarotes. El primero afilando su sable. El segundo profundamente dormido, como si el mar lo acunara. Sin embargo, su tranquilidad fue interrumpida de golpe cuando un loro apareció por la ventana del camarote chillando:
—¡Peligro! ¡Capitán Escarlata! ¡Peligro!
Parrot, el loro, parecía tan agitado que sus plumas se erizaban como si una tormenta interior lo sacudiera.
—Es Parrot —exclamó Gigante, incorporándose de inmediato—. ¡Capitán Escarlata está en apuros!
Barba de Plata se puso de pie con un solo movimiento.
—¡Arriad las velas! —ordenó—. ¡Preparad el barco para zarpar! No abandonaremos al Capitán, no mientras yo esté a bordo de este navío.
***
Los tres amigos seguían disfrutando de la tranquilidad y de la belleza del lugar mientras comían. Capitán Escarlata, sentado cómodamente, les contó sus emocionantes aventuras en alta mar. Describía con entusiasmo las tormentas furiosas que había enfrentado y los diferentes tipos de peces y otras criaturas marinas que había visto en sus viajes. Cada palabra estaba llena de un respeto profundo por el mar. Celesteris escuchaba con atención y sonreía ante los relatos del capitán, pero no pudo resistirse a compartir los secretos de las plantas ocultas de los bosques más recónditos. Tenía grandes conocimientos sobre la naturaleza. Les habló sobre las propiedades medicinales de ciertas plantas y sobre cómo recolectarlas en el momento exacto. Mientras tanto, Sirox, recostado, se relajaba al sol con su cuerpo absorbiendo la energía a través de las pequeñas placas solares.
De repente, las mariposas volaron en una nueva danza de color, ¡y luego todas regresaron, sincronizadas como si un mismo pensamiento las hubiera convocado, y se posaron juntas en el suelo!
—¡Fijaos bien! —dijo el hada—. Las mariposas revolotean y, después de un momento, vuelven a la tierra como si compartieran un secreto mágico. Un misterio que sólo ellas conocen, una sabiduría guardada en sus frágiles alas.
—Las mariposas no son peligrosas —aclaró Sirox analizando la situación.
—No creo que sean más peligrosas que Buferaptio —dijo el capitán, riéndose a carcajadas.
—Por cierto, ¿qué haremos cuando lleguemos a la fuente? —preguntó Sirox, con su mente ya enfocada en la misión—. Tartuca dijo que solo se puede beber el agua de uno de los manantiales.
Celesteris, pensativa y serena, miró a sus compañeros:
—Tendremos que elegir el agua de un manantial para cada uno. He pensado que tú, Sirox, deberías tomar el agua de la sabiduría para recuperar todo el conocimiento que perdiste. —Su voz era suave pero firme—. Capitán Escarlata, deberías beber del manantial de la vida para sanar tu ojo, o incluso para recuperar tu pierna.
El pirata sonrió ante la sugerencia, pero en los ojos de Celesteris había algo más, algo que sólo alguien que ha vivido mucho puede comprender.
—¡Claro! Y entonces tú beberás del agua del amor... porque dijiste que nunca habías estado enamorada —comentó el pirata, mientras Celesteris asentía con la cabeza.
Tras una breve pausa, y pensando en sus leales compañeros, el Capitan preguntó:
—¿Y qué ofreceremos a mi tripulación?
—Es posible que, con el poder de los tres manantiales, puedas conseguir las riquezas del castillo para tus piratas —propuso Sirox.
Sin previo aviso, un estruendo rompió la calma del aire. El cielo se oscureció, y una enorme nube de polvo apareció a lo lejos, creciendo a una velocidad asombrosa. Los aventureros se levantaron sobresaltados.
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RÓQUISTAL. La increíble historia de un hada, un pirata y un robot.
Fantasy¡Atención, aventureros y amantes de la fantasía! Tras el éxito de su publicación, LA INCREÍBLE HISTORIA DE UN HADA, UN PIRATA Y UN ROBOT el libro regresa en una edición especial extendida e ilustrada titulada RÓQUISTAL. Un pirata, un hada y un robot...