El sol ya estaba en todo su esplendor cuando me desperté. Me dolía la cabeza, no sé si por la conversación con Richard. ¿De verdad me había dicho eso anoche?. Me pasé la mano por la cara, tratando de sacarme esa confusión de encima, pero el revoloteo en mi estómago no me dejaba tranquila.Bajé arrastrando los pies a la cocina. Necesitaba un café urgente antes de que mi mamá empezara con su interrogatorio.
—Ay, por fin te despertaste, mija. ¿Y anoche qué?— dijo mi mamá, sin dejar de mover las arepas en el fogón.
—Normal, má. Solo me acosté tarde — respondí, sirviéndome una taza de café mientras trataba de evitar su mirada.
—Ajá, ajá...— dijo ella con ese tonito de quien sabe que hay algo más. ¿Y qué te tiene con esa carita, ah?
Me quedé callada un segundo, sabiendo que no había manera de ocultar nada. Mi mamá me leía como si fuera un libro abierto.
—Bueno, te cuento... anoche pasó algo rarísimo,— le solté, sentándome en la mesa.
—¿Otra vez con los cuentos?— intervino mi papá entrando con el periódico bajo el brazo. Siempre pasa algo cuando vas a esas fiestas, mija.
—¡Má! ¡Pa'! No es gran cosa,— les dije, aunque sentía cómo la cara se me prendía como un tomate maduro. Es que... le mandé una foto a la persona equivocada.
Mi mamá dejó de mover la espátula y mi papá soltó una risita por lo bajo.
—¿Cómo así, mija?— preguntó mi mamá arqueando las cejas, preocupada. ¿Qué tipo de foto?
—Ay, má, no es lo que piensas... fue un accidente. Se suponía que era pa' Jannia, pero... le llegó a... Richard.— dije apretando los labios y mirando a mi papá.
—¿A Richard quién?— soltó mi papá, levantando la vista del periódico.
—Richard Ríos, el futbolista,— murmuré, esperando el drama.
Mi mamá se llevó la mano a la boca, sorprendida.
—¡Ave María Purísima! ¿Y tú mandándole fotos a ese muchacho?— dijo ella, abriendo los ojos.
—¡Fue un error! ¡Un pequeño error!— exclamé, sintiéndome aún más sofocada.
Mi papá soltó una carcajada.
—Bueno, por lo menos se la mandaste a alguien conocido, no a cualquier loco por ahí. Pero ten cuidado, mija. Esas cosas se complican rápido.— dijo mi papá, intentando calmar las aguas.
Justo cuando pensé que la cosa no podía ponerse más incómoda, mi teléfono vibró en la mesa. Era Jannia llamando. Aproveché la excusa para zafarme de la cocina.
—Voy a contestar arriba,— les dije, casi corriendo escaleras arriba.
Al llegar a mi cuarto, contesté.
—¡Niña, mk! ¿Sobreviviste a los mensajitos ?— preguntó Jannia al segundo de contestar, su voz siempre llena de energía.
—Sobreviví, pero por poquito,— le dije, tirándome en la cama. ¿Sabes que Richard me hizo un comentario de la foto?.
—¡No joda! ¿Qué te dijo?— preguntó emocionada.
—Pues me dijo que no estuvo mal... y que la próxima vez me asegure de mandársela a la persona correcta.— le respondí, cubriéndome la cara con la almohada de la vergüenza.
Jannia se echó a reír como loca.
—¡Te lo dije, mk! Le gustó la foto, fijo. Sabes que esos manes son un caso aparte.
—¡Ay, no me jodas! Esto sigue siendo raro, ¿cómo mierda le mando una foto así a alguien que apenas conozco?— le dije, rodando por la cama.
—Ay, mk, te pasas. Bueno, hablando de cosas raras... te tengo una bomba.— dijo ella en tono serio.
—¿Ahora qué?— pregunté, preparándome para lo peor.
—Hoy hay un asado en la piscina, mk. Mis papás se fueron pa' la finca y dejé que mi hermano invite a sus amigos. Ya tú sabes: Lucho, Daniel, Carrascal, Mojica, Arias y...— se quedó en silencio.
—¿Y?— pregunté con desespero.
—Y Richard,— soltó al fin, como quien tira una bomba y espera la explosión.
Me quedé callada, mordiéndome el labio. ¿Otra vez Richard?
—¡Ni loca voy! Ya es mucho. Ayer fue suficiente vergüenza para un mes entero,— le dije, sintiendo el pánico apoderarse de mí.
—¡No seas boba, escarabajo! Tienes que venir. No vas a dejar que una fotico te espante. ¡Además! ¿Y si la cosa no es tan mala como piensas?— dijo ella, usando esa voz de convicción que siempre tenía cuando intentaba convencerme de algo.
—¿Cómo así?— le pregunté, ya dudando de mi negativa.
—Mk, míralo así: el man está interesado. No todos los días le mandan fotos así, y menos de alguien como tú. A lo mejor... quién sabe, ¿pasa algo chévere?— su voz sonaba traviesa, llena de expectativas.
—¡Ay, no me metas en ese disparate !— le dije entre risas nerviosas.
—Escarabajo, vente. Tomamos unas cervezas , te relajas y vemos qué pasa. Si la cosa se pone rara, yo misma te saco de ahí, te lo juro.— insistió ella.
Suspiré, sabiendo que no me iba a dejar tranquila hasta que aceptara.
—Bueno, está bien,— cedí finalmente. Pero si me siento incómoda, ¡me sacas de ahí de una!.
—Prometido, mk. A las 4, ¿vale? ¡Y no llegues tarde!— dijo antes de colgar.
Miré el reloj. Eran las 11 de la mañana. Tenía tiempo para mentalizarme... y tal vez, armarme de valor para enfrentar lo que sea que viniera hoy.