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Después de quedarme quieta por unos minutos, me sentí menos borracha y más energizada, como si el alcohol me hubiera dado una nueva dosis de energía. Me levanté de la mesa, tomé otro trago y caminé hasta la barra, sintiendo el ritmo de la música en cada paso.

El chico que atendía en la barra era un mono con el pelo corto, lleno de tatuajes y con una sonrisa encantadora. Su piel tenía un tono moreno que lo hacía verse aún más atractivo.

—Hola, ¿necesitas algo? —dijo con voz suave.

—Sí, quiero el trago más fuerte del mundo —respondí, sintiéndome aventurera.

—¿Segura? No creo que sea la mejor opción... además, es muy, muy caro —contestó, mirándome con cierta duda.

—No importa, aquí lo que hay es plata —respondí riendo, sintiéndome invencible.

Él sonrió y me apuntó con el dedo.

—Puedo darte un trago si quieres, pero solo uno.

—Está bien —respondí, aceptando el reto.

Al lado mío, había una chica rubia, con el pelo largo, larguísimo. Le sonreí y decidí que ella sería mi nueva compañera de tragos.

—Hola, amiga —le dije.

—Hola, amiga —respondió ella con una sonrisa igual de amistosa.

—¿Quieres probar el trago más fuerte del mundo conmigo?

—¡Sí! —respondió sin dudarlo.

—¡Que sean dos! —le dije al mesero, quien asintió y rápidamente preparó dos pequeñas copas.

—Esto está muy pequeño —dije, mirando las copitas con escepticismo.

—Estoy seguro de que es más que suficiente —respondió él, riendo mientras limpiaba la barra.

Nos tomamos las copitas al mismo tiempo. Apenas el líquido tocó mi lengua, sentí que me quemaba por dentro.

—¿Cómo se llama esta porquería? —dije haciendo una mueca y sacando la lengua.

—Es Vodka Spirytus —respondió el mesero, sonriendo como si hubiera disfrutado ver nuestras caras de sorpresa.

—Literalmente solo sabe a alcohol puro —dije mientras me levantaba, buscando aire.

La chica rubia rio y se despidió de mí con la mano. Yo caminé de vuelta hacia la mesa, pero cuando llegué, ya no había sitio disponible. La mesa estaba rodeada de chicas que no estaban ahí antes, ocupando todo el espacio, así que me di la vuelta y decidí bailar.

Empezó a sonar "Mayores" de Bad Bunny y Becky G, y no pude resistirme. Me puse a bailar con toda la energía que me quedaba, moviéndome al ritmo de la música, sintiendo cada palabra de la canción como si estuviera hecha para mí.

**"A mí me gusta que me traten como dama
Aunque de eso se me olvide cuando estamos en la cama..."**

Bailé hasta que me cansé, y cuando volví a la mesa, mi silla seguía ocupada. Las chicas que estaban alrededor de los chicos parecían haberse apoderado del lugar. Me sentí incómoda, pero James, que estaba sentado cerca de Jannia, me hizo un gesto.

—Ven, siéntate aquí —me dijo, señalando sus piernas.

Estaba a punto de hacerlo cuando la chica que estaba junto a él me lanzó una mirada de muerte y puso su mano en sus piernas, como si estuviera marcando territorio. La incomodidad me golpeó de lleno, pero antes de que pudiera decir algo, Richard intervino.

—,siéntate aquí —dijo con una calma que me reconfortó.

La chica que estaba al lado de Richard no dijo nada, pero su molestia era evidente. Aun así, antes de sentarme, le respondí:

—Primero voy al baño.

Caminé rápido hacia el baño, sintiendo un nudo en el estómago, y cuando entré, creí que estaba sola. Me senté, hice lo que tenía que hacer, pero al salir, una lágrima se me escapó.

—Ay, amiga, ¿qué te pasó? —dijo una voz familiar. Era la chica rubia de la barra.

—Amigaaaaa —le respondí, secándome la lágrima rápidamente.

—¿Qué te pasó? —preguntó, colocándose a mi lado frente al espejo, ambas apoyadas en el lavabo.

—Es que una niña me hizo sentir mal —le confesé, soltando un suspiro.

—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó, indignada.

—Es que James, el hermano de mi mejor amiga, me dijo que me sentara en sus piernas porque no había más espacio, y la chica que estaba al lado le puso la mano encima y me miró terrible. Me sentí súper incómoda —expliqué, riéndome al final, aunque aún sentía el malestar.

—¿Y te gusta James? —preguntó ella, arqueando una ceja.

—¡Que no! James es como un hermano para mí. Él tiene 33, y yo apenas tengo 19. Es el hermano mayor de Jannia, que ha sido mi mejor amiga desde que tengo 5. Él me vio crecer —le aclaré, riendo.

—Ahhh, bueno, menos mal que no te gusta porque sería incomodísimo que esté con otra —dijo, retocándose la pestañina.

Me subí al lavabo y la miré.

—Pero sí me gusta alguien... —dije con una sonrisa traviesa.

—¿Quién? —preguntó curiosa.

—Es su amigo —respondí, mordiéndome el labio.

—¿Amigo de James? —preguntó, sorprendida.

—Sí... —respondí con una sonrisa nerviosa.

—Pásame tu Instagram para que me cuentes si "coronas" —dijo, sacando su celular.

Le pasé mi Instagram y nos despedimos con un abrazo.

Snapchat - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora