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El ambiente en la casa de James había estado bastante tranquilo durante toda la tarde. Después del desorden de la noche anterior, ahora todo parecía más relajado. Los chicos seguían hablando en la terraza, mientras el asado se enfriaba y las cervezas pasaban de mano en mano. Yo estaba tirada en el sillón, con las piernas encima de Jannia, y una Coca-Cola fría en la mano. Estábamos riendo de cualquier tontería, disfrutando el momento, cuando sentí que el teléfono vibró en mi bolsillo.

—¡Ay! Espérate, ya vengo, es mi papá —dije, levantándome rápido mientras Jannia hacía un gesto dramático de molestia porque le quitaba las piernas de encima.

Salí corriendo hacia el cuarto de Jannia para tener algo de privacidad, contesté mientras cerraba la puerta detrás de mí.

—Hola, pa —dije, tratando de sonar casual, aunque por dentro siempre me daba un poco de nervios hablar con él cuando estaba fuera.

—Hola, hija, ¿cómo va todo? —preguntó, su voz tranquila pero con ese toque de autoridad que nunca perdía.

—Bien, pa. Ya estamos en casa de James, relajados, más tarde bajo a la casa —le contesté, sentándome en la cama de Jannia y mirando alrededor, notando lo grande que era la habitación.

—Ah, qué bien. ¿Qué tal estuvo la cabaña? —preguntó, y yo sabía que lo decía por preguntar, pero no dejaba de interesarse en los detalles.

—Súper linda, pa. Creo que podríamos ir allá el 24 de diciembre —le respondí, visualizando cómo sería pasar las fiestas allí, con la piscina y todo el espacio que tenía la casa.

—Bueno, ahí miramos —dijo—. Tu mamá me mandó a preguntar si te guardamos cena, que no sabe si vas a tardar.

Justo en ese momento, la puerta del cuarto se abrió, y Richard entró sin tocar, como solía hacer. En pánico, le tapé la boca antes de que pudiera decir cualquier cosa, porque ya sabía cómo podía ser con sus comentarios.

—Sí, pa, guárdenme cena, no creo que me demore mucho —respondí rápido, mientras trataba de mantener a Richard en silencio con mi mano.

—Bueno, hija, nos vemos luego. Cuídate —dijo, y tras eso colgó.

Suspiré de alivio, soltando a Richard.

—No me tapés la boca así —dijo él, frotándose la cara como si le doliera.

—Es que no quería que saliera de esa boquita una de sus imprudencias —le contesté, entre risas.

Me dejé caer de nuevo en la cama, pero antes de que pudiera acomodarme bien, Richard se lanzó sobre mí, aplastándome con su peso.

—¡Ay! ¡Usted es un pesado! —le dije, riéndome y tratando de empujarlo.

Él me abrazó por la espalda, apretándome contra él, y yo lo rodeé con los brazos, dejándolo descansar su cabeza en mi pecho. Estábamos tranquilos, hasta que el celular de Richard sonó otra vez. Un mensaje apareció en la pantalla que él dejó a un lado en la cama, y aunque no quería mirar, mis ojos se desviaron inevitablemente.

—Hola, rey —leí, y mi estómago se revolvió un poco.

Intenté empujarlo para que se quitara de encima, pero él me sujetó con más fuerza.

—¿Para dónde vas? —preguntó, sin darse cuenta de que mi tono había cambiado.

—Para mi casa. Ya me tengo que ir —respondí, un poco más seria, mientras luchaba por levantarme.

Richard se estiró, jalándome por el brazo y obligándome a sentarme de nuevo.

—¿Y por qué se va tan rápido? —me dijo con su acento paisa, mirándome con esos ojos entrecerrados que a veces lograban que me quedara más tiempo del que debía.

—Es que... ya es tarde. Mis papás están esperándome —mentí, pero solo en parte.

—¿Ah sí? ¿O es que no quiere estar más conmigo? —dijo, medio en broma, pero con algo más detrás.

—No diga bobadas —le contesté, apartando su mano y levantándome definitivamente esta vez.

Cogí mi bolso y lo puse sobre mi hombro, pero antes de salir del cuarto, me volví a mirarlo. Richard seguía tirado en la cama, con una media sonrisa en los labios, su celular todavía en la mano.

—¿Quién era? —le pregunté, señalando el mensaje.

—Nadie importante —respondió, encogiéndose de hombros como si no tuviera importancia.

—Bueno... entonces, chao —dije, intentando no sonar afectada, pero algo en mi pecho seguía apretado.

Salí del cuarto antes de que pudiera decir algo más, dejando que la puerta se cerrara lentamente tras de mí. Mientras caminaba hacia la sala, sentía una mezcla de emociones. Por un lado, estaba el alivio de salir de esa situación incómoda, pero por otro, había algo en el aire que no podía sacarme de la cabeza.

Snapchat - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora