Me levanté tarde, hoy las clases eran por la tarde, así que aproveché para descansar. Me puse una falda corta y un top de manga larga que dejaba mis hombros al descubierto. Completé el look con mis crocs, algo relajado, pero siempre buscando verme linda. Me dejé el cabello suelto, suelto hacia atrás sin complicaciones, y me maquillé lo justo, solo un poco de brillo en los labios y máscara de pestañas para darle vida a mi rostro.Cuando bajé, la casa estaba tensa. Mis padres estaban de descanso, y aunque sentía el ambiente pesado, no me detuve a mirar ni siquiera a Sofíañ, que me lanzaba una mirada que podía cortar.
—Papá, ¿me llevas? —pregunté sin mucho ánimo, todavía sin saber si él seguía molesto Solo me miró de reojo y asintió, como siempre, sin pronunciar una palabra más de la cuenta. El trayecto fue silencioso, algo incómodo, pero al menos no tuvimos que discutir.
Al llegar a la universidad, él me dio algo de dinero antes de que bajara del auto. Tomé el billete sin más y me despedí, cerrando la puerta tras de mí.
Las clases fueron largas y monótonas. El profesor de Historia apenas se escuchaba desde el fondo del salón, mientras yo intentaba mantenerme despierta. Al final de la última clase, nos dejaron un trabajo en parejas, y me tocó hacerlo con un chico de mi clase, Juan. No lo conocía mucho, pero parecía agradable. Intercambiamos números y quedamos en reunirnos la próxima semana para avanzar en el proyecto.
De repente, mi celular vibró en el bolsillo. Era un mensaje de Richard.
Amor, vine por ti.
Una sonrisa involuntaria se dibujó en mi rostro al leerlo. Le respondí rápidamente.
Dame 10 minutos, estoy arreglando algo acá.
Me despedí de Juan con un beso en la mejilla antes de caminar hacia el auto de Richard, que ya me esperaba afuera de la universidad. Al entrar, me saludó con un beso suave, pero algo en su expresión me indicaba que no estaba de buen humor.
—¿Qué te pasa? —le pregunté, tomando su botella de agua y bebiendo un poco para calmar mi sed.
—¿Usted me está pegando cachos con ese man? —dijo con su típico acento paisa, haciendo que casi me atragantara con el agua al escucharlo.
—¿Estás celoso, Richard? —le respondí con una risa que no pude contener, pero él no parecía estar bromeando.
—Siga riéndose, pues —contestó mientras parqueaba frente a su casa, cruzando los brazos sobre el pecho con una expresión seria.
—Ay, ya, no seas así —dije, intentando calmar el ambiente.
Entramos a su casa, que estaba completamente sola. Dejé mi mochila en el sofá y seguí caminando hacia el pasillo cuando de repente Richard me agarró y me cargó como si fuera un saco de papas, haciéndome soltar una carcajada.
—¡Richard, bájame ya! —reí, pataleando un poco, pero él no me soltó hasta que me dejó caer en la cama de su cuarto, empezando a hacerme cosquillas.
—¡Ya, ya, ya! —dije entre risas, tratando de apartar sus manos, pero era imposible.
En un movimiento rápido, me acerqué y lo besé, haciéndolo caer de espaldas sobre la cama. Lo agarré por el cuello y, sin que él se lo esperara, empecé a restregarme contra él de forma provocadora.
—No haga eso —me dijo con una sonrisa traviesa, pero sus manos ya estaban aferradas a mis piernas, pegándome más a su cuerpo.
Sin pensarlo mucho, me quité el top, revelando la lencería blanca que había elegido especialmente para esta ocasión. Sentía una mezcla de nervios y adrenalina mientras lo veía observarme con esos ojos que parecían devorarme. Su mirada recorría cada centímetro de mi cuerpo, y él se mordía el labio mientras enterraba la cabeza en la almohada, como tratando de controlarse.