5

1K 84 4
                                    



El asado de ayer fue una locura, la verdad. Demasiadas cervezas y mucho joder con James y sus amigos. Me desperté en casa, todavía medio dormida, y noté que estaba sola. Así que me hice un desayuno rápido y me fui al gym, necesitaba quemar toda esa energía acumulada.

Cuando regresé, encontré a mi mamá empacando una maleta.

—Hola mamá, ¿y eso? —pregunté, arqueando una ceja.

—Tu papá y yo vamos a visitar a tu tía este fin de semana —dijo con una sonrisa, pero su tono de voz tenía un toque nervioso.

—¿Por qué? ¿Pasó algo? —insistí, preocupada.

—No, no, tranquila. Todo bien —me aseguró, pero había algo raro en su forma de actuar.

En ese momento, mi papá apareció por la puerta, agarrando la maleta.

—Pórtate bien, ¿sí? —me dijo, dándome ese tono autoritario que siempre usa.

—Sí, papá —respondí, rodando los ojos.

—Te dejé un poco de dinero donde siempre —añadió, antes de inclinarse para besarme en la frente.

Les di un abrazo a ambos y vi cómo bajaban las escaleras y salían de la casa. Algo se sentía fuera de lugar. ¿Que si se me hizo raro? Obvio, esta familia siempre es así: rara.

Me dirigí al baño, me pegué una ducha divina y dejé que el agua fría me despejara la mente. Al salir, me puse a hacer mi skincare mientras escuchaba música.

*Coco Chanel* de Eladio sonaba a todo volumen:

_"Quiere Coco Chanel, Louis V, Bottega..."_

Justo cuando me estaba desenredando el cabello, entró una llamada. Al principio no iba a contestar, pero vi que era Jannia.

—¡Alexa, pausa la música! —dije en voz alta, antes de deslizar el dedo para responder.

—Ajá niña, ¿qué pasa? —pregunté mientras me desenredaba el cabello frente al espejo.

—¿Te vas a tomar otra foto comprometedora? —dijo Jannia riendo, claramente burlándose de la situación de la otra vez.

—Ja-ja-ja, graciosa —respondí con una sonrisa sarcástica.

—Mi hermano ganó el partido hoy —dijo emocionada, cambiando de tema.

—¡Qué bien! Dale mis felicitaciones a James —respondí mientras secaba mi cabello con la secadora.

—Eso significa que él y sus amigos van a salir a celebrar. Creo que van a una nueva discoteca. ¿No quieres venir? —preguntó Jannia, haciendo ojitos que yo ni siquiera podía ver, pero podía imaginar.

—Mmm, no sé —dije, sin mucho entusiasmo.

—¡Vamos, porfi! —insistió ella, casi rogando.

—No sé —repetí, pero esta vez un poco menos segura.

—Si te decides, la discoteca se llama Aitagloriosa —dijo Jannia, dándome más información de la que pedí.

—¿Aitagloriosa? Ya sé cuál es —contesté, un poco sorprendida de que fueran ahí.

—Nos vemos allá —dijo ella, dándolo por hecho.

—Jura —le respondí antes de colgar.

Pasé horas, lo juro, horas decidiendo si ir o no. Pero al final, ¿qué más daba? La vida es una sola.

Me cambié y me puse un vestido lila ajustado. No era nada muy especial, pero el maquillaje le daba un toque. Completé el look con un mini bolso plateado y tacones a juego. Metí un gloss, pestañina, las llaves, dinero, y salí de casa.

Tomé un taxi y me fui directo a la discoteca. Al llegar, miré alrededor buscando a Jannia, pero no la vi. Me acerqué a la entrada y el guardia de seguridad me pidió la identificación.

—Mierda —pensé. ¿Dónde la dejé?

Me puse a buscarla en el bolso mientras el tipo me miraba como si no perteneciera ahí. Después de lo que parecieron 10 minutos, la encontré.

—Aquí está —dije, entregándosela casi con frustración.

El guardia la revisó lentamente y finalmente me dejó pasar. Ya dentro, la música estaba a todo volumen y las luces eran mayormente rojas, dándole al lugar una vibra intensa. Aunque todo estaba oscuro, pude distinguir algunas caras.

Miré a los lados buscando a Jannia, pero seguía sin verla. Entonces saqué mi celular para escribirle. Justo en ese momento, sentí un brazo apoyarse sobre mis hombros. Me giré asustada.

—¡Hola, Carrascal! —dije, aliviada al ver que era él.

—Te asusté, ¿verdad? —dijo riéndose—. Pensé que no vendrías, eso dijo Jannia.

—Al final me decidí —respondí con una pequeña sonrisa.

—Ven, vamos —dijo él, guiándome hacia la mesa donde estaban los demás.

—¡Dios mío, viniste! —exclamó Jannia emocionada, haciéndome un hueco para que me sentara junto a ella.

—Hola, Lucho. Hola, Daniel. Hola, James. Hola, Richard —saludé, sintiéndome algo nerviosa.

—Hola —respondieron todos casi al unísono.

Me senté entre Jannia y James, y aunque no lo admitiera, el corazón me latía un poco más rápido.

—¿Qué tal la universidad? —me preguntó Daniel, intentando romper el hielo.

—Todo bien —respondí, tratando de sonar casual.

—¿Qué es lo que estudias tú? —preguntó Lucho, curioso.

—Marketing —contesté, antes de que una mesera se acercara a la mesa.

—Nosotros pedimos una botella, pero ¿quieres pedir algo? —preguntó Richard, mirándome.

—Mmmm, sí, un mojito por favor —le dije a la mesera.

—¿Fuerte o moderado? —me preguntó la mesera, esperando mi respuesta.

—Mo...—iba a contestar, pero Lucho me interrumpió.

—Fuerte, muy fuerte —dijo, riéndose.

La mesera asintió y se retiró.

—Oye, yo apenas tengo 19. No tomo tanto —le dije a Lucho, dándole un pequeño golpe en el brazo.

—¿Te imaginas que sea tu primera borrachera? —dijo Carrascal riendo.

—No va a pasar —respondí, mirándolos a todos con los ojos entrecerrados.

—Espera, ¿tienes 19? —preguntó Richard, arqueando una ceja.

—Sí, está peque —contestó Jannia, bromeando.

—Qué graciosa —dije, rodando los ojos—. Tú solo tienes 22.

—O sea, ¿eres la menor aquí? —preguntó Richard, todavía sorprendido.

—Sí —respondí justo cuando la mesera me entregaba el mojito.

Miré el vaso y tomé un sorbo. "Fuerte", sí, lo habían hecho fuerte.

Snapchat - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora