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Al siguiente día me levanté despacio, el cuerpo todavía algo pesado por la falta de sueño. Me di una ducha larga, me sequé el cabello y lo dejé suelto. Me puse un jean, un buzo y mis tenis de siempre, luego bajé con la mochila lista.

Mi papá estaba en la sala, como siempre, bebiendo su café antes de salir para el trabajo. Justo cuando iba a preguntarle si me iba a llevar, apareció mi mamá con las llaves en la mano.

—Hoy te voy a llevar yo —dijo, mirando a mi papá de reojo.

Le asentí, despidiéndome de mi papá con un gesto de mano mientras él quedaba ahí, con cara de pregunta. Caminé en silencio detrás de mi mamá hasta el carro, me subí y encendí el aire acondicionado.

—¿Estás molesta con papá? —le pregunté.

—Muy molesta —respondió, apretando los labios—. Ayer no me pareció su actitud, y se lo dije. Se puso bravo, pero no me importa. Hace rato no me gusta cómo está llevando las cosas, ¿sabés? Llega tarde, a veces actúa como si todo fuera orden suya, como si fuera el dueño de nuestras vidas...

La miré, sorprendida. Nunca imaginé que ese drama estuviera pasando en casa.

—Te amo, hija —dijo ella, aparcando frente a la universidad.

—También te amo, mami —dije, dándole un abrazo rápido antes de bajarme—. Que te vaya bien.

Corrí por la universidad y llegué justo a las 9, cuando la clase apenas iba a empezar. Me deslicé al fondo del salón y me puse a tomar notas, intentando recuperar el ritmo. Esta clase era de mis favoritas y el profesor sabía mantenernos a todos atentos.

Al terminar, busqué a Juan para adelantar un poco el trabajo en grupo. Nos sentamos en el pasillo y empezamos a planear.

— qué pensás sobre la parte del análisis de mercado? —le dije, tomando notas.

—Pues, yo creo que podés encargarte de esa sección, ¿cierto? sos la que mejor maneja esos temas de consumidor, ¿o no?

—Listo, entonces me encargo de eso y vos organizás los resultados. Mañana le damos el toque final.

A las 10:30 ya estaba saliendo, muerta de hambre. Pedí un Uber para irme a casa y apenas llegué, dejé los zapatos tirados y fui a servirme un tazón de cereal con yogur. Recordé que no había contestado el buenos días de Richard, así que le escribí.

"Holaaa", le puse.

Él contestó casi al instante: "Hola, amor. ¿Cómo estás? ¿Cómo te fue en la u, cómo dormiste? Acabo de salir de entreno, ¿nos vemos?".

Sonreí y le respondí que sí, mientras seguía comiendo. A los pocos minutos tocaron el timbre y, cuando abrí, ahí estaba él, todavía en ropa de entrenamiento. Se tiró en el sofá y yo me senté junto a él, poniendo los pies encima.

—¿No querés cereal? —le pregunté.

—No, amor, ya desayuné antes de entrenar —me respondió mientras dejaba el celular de lado.

Terminé mi cereal, dejé el tazón en la mesa y me acurruqué más cerca de él. Empezamos a ver TikToks juntos hasta que, de la nada, sentí su mano en mis piernas, masajeándome despacio. Solté una risita y me giré, sentándome encima de él para besarlo lento, sintiendo sus manos firmes en mis caderas.

—Amor, no me haga eso que me deja arrecho —me dijo entre risas, con un tono medio serio.

—¿Y entonces qué va a hacer, pues? —le dije, juguetona.

Él soltó un resoplido y yo sentí cómo intentaba acomodarse, y me moví a propósito, nada más para molestarlo.

—No haga eso, que me duelen los huev... —empezó, apretando los dientes.

Solté una carcajada, riéndome tanto que me dolía la barriga, hasta que escuché la puerta de entrada. Rápido, me bajé de encima y le puse una almohada en la entrepierna por si acaso, quedándome cerquita de él, disimulando.

Pensé que era mi mamá, pero cuando miré, vi a mi papá entrando a la casa.

—¿Es que usted no puede esperar a que uno esté afuera para meter manes? —dijo, medio gritando.

—¿Manes? —Richard me miró, alzando una ceja, confundido.

—¿De qué habla, pa? Esta también es mi casa, ni modo que ande viendo a todo el mundo en la calle —le dije, sin esconder mi tono de molestia.

En eso, entraron mi mamá y Sofía, cada una cargando bolsas de compras.

—Ajá, ¿qué pasa aquí? Desde la esquina se escucha el grito —dijo mi mamá, dejándolas en la mesa.

—Mi papá diciendo que yo meto "manes" aquí, como si no pudiera ver a mis amigos en la sala, ¿qué más quiere? —expliqué, tratando de calmarme.

—Yo pensé que ya habíamos hablado de esto —dijo mi mamá, dándome una mirada y suspirando.

—Ay, ¿manesss? —se rió Sofía, aguantando la carcajada.

—Sofía, no estoy pa' pelear ahora, ¿bueno? —le dije, respirando profundo.

Mi papá dejó las llaves en la mesa y, todavía con la cara seria, se volvió hacia mí.

—Siempre quiere hacer lo que le da la gana, quiere pasar por encima mío.

—Es que no entiendo dónde está el irrespeto —respondí, poniéndome de pie, sin ganas de aguantar su regaño.

—Tiene que calmarse, porque así no llegamos a ninguna parte —intervino mi mamá, mirando a mi papá con firmeza.

En ese momento, Richard se levantó y, poniéndose de pie frente a mis papás, alzó una mano para presentarse.

—Eh, yo creo que no empezamos bien. Soy Richard, mucho gusto. Trabajo como jugador de la selección —dijo, dándoles una sonrisa y... ahí fue que se le cayó la almohada.

Sofía soltó un gritico de sorpresa, con una sonrisa descarada.

—Uy, Dios mío... —murmuró, mirándole el paquete.

—Yo sé quién es, mijo. Ni que fuera bobo —respondió mi papá, con los brazos cruzados.

Mi mamá soltó una risita y miró a Richard con simpatía.

—¿Se va a quedar a almorzar, mijo?

Sofía intervino, sarcástica:

—Sí, almorcémoslo a él.

—Ay, estoy harta, malparida —le dije, cansada, y ella se levantó, riéndose.

—¿Qué, no le gusta? —dijo, con una risa irónica y los brazos abiertos.

—¡Ah! ¿Y eso es lo que le enseña el chirrete con el que anda o qué? —le respondí, acercándome a ella con las manos listas.

—¿Y usted qué? ¿No anda con uno que parece chirrete también? —me lanzó, sin achicarse.

Punto para Sofía, pensé con rabia. Pero antes de que alguien pudiera reaccionar, terminamos jalándonos del pelo, casi rodando por el suelo. Mi mamá y Richard tuvieron que separarnos, y mientras recuperábamos el aliento, mi mamá, sonriendo, miró a Richard y preguntó:

—Entonces, ¿se queda a comer?

Él tragó en seco, dándome una mirada como si no pudiera creer lo que había pasado, y asintió, todavía rojo.

Snapchat - Richard Rios Donde viven las historias. Descúbrelo ahora