Cuando abrí los ojos al día siguiente, la luz del sol se colaba por las cortinas, y una sensación de mareo me golpeó como una ola. La cabeza me palpitaba, y el aire frío del cuarto me hizo estremecerme. Me cubrí con las sábanas, pero algo me hizo parar en seco... ¿Qué carajo había pasado?Miré a mi alrededor y vi ropa tirada por el suelo. Mi ropa.
― ¿Qué mierda...? ―dije en voz baja, tratando de recordar cómo demonios había terminado así. Pero la mente, en blanco. Nada.
Entonces, de repente, escuché el sonido de una respiración suave. Lentamente me giré hacia el otro lado de la cama, y ahí estaba él: Richard Ríos. Durmiendo en mi cama. En boxer.
― ¡Ay, Jueputa ! ―exclamé, tapándome la boca rápidamente. ¿Qué había pasado anoche? Mi mente se aceleró, buscando respuestas. Me levanté de un salto, olvidando por completo mi mareo, y me envolví en la sábana como si fuera un capullo.
― ¡Richard! ―le grité, empujándolo suavemente. Nada. ― ¡Richard, despierta, hijueputa! ―lo empujé un poco más fuerte, y entonces él abrió los ojos lentamente, frunciendo el ceño mientras se incorporaba, despeinándose.
― ¿Qué pasa, pues? ¿Por qué me despertás así, hombre? ―dijo él, todavía medio dormido y con su típico acento paisa.
― ¿Qué pasó anoche? ―le dije casi en pánico, dándome vueltas por el cuarto― ¿Qué hijueputa pasó? No me acuerdo de nada...
Él me miró con una sonrisa pequeña y se estiró perezosamente antes de responder:
― Tranquila, no pasó nada grave. Solo te trajimos pa' la casa porque estabas borracha... Vos misma me dijiste que me quedara aquí.
Yo lo miré, intentando procesar lo que me decía, pero había lagunas en mi memoria. Gigantes.
― Pero... ¿y por qué estás aquí? ―pregunté, mirando hacia todos lados nerviosa― ¿Por qué estás en mi cama, sin camisa, sin na'?
Él soltó una pequeña carcajada.
― Ah, pero sí estás nerviosa, ¿no? ¿Te preocupa que haya pasado algo más o qué?
― ¡No me jodas, Richard! ―grité, lanzándole una almohada. Él la atrapó en el aire con una sonrisa traviesa.
― Eh, relajate, ¿sí? No te pongás así. No pasó nada raro, te lo juro. Anoche llegaste tan borracha que apenas te acostaste te quedaste dormida, yo nomás me quedé para que no te fueras a caer o algo. ¿No te acordás de nada?
Me quedé en silencio por un segundo, intentando rebuscar en mi mente, pero solo imágenes borrosas aparecían. Como flashes. Richard ayudándome a subir las escaleras... yo quitándome la ropa...
― Verga... ―murmuré, mordiéndome el labio nerviosa― No me acuerdo ni una mierda...
― Pues no hay nada de qué preocuparse, en serio. Dormiste como un angelito. Solo que... ―su voz bajó un tono, como si se hubiera guardado algo― sí me hiciste un par de comentarios un tanto... interesantes.
Yo lo miré, con los ojos como platos.
― ¿Qué dije? ―pregunté nerviosa.
― Bueno... digamos que estabas bien relajada anoche, hablando de que te gustaba alguien. ―Él hizo una pausa, mirándome con picardía― ¿O era yo quien estaba soñando?
Sentí cómo se me subieron los colores al rostro, casi quería meterme debajo de la tierra.
― ¡Ay, por favor no! Dime que no dije esa vaina...
Él solo se rió otra vez.
― Tranquila, no fue tan grave. Pero... ―se levantó de la cama, poniéndose la camisa mientras me miraba― mejor revisá tu teléfono antes de que te preocupés por otras cosas.
Fui directo al teléfono, lo desbloqueé, y ahí estaba: Mensajes sin abrir. Fotos.
― No, no, no, no... ―gemí mientras revisaba la conversación con Jannia. Había una foto... otra foto.
Seguro era yo borracha
Richard me miró desde la puerta, con una sonrisa ladeada.
― Mejor nos vemos después. Tomate algo pa' ese guayabo, ¿eh? Y no te preocupés tanto... al menos no me mandaste nada raro esta vez.
― ¡Richard! ―grité, sonrojada.
― ¡Hablamos después, chao! ―dijo, saliendo de la habitación con una risa despreocupada, dejándome ahí, sumida en la confusión y la pena