Habían pasado como cuatro días desde la última fiesta, y ya estaba lista pa' empezar un nuevo semestre. Mi mamá, como siempre, ya había pagao la U. Me levanté a eso de las nueve y media. Hoy tenía clase a las 11, así que no estaba apurá. Me bañé, me cambié y me maquillé rápido. Hacía frío, así que me puse un buzo ancho y unos jeans rotos en las rodillas, algo cómodo.Bajé y me senté en la barra con el teléfono, mientras mi mamá hacía el desayuno pa' mí y pa' Sofía, que, como siempre, con esa cara de plasta de mierda todo el día.
—Deja de usar mi Netflix —le solté de repente, acordándome que me había adelantao la serie que estaba viendo.
Sofía rodó los ojos.
—Puedes usar el de mi mamá o el de mi papá —le dije—. Si querés un perfil, dile a mi papá que te lo cree, pero deja de usar el mío, por favor.
Terminé de desayunar en silencio, con cara de pocos amigos, y agarré mi mochila. Mientras me veía el cabello en el espejo, vi que mi papá bajaba también con sus cosas.
—¿Me vas a llevar, pa'? —le pregunté.
—Te crees muy grandecita pa' beber, entonces también estás grande pa' coger el transporte público —respondió con una sonrisita.
—No te lo creo —dije entrecerrando los ojos.
—Que tengas un buen día, hija —me dijo, dándome un beso en la frente antes de salir.
Sofía, desde el sofá, soltó con una risita cínica:
—Yo de ti saldría ya a coger el bus, porque si no, no llegás.
Salí de la casa dando un portazo. Qué fastidio tener que aguantarla, pensé mientras caminaba hacia la parada del bus.
Como era de esperarse, estaba llenísimo. Me tocó sentarme junto a un señor que hablaba en voz altísima por el teléfono y, para colmo, olía a grajo. Llegué a la universidad exhausta, y, obvio, tarde. Pero ni modo.
Me metí a clase y me senté al fondo, como siempre. La primera materia fue algo de comportamiento del consumidor. La profesora se notaba que estaba más aburría que nosotros. Intenté tomar apuntes, aunque la verdad, más de la mitad del tiempo estuve revisando el celular.
La siguiente clase fue de estrategias de marketing digital, y ahí me enganché más. Me dividieron en grupos pa' trabajar en un caso de estudio, y por suerte, mi equipo no estaba tan mal. Discutimos algunas ideas, pero mi mente ya estaba en otro lado.
Casi al final de mi última clase, me quité los zapatos como siempre y subí las piernas en la silla. Subí una historia en close friends de mis medias, con el texto: "Vengan por mí".
No habían pasado ni dos minutos cuando Richard me respondió:
—"Acabo de salir de entrenamiento. ¿Paso por ti?"
—"No" —le respondí, aunque, pa' ser sincera, no me molestaba la idea.
—"Ya voy" —me contestó, sin más.
El profesor por fin terminó la clase después de lo que parecieron veinte minutos eternos. Guardé mis cosas, me puse los zapatos y salí de la universidad. Iba caminando, pensando en la tarea que me dejaron, cuando escuché varios pitidos seguidos. Volteé y vi el auto de Richard. Sonreí y me acerqué.
Abrí la puerta del copiloto y me subí.
—¿En serio viniste? —le dije, mirándolo con una sonrisa.
—Te dije que iba a pasar por ti —respondió él, arrancando el auto.
—No pensé que hablabas en serio —le dije, quitándome los zapatos de nuevo y subiendo los pies al asiento.
A Richard no pareció importarle. Seguía manejando tranquilo. El camino era un poco largo, así que empecé a contarle cómo me había ido.
— llegué tarde a clase por culpa del maldito bus —le dije, riendo un poco—. Pero, marica, ¡tuve clases de comportamiento del consumidor y casi me duermo! La profe no ayuda, ¿sabes?
—Ah, no... ¿y es que qué tan aburría puede ser? —respondió él, sonriendo mientras seguía concentrado en la carretera.
—¡Mucho! —dije, suspirando—. Pero lo peor es que estoy castigada. Mi papá está muy pesado . Ya tú sabes, por estar saliendo de fiesta casi todos los días, y más ahora que empiezo el semestre.
Richard se rió.
—Uy, ¿y qué te dijo tu papá? —preguntó con curiosidad.
—Me dijo que me tenía que poner seria con la universidad, que no puedo estar tomando y fiesteando todo el tiempo. Además, como no contestaba el teléfono cuando estaba en tu casa, ¡pensaron que me había perdido o algo así! —respondí, rodando los ojos.
Richard soltó una carcajada.
—Uy, no, qué susto, pues... —dijo él, todavía riéndose—. ¿Y tú qué les dijiste?
—Nada, que tienen razón. Pero igual, tú sabes que no voy a dejar de salir del todo —le dije, sonriendo cómplice.
—Ah, claro, como dice carrascal ¡pa' eso es la vida, pues! —respondió él, haciéndome reír.