La música seguía vibrando en mis oídos, una mezcla de reguetón y guaracha que me mantenía en movimiento, pero ya no con la misma energía de hace unas horas. Jannia y los chicos seguían hablando y riendo, pero yo solo quería olvidar la rabia que sentía al ver a Richard irse con Natalia. Tomé otro trago, más fuerte que los anteriores, queriendo apagar esos pensamientos, y me dejé caer en el sofá.
—¿Qué fue lo que pasó ahí afuera? Te vi salir con Richar— me preguntó Carrascal con curiosidad, mientras me pasaba una botella.
—Na', no pasó na' importante. Cosas de amigos, tú sabes.— le respondí, intentando sonar relajada, pero por dentro estaba hirviendo.
—Amigos... sí, claro. ¡Ve, no jodás!—intervino daniel con su acento mientras me daba una mirada cómplice— A todo el mundo se le nota que entre vos y Richar hay algo más. Eso se ve a leguas.—
—No jodan mk , déjenme tranquila que yo estoy bien así.— dije riendo, aunque estaba intentando esquivar el tema. Jannia me lanzó una mirada de reojo, esa mirada que me decía que sabía que no estaba bien, pero por suerte no dijo nada.
Los tragos seguían cayendo, y al cabo de un rato, me sentía completamente borracha. Todo se sentía más liviano, el mundo daba vueltas, pero en ese momento, no me importaba. Miré alrededor y vi a Richard salir de la discoteca con Natalia caminando unos pasos delante de él. Mi pecho se apretó al verlos, pero me dije a mí misma que no importaba. Esta noche era mía.
—¡Pidan otra ronda, ya que esta fiesta no se acaba!— grité, levantando la botella y riendo, como si el alcohol pudiera borrar todo lo que sentía.
Pero, antes de darme cuenta, la fiesta se estaba apagando para mí. El mareo era demasiado y apenas podía mantenerme en pie. Estaba en el borde del colapso cuando sentí una mano fuerte agarrándome del brazo.
—Vení, vámonos ya.— dijo una voz familiar.
Giré la cabeza, con la vista borrosa, y lo vi. Richard estaba ahí, mirándome con su ceño fruncido, su mirada firme, esa que siempre usaba para controlarme.
—¿Qué haces aquí? No te dije que vinieras._— le respondí, arrastrando las palabras, claramente tomada.
—No podés quedarte así, estás demasiado borracha, mija. Vámonos.— dijo con ese tono autoritario que me ponía los nervios de punta.
—Yo no necesito que me cuides, ¿por qué no vas con tu novia?— le respondí, soltándome de su mano, o al menos intentándolo, pero él no me dejó ir.
— Ya la dejé en el hotel. No te voy a dejar aquí en este estado.— su voz sonaba decidida, pero había algo en sus ojos que revelaba preocupación genuina.
Con un suspiro de resignación, dejé que me llevara hacia su auto. Caminábamos entre la gente, y todo a mi alrededor se sentía como un sueño, las luces de la calle, el bullicio de la discoteca, todo parecía alejarse mientras me apoyaba en Richard para no caer. Llegamos al carro y me ayudó a subirme.
Una vez en el auto, el silencio se hizo pesado. El motor rugía, pero ninguno de los dos decía nada. Yo miraba por la ventana, tratando de despejar mi cabeza, pero el alcohol me hacía imposible concentrarme en algo más que en él, sentado a mi lado, con su expresión tensa y la mandíbula apretada.
—¿Por qué siempre sos tan mandón, ah?_— dije, rompiendo el silencio, mi tono molesto y lleno de reproche.
—Porque si yo no te cuido, ¿quién más lo va a hacer? Vos no te estás dando cuenta, pero apenas podés mantenerte de pie— me respondió sin mirarme, apretando el volante con fuerza.
—¿Y por qué te importa tanto?— le solté, girando la cabeza para mirarlo. El calor dentro del auto era sofocante, o tal vez era el calor que él provocaba en mí cada vez que me desafiaba.
—Porque no te quiero ver mal, ¿está claro?_— dijo, esta vez mirándome de reojo, y en sus ojos vi algo más que preocupación.
—Tú lo que tienes es miedo.— le dije, sonriendo con desafío. Mi mano, como si tuviera vida propia, se deslizó por su muslo, notando cómo él se tensaba de inmediato.
—Deja de hacer eso.— murmuró con una voz más baja, más ronca, pero no apartaba mi mano.
—¿Por qué? Te gusta... lo sé.— susurré mientras me acercaba lentamente, desafiándolo a que me parara.
Richard respiró hondo, y su mano se movió rápidamente, atrapando la mía con fuerza, pero no para detenerme, sino para guiarla hacia su entrepierna. Sus ojos se oscurecieron, y en ese momento supe que ya no había vuelta atrás.
—Esto está mal, vos sabés que está mal.— murmuró, aunque su mano ya se deslizaba con firmeza por debajo de mi vestido, tocando mi piel caliente.
—Entonces pará... — le reté, sabiendo perfectamente que no lo haría.
Su mano subió despacio, rozando mi pierna mientras yo contenía la respiración, cada toque enviando una descarga por mi cuerpo. Sentí cómo sus dedos se movían con precisión, sabiendo exactamente qué hacer para hacerme perder el control. Mi respiración se hizo más pesada, mi cuerpo reaccionaba solo, y me aferré a su brazo, buscando apoyo en medio de la avalancha de sensaciones.
Mierda.... — susurre mientras él subía el ritmo de su dedeada
El auto seguía su curso, pero para mí, todo el mundo se había detenido en ese instante. Cada movimiento de sus dedos me llevaba más cerca del abismo, y cuando finalmente llegué, me sentí temblar, como si el mundo se rompiera en pedazos dentro de mí.
Richard retiró su mano, pero no dijo nada. Yo tampoco. Ambos sabíamos que lo que acababa de pasar no cambiaría nada entre nosotros, aunque tal vez lo había cambiado todo.